jueves, 15 de julio de 2010

De días fundacionales


La pleamar futbolera que ha mantenido inusualmente alta la linea de flotación del país comienza a perder fuelle. La fiebre roja remite y los corazones laten con más parsimonia. España regresa a sus paisajes asolados por el calor, a la calima, a la decaída compostura de las palmeras y los vientos norteafricanos. Vivimos tiempos extraños y los recuerdos, a veces, también lo son. El horizonte ya no es el de nuestra adolescencia. Lo contemplamos pausadamente, buscando rasgos conocidos en los pinares quebrados que descienden desde las colinas cercanas al mar, y sólo hallamos salinas rojizas y algunos grupos de flamencos diseminados en los tonos amarillos del paisaje. Miramos con desdén la herencia del beneficio rápido e inconsciente y sólo vemos ladrillos apilados sobre las dunas, sobre el palmito, sobre los arbustos que arañaban nuestras piernas cuando bajábamos a las calas y a las olas blancas de los primeros años de los ochenta. Y mientras volvemos a ver el video “Memoria de jóvenes airados” de Loquillo, recordamos aquella noche de 1984 en la que la selección española de baloncesto conquistó la medalla de plata de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles. El viento calmado de la madrugada, los grupos de jóvenes sentados en la arena observando la inmensa oscuridad del mar y la luz parpadeante cerca de las islas invisibles de la noche. Éramos felices, ¿quién no lo era a los 18, 19 ó 20 años?. Ahora, pasada la fiebre roja y la pleamar que nos devuelve a una crisis descarnada que no parece fenecer en las esquinas de los años, comparamos las alegrías de aquella noche estival del año totalitario de George Orwell y las del 11 de julio de 2010 y nos quedamos, sinceramente, con las canastas de Corbalán, de la Cruz, Jiménez, Iturriaga, Martín, Romay, Epi, Solozábal, Arcega, llorente, Margall, Beirán... a pesar de perder por 31 puntos. Han pasado muchos años desde entonces pero la memoria siempre busca los recuerdos de una juventud abandonada a un tiempo de esperanzas y emociones irrepetibles. Tal vez para nuestros hijas e hijos el 11 de julio sea un día fundacional pero para nosotras no, porque ya no caminamos sobre la ola de la vida y las aves que cruzan el cielo buscan los basureros del interior de nuestra civilización.

2 comentarios:

Anonymous dijo...

....."a pesar de perder por 31 puntos"......., sí, es cierto, pero perdimos contra MICHAEL JORDAN, PATT EWING, LEON WOOD, CHRIS MULLIN, SAM PERKINS, TERRY CUMMINGS, WAYMAN TISDALE.... todos ellos, muy poco después, auténticas estrellas NBA en sus respectivas franquicias...

Anonymous dijo...

Ay, Lucía, qué más da que perdiéramos entonces por 31, la historia se estaba escribiendo al tiempo que se disputaba ese partido. Da igual si se perdió porque no fue pérdida, fue ganancia al conseguir esa gesta histórica, lo mismo que la Roja. ¿Qué hubiera pasado si pierden contra Holanda? Nada. La historia nos estaba premiando por el hecho de haber llegado hasta la final. La suerte fue que nos premió del todo con el gol de la victoria, el de la humildad, el del saber estar y jugar con deportividad.
Esos son los recuerdos que deben quedarse en nuestros chicos, que sin prepotencia, chulería y mal juego se puede ganar a cualquier otro equipo.
El otro día, bien temprano, me asomé al Mar Menor desde la parte de los lodos, de las salinas y miré hacia la otra orilla. El cielo y el mar tenían el mismo color y la neblina ocultaba casi por completo los edificios de la Ribera, de los Alcázares y más allá.
Parecía que el mar continuara hacia el cielo o el cielo bajara hasta la orilla, a mis pies…
Pocas veces he visto un paisaje parecido, tan envolvente, tan sugerente para el recogimiento, la meditación o la poesía.
Hacía tanto tiempo que no me acercaba de manera asidua al Mar Menor que todas esas sensaciones las tenía olvidadas, estaban en el fondo de mis recuerdos y ahora, cada vez que voy, una sacudida de emociones me recorre el corazón y me deja exánime ante tanta belleza que aún perdura aunque la mano del hombre se empeña en afear.
Hace unos años, el hecho de estar junto a la orilla era una invitación casi irrefrenable al baño, ahora, la edad, esa mala compañera de viaje, me ha quitado bastantes ganas, ya no es como entonces pero lo que nunca me quitará será la experiencia que el mar, la playa, grabó en mi mente, en mi corazón y en mi alma. Esas sensaciones y esos recuerdos se los llevará Alzheimer si me toca pero lo vivido allí nunca me lo arrebatará porque ya lo he disfrutado.
Este año le toca a mi familia. Deseo que vivan intensamente y que disfruten de sus experiencias en el Mar Menor que no serán pocas. Yo haré lo que pueda para que además sean felices y las puedan almacenar como Días Fundacionales.
Que así sea.
Gracias Lucía
Lloranda Gay