viernes, 2 de diciembre de 2011

Peces iridiscentes

Impelida por el irrefrenable impulso de describir la realidad con metáforas indescifrables pensé en el Consejero de Cultura que, poco antes, había pregonado el fracaso de las subvenciones al deporte profesional y la necesidad de la participación del capital privado en su financiación. Recordé el gran negocio que supuso para determinados empresarios sus inversiones en deportes como el fútbol y el baloncesto. Mi corta imaginación me llevó, en una nube de polvo cósmico, al gran hangar del consumo de Nueva Condomina, a las recalificaciones de terrenos y a las infraestructuras de acceso, incluido el tranvía, pagadas por todos los ciudadanos de Murcia. Luego, un rayo multicolor, como un cañón de peces iridiscentes de las profundidades abisales, proyectó en el cabezal de mi lecho las sonrisas de miles de niños paseando por parques temáticos, ramblas embravecidas por la espuma tumultuosa de los sueños marcianos y tigres de bengala a lomos de elefantes comiendo monos y plátanos en las primeras paredes del lejano Himalaya. Más tarde, cuando ya la lluvia de este dos de diciembre caía sobre las calles de la ciudad, recordé a un tal Polaris que quiso ser el amo del mundo, plantar palmeras egipcias con picudos rojos en cada esquina del Campo de Cartagena y lanzar pelotas de golf hasta colmatar las leves profundidades del Mar Menor. Como siempre su inversión en el CB Murcia fue coyuntural y a caballo de las subvenciones del ayuntamiento y de la comunidad autónoma.
Finalizada la época de subvenciones públicas al deporte profesional, también al deporte de base, solo queda esperar salir de la crisis para que la inversión privada retorne como una nube de moscas sobre los nichos de empleo, que cada vez son más escasos y necesitados de verdadero espíritu de innovación y no del mero dejarse llevar por las suculentas tajadas que pueda ofrecer papá Estado.
Esperando, esperando, la tormenta y sus rayos se marchó.

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