viernes, 10 de diciembre de 2010

Más vale ciento volando que pájaro en mano



Benjamin Franklin escribió: “no he fracasado. He encontrado 10.000 soluciones que no funcionan”.

Tal vez a la solución 10.001, la que ha funcionado, se le llame ciencia y a las otras 10.000 arte. Es humano buscar con el corazón diálogos con el Universo, con la Naturaleza, con nuestras propias contradicciones. Es humano encontrar una respuesta después de muchas indagaciones, pero si no la encuentras, la vida sigue fluyendo desde las fuentes cristalinas del mundo interior, ese que no se ve, que no se huele, que no se palpa pero que está ahí, a una lanzada de piedra o de sueño.

Abandonamos el País Vasco con muchas preguntas sin hacer, con el agua brotando de todos los taludes de las carreteras, con las laderas otoñales de cobre, verde y blanco, con los rebaños de ovejas en los prados de cualquier calvero del bosque, con las olas y las estelas de plata de los puertos pesqueros, con el ulular del viento en los artesonados de los caseríos, con los niños jugando en los soportales de la plaza del ayuntamiento de Oñati, con los pinos en la Isla de San Nicolás y los eucaliptos como plantas de bambú en los acantilados de Ondárroa, con el olor a humedad de los sillares de iglesias y catedrales, con la belleza de San Sebastián... y nos fuimos con pesar en el alma, porque creemos que los paisajes, los cielos, los valles y los mares visitados forman ya parte de la historia de las personas, esa historia individual que se teje a lo largo de los años con los recuerdos, con las experiencias, con las frustraciones y con las alegrías. Quizá ahí podamos encontrar nuestra singularidad con otras especies animales: el mundo que vivimos se convierte en una parte esencial de nosotros, los ríos en los que te has bañado o has lanzado cantos rodados son tus ríos, las lineas oscuras de las sierras que deslinden el cielo y la tierra son las fronteras entre tu realidad y tu ensoñación, entre la utopía y la realidad...No importa el tiempo para amar lo cercano, o lo lejano, solo una mirada perdida, un árbol distinto en un bosque homogéneo, la caída de las hojas en un día concreto del otoño, con el cielo blanco y las montañas ocultas por la niebla. Y entonces te quedas prendada de ese momento único y aquella oveja negra pastando en el prado se convierte en memoria vivida y añorada.

Nuestros hijos han jugado al baloncesto en Zumárraga y Urretxu. Han ganado dos partidos y el tercero ha recaído en el combinado vasco merced, creemos, a la fragua de identidades entre equipo y árbitros. Pero aunque se hubiera perdido con todas las de la ley, su juego ha sido arte con mayúscula, una de esas 10.000 soluciones que no han funcionado. Lo importante ha sido verlos disfrutar en aquellos lejanos valles de bosques verdes y rojizos, festejar las victorias, convertirse en familiares hombres araña, abrazarse con jugadores de otras regiones, mostrar curiosidad por lo distinto...

Nosotras también hemos disfrutado. Y ahora que desde la ventana de nuestro hogar vemos a las niñas del AD Infante entrenar entre charcos, y nos dedicamos a la lectura solitaria de frases más o menos conocidas, recordamos a Clara Campoamor cuando dijo que “he trabajado para que en este país los hombres encuentren a las mujeres en todas partes y no sólo donde ellos vayan a buscarlas”.

O siendo más idealista, ésta otra de Eduardo Chillida:

Más vale ciento volando que pájaro en mano”.

Preciosos paisajes aquellos con bandadas de pájaros esbozando el tiempo en una tela azul.

Os dejamos una grabación con una cámara fotográfica que realizamos en Durango un domingo de diciembre, recién llegados al País Vasco.

1 comentario:

Anonymous dijo...

¡Ay, Lucía!
Cuánto tiempo hace que no me asomo por tus páginas para embriagarme de tus palabras, con tus palabras y saborearlas, como el vino bueno.
El baloncesto casi que ya camina solo y yo voy camino de que me ayuden a caminar, ja,ja,ja,
El tiempo, siempre la culpa al tiempo que nos queda libre, como dice María Dolores Pradera. Ahora todas las culpas son para los Tontoladores pero eso es otra historia.
Me alegra que la excursión por las vascongadas haya sido si no exitosa sí provechosa pues habéis conocido gentes, rincones, paisajes y gastronomía distintas a las habituales.
Yo he podido disfrutar de mi casa, de mi familia y de mis tiendas en las que comprar lo necesario para el día a día, que tampoco está mal.
La verdad, echo de menos entrar más a menudo en tu nube, en tu rinconcito particular y a la vez de todos.
Gracias, Lucía.
Lloranda Gay