domingo, 7 de noviembre de 2010

El silencio es nuestra última palabra...


“Escribir en España no es llorar, es morir,

porque muere la inspiración envuelta en humo,

cuando no va su llama libre en pos del aire”


Luis Cernuda


Es también desnudar tu alma, no ante la gente que te lee y discrepa, sino ante ti misma, ante tu propio discurso lógico que brota, como el agua de los manantiales, de tu cabeza soñadora, o realista o falsamente amueblada con lecturas dispares.

“Agua de los manantiales” o de las fosas sépticas, a veces desconocemos de donde mana la realidad creada que nos rodea, los árboles en el horizonte alineados hacia un sur de dorados y plácidos soles mediterráneos, o las nubes blancas que cruzan raudas nuestras pasiones descontroladas o apenas sujetas con quebradizas bridas de paja.

No sabemos si somos la noche de la esperanza o una tierra herida por la desidia y el desamor; tampoco si las palabras que fluyen ora libres y limpias ora trabadas y sucias son dictadas por la razón o por la ilusión. Solo (1) alcanzamos a comprender que nuestro corazón se deshace expuesto a los vientos y a lluvia en un alto y aislado roquedal de las montañas del olvido, allí donde la Nube grita su enfado y escucha atenta el llanto de sus esclavizados adeptos.

Quisiéramos ser una isla dominando el Siglo de las Luces, el Mar Caribe que nos besa en la frente con sus aguas turquesas o mantener conversaciones en la catedral, en la penumbra, absorbiendo el aroma del incienso y de los líquenes adheridos a las suelas de los zapatos. Pero no somos Alejo Carpentier, ni Vargas Llosa ni tan siquiera la humilde hormiga en un paisaje frondoso habitado por proyectos y luciérnagas que los iluminen.

Solo la vida transcurriendo día a día, entre cielos despejados y gaviotas que dibujan sombras móviles en los horizontes descarnados del crepúsculo. Y cuando llega la noche, viajera del desconsuelo y de la vigilia, volvemos la cabeza a un tiempo pasado escrito con renglones rectos y palabras oscuras y vemos el ocaso de la historia y su oráculo, que ya describió la decadencia, la necesidad, el abandono y el olvido de las gentes que se ahogan en las crestas blancas de las olas de los océanos y de los mares interiores.

Y ahora callamos y recordamos a Luis Cernuda, y pensamos con él, y con muchos otros, que España es el único país en el que se muere por la poesía, y por las estrofas de cualquier soneto que nos destroza el corazón con garras de animal pacífico. Somos la última voluntad de nuestros descendientes, también de nuestros ancestros. Somos una bandera hecha jirones ondeando al viento de la desventura, en mitad de la tierra, arrastrada por las pasiones procelosas de torrentes desventurados.

Y callamos, el silencio es nuestra última palabra...



(1)- Muy a nuestro pesar, escribiremos solo (adverbio) sin tilde para adaptarnos a las nuevas normas de ortografía de la RAE.

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