viernes, 6 de noviembre de 2009

Otra experiencia en igualdad: una noticia del diario La Nueva España




Pilar Devesa lleva más de 30 años entrenando equipos tanto con los niños más aptos como con los que sufren cualquier minusvalía.

En un momento deportivo que prima el espíritu competitivo, incluso en las categorías inferiores, lo de Pilar Devesa suena a ciencia ficción. Una entrenadora de baloncesto que durante más de treinta años ha mantenido vigente su máxima: en su equipo juegan todos, altos y bajos, ágiles o torpes, superdotados o con algún tipo de minusvalía. Nunca ha ganado un título, pero se siente como si tuviese la vitrina llena. Porque nada le satisface más que la sonrisa de los cientos de niños a los que ha enseñado a jugar al baloncesto en 32 años de trabajo en el Colegio Elisburu de Gijón. También le llena la gratitud de los padres, sobre todo los que saben que no tienen a un Gasol en casa.

Pilar Devesa Pérez (Gijón, 20 de marzo de 1961) practicó el atletismo en el Colegio Rey Pelayo hasta que un entrenador norteamericano de baloncesto, Clayton Morris, dio un cursillo en el Grupo Covadonga. Jugó sólo una temporada, en el Fernández Vallín, y con 16 años se convirtió en entrenadora para profundizar en lo que más le llamaba la atención: «El trabajo en equipo». Rompió moldes desde el principio, al hacerse cargo de un equipo femenino del Elisburu: «Fue el primer equipo de niñas de un colegio público en Gijón porque en aquel momento no estaba bien visto».

En los dos años siguientes, el principal objetivo de Pilar fue conseguir una cancha, ya que jugaban de prestado en el San Miguel. Lo consiguió en 1979, gracias a la dirección del colegio, «que nos apoyó siempre. Nos costó más con las Apas, que apostaban más por el fútbol». Ese apoyo de los responsables del Elisburu fue fundamental para que Devesa pudiera plasmar su idea de baloncesto para todos: «Aquí siempre jugaron todos los niños que se apuntaban. Hemos tenido casos de síndrome de Down, enanismo, autismo y algún otro problema».

«Cuando Javier, un niño con Down, consiguió su primera canasta llorábamos todos», recuerda con emoción Devesa, sin importarle lo más mínimo las secuelas de esta política: «He perdido la cuenta de los partidos que perdíamos por 50 puntos en el primer cuarto y se cerraba acta». Aun así, el Elisburu también estuvo a punto de inscribir su nombre con los mejores: «Tuvimos alguna hornada de jugadores muy buenos. Dos veces nos quedamos a un punto de ser campeones de Asturias y otra, a dos».

Pilar Devesa prefiere entrenar a los más pequeños: «Llegué a dirigir juveniles, pero no me gustó. Prefiero enseñar y eso sólo es posible hasta infantiles. Es como el baloncesto del parque, sin sistemas de juego. Les digo que no quiero dobles ni pasos y que salgan a divertirse». Obligada a arrimar el hombro más allá de lo que le corresponde a un entrenador, explica que «el baloncesto no me compensa en lo económico, pero sí en lo personal. Todos los años digo que lo dejo, pero en agosto ya estoy otra vez ahí».

«Para mí el baloncesto es una forma de vida», dice Pilar, que conoció a su marido en una cancha y tiene dos hijas a las que también les picó el gusanillo. «Dicen que por mis venas corren balones naranjas en vez de glóbulos rojos. Pero en casa dejamos de hablar de baloncesto porque acabábamos discutiendo".

El artículo es de Mario D. Braña

No hay comentarios: