sábado, 25 de septiembre de 2010

Las chapinas de nuestra adolescencia



Mañana, día de playa. No tenemos compromisos con el baloncesto y, por una vez, iba siendo hora de tenerlos con nosotras mismas. Un buen baño, una buena comida, un buen café y la lectura de La Vida y el Destino de Vasili Grossman de los Garrard, John y Carol. Necesitamos respirar el aire marino, caminar por el carrizal de La Hita, observar las descripciones oníricas de las nubes blanquecinas alargadas hacia levante o hacia el norte, recapacitar sobre ese antiguo proverbio chino que asevera que “cuando el sabio señala la Luna, el ingenuo mira el dedo”.

El baloncesto es un destino extraño para nosotras, neófitas e impresionables por su lenguaje de fantasmas y ramas de olivo invernales. Tal vez alguna vez penetremos en su esencia como en una partida de ajedrez congelada en uno de sus millones de movimientos posibles. Sólo decir que la torre impide la visión de una luna llena surgiendo del fondo de las algas. Nosotras, pobres peones maleados por los vientos tempestuosos de la vida -y de la muerte-, nos movemos con dificultad en las noches de ausencia, con la sola sonrisa de las estrellas y de los espíritus expectantes del polvo estelar.

Mañana buscaremos las chapinas de nuestra adolescencia en los versos alguna vez proscritos de Carmen Conde. Es una buen reto mientras el CB Murcia juega su partido de presentación en el Palacio de Deportes. La vida es hermosa a pesar de la ausencia del padre entregado a las luces del destino eterno. Todo fluye- como escribió nuestro admirado Grossman- y por un día preferimos visitar Los Estanques del Patriarca descrito por Bulgákov en El maestro y Margarita a hundirnos hasta la cintura en los misterios del baloncesto y sus intérpretes.

Octubre es otra cosa, el mes de la consolidación del otoño y de los primeros partidos de una nueva liga.

1 comentario:

veraneante tardío dijo...

No sé si te servirá para mucho, Lucía, por lo de lo onírico y todo eso. Las nubes del mar estaban alargadas en sentido NE-SW