lunes, 15 de junio de 2009

¿Para cuándo los planes de igualdad en el baloncesto femenino ?





Este artículo fue escrito en febrero de 2009 para responder, si algún periódico tenía la gentileza de publicarlo, a las declaraciones del señor Garcés sobre un partido de baloncesto de las selecciones regionales de Ceuta y Murcia. Hubo cierto revuelo en esas semanas,ya que se sumó al debate el señor Felipe Coello. Lo cierto es que el artículo permaneció inédito hasta hace un par de semanas, con la creación del blog losquenoentendemosdebaloncesto. Creemos que sigue siendo un tema muy interesante y hemos decidido rescatarlo de las “entradas antiguas”de este extraño lugar de encuentro, que, en su origen, pretendió hacer público las opiniones de la autora de este sencillo blog.



¿Para cuando los planes de igualdad en el deporte?



Soy uno de los " padres ineptos” que no sacó a su hijo de la cancha cuando la selección murciana infantil de baloncesto vapuleaba a Ceuta por más de 100 puntos. El resultado final fue de 139 a 9 tal como titula Enrique J. Garcés en un artículo publicado en La Opinión el pasado 22 de febrero de 2009. Podría estar de acuerdo con él en varios de los aspectos que desarrolla en su escrito, pero antes sería necesario hacer una salvedad sobre la participación de mi hijo, y seguramente de la mayoría de sus compañeros, en el partido: no creo haberlo educado en un tipo de darwinismo social que desprecia a los débiles y sólo persigue su humillación. No pienso que él sea consciente, a los trece años, de que su aptitud hacia la competición grupal pueda ser reelaborada en clave del “nosotros” y de los “otros”, siendo estos últimos los diferentes, los potencialmente peligrosos, los enemigos a abatir en suma. Tampoco puedo suponer que mi hijo compitiera al compás de los movimientos de Las Walkirias de Wagner, con ese afán de arrasar paisajes y vidas humanas que con tanto desasosiego vimos en Apocalypse Now de Francis Ford Coppola.

Puedo convenir con el señor Garcés en la necesidad de que el deporte sea “la base esencial del desarrollo psicológico de los niños, que pueden encontrar en él un lugar para respetar la diversidad...” o que “el deporte supone el aprendizaje de la cooperación y desarrollo grupal entre iguales...”. Podría estar de acuerdo, y estoy de acuerdo con él.

Pero tal vez el problema fundamental radique, y aquí entramos en el apasionante mundo de la psicología social, en el liderazgo y en las capacidades, o implicación, de las personas que gestionan el deporte en general , y el baloncesto en particular. ¿Acaso alguien piensa que las motivaciones que orientan al señor Garcés tienen alguna relación con las expectativas y deseos de los gestores públicos y privados del deporte murciano?. Yo creo que no, y pongamos un ejemplo aprovechando que mi hija también juega al baloncesto. El artículo 29 de la Ley Orgánica de Igualdad (LOI) afirma en su apartado 1 que “ todos los programas públicos de desarrollo del deporte incorporarán la efectiva consideración del principio de igualdad real y efectiva entre mujeres y hombres en su diseño y ejecución”. Por su parte, el artículo 34 de la Ley 7/2007, de 4 de abril, para la Igualdad entre Mujeres y Hombres, y de Protección contra la Violencia de Género en la Región de Murcia, viene a decir que “ las administraciones públicas de la Región de Murcia, en su ámbito de competencias, promoverán y llevarán a cabo las acciones positivas necesarias para conseguir la plena igualdad de oportunidades de mujeres y hombres en el ámbito de la cultura, el deporte y los medios de comunicación”. Convendrá conmigo el señor Garcés que la transversalidad de las políticas de igualdad suponen un hito fundamental en el aprendizaje del respeto a la diversidad, la cooperación y el desarrollo grupal que, sin duda, ambos deseamos como valores del conjunto de la sociedad. Pues bien, por lo que conozco como madre y como miembro de un equipo que trabaja fundamentalmente con el baloncesto femenino, las personas públicas y privadas que lo gestionan ni están implicadas, ni lo sienten como algo propio, ni luchan por fomentar en las mujeres el deporte, en un año que las licencias femeninas han disminuido y en el que cada vez es más difícil completar plantillas formadas sólo por niñas.

Continúa el punto 2 del artículo 29 de la LOI afirmando que “ el gobierno promoverá el deporte femenino y favorecerá la efectiva apertura de las disciplinas deportivas a las mujeres, mediante el desarrollo de programas específicos en todas las etapas de la vida y en todos los niveles, incluidos los de responsabilidad y decisión”. Posiblemente este artículo de la LOI sea desconocido mayoritariamente en la consejería y concejalías competentes en la materia, y también en las ejecutivas de las federaciones deportivas regionales. De lo contrario no se permitiría que niñas jugarán a la intemperie y en pistas peligrosas para su integridad física, ni se rechazarían peticiones de mejoras para la práctica deportiva, incluida el derecho a compartir pistas cubiertas con otros deportes. Tampoco se menospreciaría a las selecciones femeninas como algo anecdótico y carente de interés deportivo y/o político, y se intentaría integrar en sus juntas directivas a mayor número de mujeres con valores tal vez no tan comunes a la actual gestión deportiva. Y tal vez, cuando se hablara con los responsables públicos mostrarían un talante más adecuado a unos tiempos sociales que aventan políticas de igualdad de género, y no solamente interés por los deportes, o deportistas, que puedan ser rentables con criterios publicitarios o que puedan transcender informativamente los límites de la Región.

Creo señor Garcés que ambos estamos preocupados en que los niños y niñas “adquieran valores sociales y personales que les serán fundamentales en su desarrollo integral”, y pienso que el enfoque de su artículo era plausible, pero también quiero que comprenda que muchos padres ni somos unos ineptos ni estamos obsesionados por el deporte profesional. Si realmente queremos que nuestros hijos e hijas desarrollen valores socialmente deseables debemos partir del principio del respeto a las opiniones ajenas, nunca despreciables por norma, sobre todo viniendo de un profesor universitario como usted. Hay muchas formas de acercarse a un mismo problema, muchas miradas poliédricas que reflejarán las prioridades de cada uno de nosotros.





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