miércoles, 30 de junio de 2010

Aquella noche de frutas maduras...


Ainhoa Izar sonrió aquella noche de frutas maduras, de nubes blancas acariciando el perfil cálido de la luna y de rayos de alegría en los anillos oscuros de los jardines. Encaramada en el haya otoñal de su infancia, rodeada de hojarasca rojiza y rocío transparente en la mirada de la aurora, nunca pensó que la felicidad se materializara en un gol de Villa, día de San Pedro y San Pablo para los creyentes, de sombras altas y vanidosas para los paganos. A ella que no le gustaba el fútbol, tampoco todo el teatro del absurdo que se escenificaba a su alrededor. Creyó ver el balón rebotando hasta la noche en los rizos del Mar Menor y el desafuero de muchos bailando en mitad del Universo, rodeados de estrellas mágicas y luceros soñados del crepúsculo. Marcó Villa y Ainhoa Izar voló con su leve cuerpo al Paraguay, a las reducciones de los Jesuitas, a los guaraníes y su bello canto. Pero antes, envió un beso de amor eterno a José Saramago y reconstruyó en su mente las imágenes de “La balsa de piedra” del escritor de Azinhaga, mientras bebía de las fuentes eternas del Tajo.
¿Por qué la tierra es tan hermosa a pesar de tantas cosas que no amamos?.

3 comentarios:

Anonymous dijo...

Ay Lucía.
El otro día, mejor dicho, la otra noche, a orillas del Mar Menor, tuve la ocasión de ver la luna llena iluminar las orillas que antaño acogieron los pasos de nuestros abuelos, quién sabe si alguna vez se marcaron juntos en la fina arena de la playa.
Estuve un buen rato sentada allí, en un banco del paseo, respirando la brisa, la sal, viendo el suave balanceo de los barcos cercanos y mirando cómo la luna iba cambiando de color. Del blanco anaranjado de su nacimiento, por la zona de la Encañizada, al blanco radiante que acabó teniendo.
Viéndola tan hermosa y redonda mi imaginación la convirtió en balón de basket y la lanzó de un triple imposible a la canasta que en el mar era su reflejo. Gran cesta blanca en mitad de la negrura de la noche.
Allí me puse a pensar en la temporada que ha terminado, en lo bien que lo han pasado los críos jugando a su deporte favorito, haciéndose amigos ellos y uniendo a los padres un poco más que otras temporadas pasadas, pensando en lo que va a pasar, en lo que se hablará en la reunión del miércoles, en todas esas cosas que son tan importantes pero que, si se analizan un poco, dejan de serlo, la importancia se la damos los padres más que los hijos porque ellos lo que quieren es jugar, competir… ganar y el futuro lo ven más lejano que nosotras.
La luna me decía, con su lento caminar, que no nos paremos por un futuro que desconocemos, que nos movamos por el presente que nos brinda la oportunidad de verla, noche tras noche, allá arriba, con su luz encendida para guía de caminantes, de jugadores, de soñadores enamorados, de poetas.
Todos los inicios de verano son iguales: indecisión, nervios, temor y luego paz para los que aguantan un año más en su club y esperanza para los que han sido descartados que pronto encuentran otro club que los acoja en su seno.
La temporada que viene, más.
Gracias Lucía.
Lloranda Gay

Anonymous dijo...

Buen tema anónimo.
Yo como madre nunca he entendido que cuando el equipo de mi hijo va ganando de 30 o 40 puntos, el entrenador sigue jugando con sus 6 o 7 jugadores y no saca a los a los otros 4 o 5 jugadores ni un minuto.
Y tampoco entiendo como tiene jugadores en pista practicamente los 40 minutos; yo creo que no pueden rendir esos 40 minutos al mismo nivel. Como dice Albert Benaiges. A los 12 chicos los ha escogido el club y tienen derecho a jugar, por qué tienen que haber 10 esparring para que puedan desarrollar su juego los dos elegidos. No es justo; yo dejaría al entrenador y a estos dos jugadores entrenando y jugando siempre ellos los partidos y crearía un nuevo deporte llamado "Baloncesto de 2", y al resto que ven este deporte de otra forma les dejaría seguir practicando el BALONCESTO que todos conocemos.

Anonymous dijo...

En alguna ocasión el entrenador del club de mi hijo ha utilizado esa diferencia para ensayar jugadas, poner a otros jugadores que habitualmente no juegan o juegan poco y otras veces como entrenamiento puro y duro. Los padres contrarios, en ocasiones, no entendían que pidiera tiempo muerto, que siguiera presionando en toda la pista y gestos así.
Al que va ganando le sirve como entrenamiento pero al que va perdiendo le sienta como vejación. Para eso, en las categorías inferiores existe el K.O. a los 50 puntos, no es tan duro para los niños ni tan humillante.
Si una vez llegados a esa diferencia los entrenadores lo hablan, la visión de los padres podría ser distinta y más comprensiva.
En cuanto a que todo el equipo juegue por y para 2 ó 3 jugadores siempre me ha parecido injusto. Los favoritismos no son buenos en deportes de equipo pues pueden crear un efecto perverso y contrario al espíritu del concepto EQUIPO.
La pena es que el entrenador es el dueño y señor del banquillo y juegan los que él quiere, los que le caen bien, los que le han obligado a poner partido tras partido por compromisos de rango superior y demás etcéteras. A veces no sólo juegan los mejores...