miércoles, 23 de noviembre de 2011

La escalera

Esperamos. Se hace larga la espera pero no nos queda sino esperar. ¿A qué?, ¿a quién?, ¿a Godot?, ¿al mensajero que trae el sobre con el finiquito?, ¿al poeta que susurra a la lluvia una plegaria de desamor en un bosque de helechos?, ¿al novelista que narra el ocaso de las sociedades con certezas temporales?, ¿al que ruega a Dios y con el mazo atiza?, ¿al espíritu de Cela en las encrucijadas azules de La Alcarria?, ¿a los amigos que hablan del mar y de sus luces cambiantes....?.

“O galego na escaleira, non sabe se sube ou baixa”.

No hablamos de Jesús, por supuesto. Sabemos cuando sube la escalera, también cuando la baja. Tampoco hablamos de tópicos que solo dañan la convivencia y el diálogo. Tal vez nos refiramos a una estatua de sal oteando los perfiles de la Ría de Vigo, o a la lluvia que nubla la mirada de Valle Inclán en cualquier plaza de la ciudad de Pontevedra, o a la presencia del placer en la espesura de los carballos.

Delicioso placer que nos robaron mientras comíamos lentejas en Rianxo. ¡Gente extraña que viene a comer lentejas en las entrañas del marisco!, ¡pero si abres una ola y comes rodaballo ya cocinado!. No hablamos de la historia de una escalera, menos aún de Buero Vallejo y sus dibujos de la cárcel, hablamos del que sube o del que baja la escalera. En los pisos inferiores está el infierno, en los superiores el averno: más arriba no hay atmósfera y no se puede sufrir, tampoco mentir.

Deberíamos meditar sobre nuestro futuro o sobre la ilusión de nuestro futuro, porque si alguna vez lo tuvimos ahora solo es sueño y Segismundo se pasea por los campos de agua bendiciendo las coles de Bruselas. Más acá, los tomates escriben historias de locura y de pasión. Ellos que han compartido tantas emociones en los invernaderos, que han rozado con su piel las arrugas del sufrimiento, pero también del amor.

Pronto sabremos si se sube o si se baja la escalera, pero al final donde mejor se está es en la escalera. No se toman decisiones, las toman por nosotros. Vivimos en la edad dorada de los políticos. Viven aferrados a los escalones mientras en derredor arde el mundo- el infierno-. Ya vendrá la gente de Berlín y dirá lo que hay que hacer, mientras tanto no se sabe si suben o bajan la escalera; en pocos años cobrarán una agradable pensión, se comprarán el equipamiento deportivo y caminarán por las verdes ondulaciones de los campos de golf. Políticos jubilados, entrañable gente.

Terminamos con Cortázar, don Julio:

Instrucciones para subir una escalera

 “Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se situó un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso.
Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie).
 Llegando en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso”.

De “Historias de Cronopios y de Famas

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