jueves, 14 de enero de 2010

¡Volquémonos por Haití!



Escribe Eduardo Galeano en “Las venas abiertas de América Latina”:

“Al norte y al oeste, Haití se convirtió en un vertedero de esclavos: el azúcar exigía cada vez más brazos. En 1786, llegaron a la colonia veintisiete mil esclavos, y al año siguiente cuarenta mil. En el otoño de 1791 estalló la revolución. En un solo mes, septiembre, doscientas plantaciones de caña fueron presa de las llamas; los incendios y los combates se sucedieron sin tregua a medida que los esclavos insurrectos iban empujando a los ejércitos franceses hacia el océano. Los barcos zarpaban cargando cada vez más franceses y cada vez menos azúcar. La guerra derramó ríos de sangre y devastó las plantaciones. Fue larga. el país, en cenizas, quedó paralizado; a fines de siglo la producción había caído verticalmente. “En noviembre de 1803 casi todo la colonia, antiguamente floreciente, era un gran cementerio de cenizas y escombros”, dice Lepkowski”.

Siglo XXI, pp. 102-103.

Y ahora y siempre “una nueva cabronada de la naturaleza” en palabras de Maruja Torres. Haití es un país perdido en el Caribe, sometido hasta hace 200 años al atroz colonialismo francés; desde entonces a una dependencia exterior también atroz y a una clase dirigente corrupta hasta los tuétanos. Haití desforestado, degradado, desangrado por salvadores foráneos y propios. Haití maldecido por la naturaleza y por las acciones humanas

Volquémonos por Haití, que la naturaleza no sea la causa de la muerte y de la miseria de sus gentes, que puedan levantarse sobre el horizonte marino y vean una tierra limpia y dorada por los rayos del sol caribe, y no lo que la naturaleza y los actos humanos premediten como tragedia para un pueblo libre que debe hacerse con las riendas de su futuro.

Podríamos citar a Juan Bosh y su “De Cristóbal Colón a Fidel Castro. El Caribe, Frontera Imperial” o “La Revolución Haitiana”; podríamos recrearnos con las descripción del Mar caribe y de la Revolución Haitiana con “El Siglo de las Luces” de Alejo Carpentier; acaso podríamos citar a Pablo Neruda. Pero ahora no es el momento de maldecir la maldición mil veces bíblica de un país como Haití, se trata de ayudar.

¡Volquémonos por Haití!.¡, como escribe Maruja Torres.

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