martes, 21 de junio de 2011

Volvemos al baloncesto: La decadencia de la clase laboriosa

La clase laboriosa es aquella gente que nunca tuvo, ni tiene, ni tendrá, un lugar privilegiado en cualquier ladera de la Toscana, con un pueblo de piedra en lo alto, cipreses, viñedos, un cielo ensangrentado y una paz interior formando ramilletes de fuegos artificiales.
La clase laboriosa nunca bordará titulares en la Nube, aparecerá por cualquier esquina del escenario y desaparecerá, cuatro o cinco años después, sin hacer ruido, en silencio, sabiendo que no está ungido por los dioses pero tampoco maldecido por los diablos. Cruzará por última vez el río, observará los cañaverales, el agua enturbiada, las ánades ocultándose debajo de cualquier puente de diseño, el cielo brillante de primeros de julio y el rastro tórrido de la última ráfaga de viento.
La clase laboriosa ha existido a lo largo de los siglos, pero nunca ha aparecido en los libros de historia, al menos hasta la École des Annales, y cuando la fotografía ha centrado su objetivo en ella ha sido para realzar la estatura intelectual y moral del gen egoísta ( The Selfish Gene) de Dawkins, que levita entre las fotos colectivas de cualquier orla universitaria o de cualquier grupo deportivo.
La clase laboriosa ha sido siempre considerada clase subalterna, aunque durante algunos siglos ha manifestado un orgullo de pertenencia impropio para su condición. En algún caso, ha exclamado ¡hasta aquí hemos llegado! y ha provocado una especie de cierre laboral. Pero es sabido que el principal hándicap de la especie laboriosa es su número lo que lleva al The Selfish Gene que algunos llevan dentro a menospreciarla con leyendas babilónicas.
La clase laboriosa es paradójicamente una clase en extinción siendo la más numerosa, lo que no deja de ser un contrasentido. Ha debido leer a Darwin y, más específicamente, a los darwinistas sociales y cuando la vemos en las canchas de baloncesto, aquí también hay clase laboriosa, pensamos en cadáveres futuros más que en diversiones presentes.
La clase laboriosa vive al día, lo que la hace presa fácil del engaño y del autoengaño (pensemos en las hipotecas, el crecimiento económico continuo y los racimos de billetes de euro colgados de los parrales), pero mantiene una amistad inquebrantable a lo largo del tiempo. Tal vez, esto último sea importante.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Chusma, chusma, somos lumpen proletariat...
http://siniestro.com/historia/tema/chusma/