jueves, 28 de enero de 2010

Noches en blanco


Entre los poemas que Dios ha escrito sobre las personas, en lenguas mayoritarias, minoritarias y en peligro de extinción, hay uno magnífico que habla de su preferencia por tal o cual pueblo, villorio, aldea y casa de labranza. Dios pertenece a todas las personas y éstas lo adoptan como propio, como protector del lar, de la polis, del feudo, del estado moderno y del mundo globalizado, aquel del que nos habla Bourdieu indicándonos que los pobres ya no son holgazanes, ahora son incultos. Algo se ha escrito también de la preferencia de Dios por los hombres, de su literatura dura y justiciera plasmada en el Antiguo Testamento, o de esa prosa más dulce, equilibrada, rebosante de ternura y amor del Nuevo Testamento. La vida es dura, nadie lo duda. La lucha por individualizarnos, por ser las mujeres en vez de la mujer apenas ha superado su fase genética, queda mucho camino por recorrer. Nunca las mujeres hemos tenido identidad propia, es decir, identidades individuales como ocurría en el caso de los hombres. ¿Cuánta gente sabe quién era Mary Wollstonecraft u Olimpia de Gouges?. La historia se escribe con la pluma de los vencedores, con la prosa heroica de los que sobresalen sobre los demás competidores, antaño mediante el exterminio y el encalado de los muros de fusilamiento, ahora mediante el mercado electoral o de las ideas confrontadas. El deporte, los deportes, es cosa moderna; es la civilización de la competición mediante reglas iguales para los contendientes; es, en los deportes colectivos, el desarrollo de vínculos de solidaridad, de permanencia al grupo, de entrega mutua. Es, como hemos leído en algún blog, una forma de vida.

Pero nos falta algo, nos falta que el deporte sea también una herramienta de igualdad de género. Hay que dar importancia al deporte como relación e integración social, hay que relativizar las marcas y las capacidades físicas porque lo importante es formar parte del deporte, del baloncesto, del fútbol, del balonmano, de voleibol... y tal sentimiento de pertenencia es incompatible, en general, con la sacralización de la victoria por encima de valores sociales que consideramos vitales para la supervivencia de la especie misma.

2 comentarios:

Jesús dijo...

Me encanta tu forma de escribir y tampoco entiendo de baloncesto, aunque me gusta sufrirlo. Difícil combinación que se materializa leyéndote. Un saludo y no dejes de escribir.

Lucía Sánchez dijo...

Gracias. Nos vemos en Cartagena el próximo 28 de febrero. Hay una película neorrealista italiana titulada, si no recuerdo mal, "Hoy toca milagro". Veremos como amanece esa hermosa ciudad mediterránea. No podemos recurrir a los Idus,veremos.