viernes, 10 de junio de 2011

El viento es nuestra patria

El viento es nuestra patria desde que surgimos ateridos de la oscuridad de las cuevas. Surgimos como un torrente subterráneo que desbravó en el valle- palmeras, meandros, dátiles y risas- y ya nunca fuimos esclavos de las tinieblas, ni de la antorcha, ni de los fantasmas húmedos de las paredes, ni del silex, ni de los dioses que nos fustigaron con sus temores y sus venganzas. Ya no…
El viento que atravesaba cordilleras, que susurraba en los bosques, que atería los dedos blanquecinos del mar.
El viento que hablaba lenguas ininteligibles, que acariciaba en verano nuestros rostros dorados, que decía “te amo”- I love you, Je t´adore, Ich liebe dich, Ti amo…- , en primavera mientras germinaba el trigo y las nubes bailaban a nuestro alrededor.
Ese viento que callaba cuando estábamos tristes y tornaba huracán cuando nuestras voces retumbaban confiadas en los confines- siempre extensos, siempre inabarcables para tanta insignificancia- de nuestra felicidad.
La sonrisa de las palmeras, el sol de los membrillos, las granadas en medio de la huerta, la hierba, las amapolas, los cuerpos tendidos, los rayos de sol entre el ramaje, el crepúsculo, tú, yo y el viento en un mar verde de libertad.
Y ahora que somos nubes en el horizonte, blancas nubes sin nombre, el viento sigue besándonos con sus hojas de luz.
Y nos arrastra, y juega con nuestros hilos de agua, y suspira y su cálido candor nos hace sonrojarnos antes del crepúsculo.
El viento es nuestra patria, nuestra única patria.

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