domingo, 24 de enero de 2010

CB Murcia 98 Fuenlabrada 71: ¿la resurrección?.


El sol bruñía las ramas desnudas de los plátanos. Eran las doce del mediodía. Aguardábamos sentados en las escalinatas del Palacio de Deportes. A lo lejos, las suaves líneas de la sierra se recortaban sobre un cielo claro, blanco, con alguna nube vaporosa en sus costuras mediterráneas. La gente llegaba tranquilamente, esperaba, miraba a su alrededor buscando una muchedumbre compacta, con banderas del CB Murcia y corazones acompasados por los latidos rojos y negros de nuestro equipo.
Una entrenadora dijo:
-Mi hermano dice que hoy comienza la resurrección del equipo.
La miramos, miramos alrededor buscando indicios en el cielo, en la tierra, en la corteza baja de los árboles, en los reflejos acuosos del estanque cercano, en las miradas de los que llegaban, y de los que esperábamos tal vez un milagro. Pero nada se reflejaba en el cielo. No vimos águilas volando en círculo, ni buitres más allá de los vientos levantiscos, ni el musgo creciendo en el ocaso de las sombras crepusculares de un invierno largo. El Oráculo de Delfos quedaba muy lejos, en un declive de olivos y sueños claros y azules. Las entrañas de Prometeo, aquél que debía robar el fuego de la victoria a los dioses de la ACB para entregárselo a un subterráneo y melancólico CB Murcia, se exponían al público junto a los carritos de cascarujas mientras las águilas de la derrota picoteaban, desgarraban y engullían las partes blancas, gelatinosas de una derrota tras otra. ¡Y que decir de los buitres y de aquellos torpes gorriones con los que San Francisco de Asís quería dialogar, arrodillado a los pies de una ermita y un ciprés!.
Entramos en el pabellón. En lo alto, una mancha naranja de tambores, pitos, camisetas y voces de Fuenlabrada animaban al equipo madrileño, saboreando de antemano una victoria que debía caer como fruto maduro en sus manos. Guardamos un minuto de silencio por las victimas del Terremoto de Haití, un minuto que nos pareció corto para solidarizarnos con las cientos de miles de tragedias humanas, que han ensombrecido con sus negras alas de muerte los cielos del mar caribe.
¡Y comenzó el torbellino CB Murcia!. 20 minutos, dos cuartos de juego casi perfecto, con un sublime Vujanic y un no menos maravilloso Pedro Robles. Al final del segundo cuarto, se oyó a una voluntariosa seguidora del Fuenlabrada gritar: ¡este partido lo vamos a ganar!. Voluntad de victoria a pesar de los desastrosos veinte primeros minutos de los madrileños. Un murciano cuchicheó a sus acompañantes: “parece que antes de labrar, la fuente estaba plantada de amapolas”. Risas, conciencia de que era imposible perder ante el Fuenlabrada, alegría y, tal vez, veinte minutos finales que no aportaron nada a una victoria contundente y anhelada por los seguidores murcianos.
Abandonamos el pabellón con la alegría aún floreciendo en las bocas y en las frases construidas con los materiales de la esperanza. Afuera, el cielo aparecía encapotado, una brisa húmeda arrastraba nubes cada vez más amenazantes. La lluvia estaba próxima; una tarde de domingo lluviosa, triste, rememorando, sin embargo, los recuerdos de una mañana cálida, brillante y alegre. Ganamos, ganamos al Fuenlabrada por 98 a 71 y en estos tiempos de pesimismo cuasi antropológico no es poco.
No sabemos si se está asistiendo a la resurrección del CB Murcia, como nos dijo aquel joven llegado de las tierras próximas y amigas de la antigua Corona de Aragón, pero sí podemos afirmar que cuando el futuro se manifiesta con letras de gótica decadencia, de edificios de piedra derruida, de yedra creciendo y desmigajando la herencia de nuestros ancestros, siempre hay alguien que nos recuerda que la esperanza existe, es real, tiene textura y olor, y que nos acompaña aún en los lugares más inhóspitos. Queremos recordar los nombres de nuestros jugadores, de estas personas imperfectas como nosotras, pero con un algo que nos atrae cada catorce días y nos hacen partícipes de un proyecto colectivo de alegría y solidaridad, también de desencanto y renuncia:

Amara Sy, Pedro Robles, Chris Moss, Marco Gaona, Delininkaitis, Xavi Sánchez, Victor Faverani, Óscar García, Vujanic, Prestes, Moncasi, Scepanovic, Asselin y Powell.

La fotografía pertenece a Javier Bernal.

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