jueves, 23 de junio de 2011

Lorca



Hoy he paseado por las calles de Lorca. Cosas del trabajo. Ya a la salida de la autovía, en dirección a Águilas, se observaban los efectos del terremoto. Las grietas en algunas casas de dos pisos y en el edificio de una central hidroeléctrica. El sol caía a plomo sobre las azoteas de la ciudad, el lo alto una torre del castillo había sido apuntalada y el verde de las redes apenas dejaba vislumbrar el ondear de una bandera nacional. Pasada una rambla poco profunda sombreada por los eucaliptos hemos entrado en el barrio de La Viña: soledad, edificios apuntalados, puertas de accesos con cadenas, cruces negras, verdes, la manzana de una calle demolida y aplanada, los edificios de la otra manzana, a la espera de la grúa, bajos comerciales reventados, un barrio muerto.
Lorca ha sufrido y le quedan años de sufrimiento. No todo es oro bajo el manto de la solidaridad, las cámaras de televisión, los políticos paseándose por sus calles y la simpatía de los equipos de fútbol. La realidad marca sus pautas sin piedad: crisis económica, mercado, paro, parálisis de las administraciones públicas, un barrio obrero arrasado… el olvido extiende más pronto que tarde su manto oscuro, las imágenes se difuminan en el éter, las palabras se derriten en las aceras calcinadas del estío o se las lleva las tormentas de los primeros días del otoño.
Veremos.

martes, 21 de junio de 2011

Volvemos al baloncesto: La decadencia de la clase laboriosa

La clase laboriosa es aquella gente que nunca tuvo, ni tiene, ni tendrá, un lugar privilegiado en cualquier ladera de la Toscana, con un pueblo de piedra en lo alto, cipreses, viñedos, un cielo ensangrentado y una paz interior formando ramilletes de fuegos artificiales.
La clase laboriosa nunca bordará titulares en la Nube, aparecerá por cualquier esquina del escenario y desaparecerá, cuatro o cinco años después, sin hacer ruido, en silencio, sabiendo que no está ungido por los dioses pero tampoco maldecido por los diablos. Cruzará por última vez el río, observará los cañaverales, el agua enturbiada, las ánades ocultándose debajo de cualquier puente de diseño, el cielo brillante de primeros de julio y el rastro tórrido de la última ráfaga de viento.
La clase laboriosa ha existido a lo largo de los siglos, pero nunca ha aparecido en los libros de historia, al menos hasta la École des Annales, y cuando la fotografía ha centrado su objetivo en ella ha sido para realzar la estatura intelectual y moral del gen egoísta ( The Selfish Gene) de Dawkins, que levita entre las fotos colectivas de cualquier orla universitaria o de cualquier grupo deportivo.
La clase laboriosa ha sido siempre considerada clase subalterna, aunque durante algunos siglos ha manifestado un orgullo de pertenencia impropio para su condición. En algún caso, ha exclamado ¡hasta aquí hemos llegado! y ha provocado una especie de cierre laboral. Pero es sabido que el principal hándicap de la especie laboriosa es su número lo que lleva al The Selfish Gene que algunos llevan dentro a menospreciarla con leyendas babilónicas.
La clase laboriosa es paradójicamente una clase en extinción siendo la más numerosa, lo que no deja de ser un contrasentido. Ha debido leer a Darwin y, más específicamente, a los darwinistas sociales y cuando la vemos en las canchas de baloncesto, aquí también hay clase laboriosa, pensamos en cadáveres futuros más que en diversiones presentes.
La clase laboriosa vive al día, lo que la hace presa fácil del engaño y del autoengaño (pensemos en las hipotecas, el crecimiento económico continuo y los racimos de billetes de euro colgados de los parrales), pero mantiene una amistad inquebrantable a lo largo del tiempo. Tal vez, esto último sea importante.

domingo, 19 de junio de 2011

La ingenuidad y yo...

Creo que la tierra es segura para tres o cuatro- o quince o veinte- personas que la habitan con mucho terreno a su alrededor- islas, mansiones en ríos de aguas cristalinas, montañas vírgenes con abetos inexpugnables para los osos, islas afrodisíacas…- y poca gente- popolo minuto- a vista de ave o pajarillo. Son el gobierno económico de nuestras vidas- pasadas, presentes y futuras-, antítesis del Ágora griega, del lugar de encuentro y de comunión o disenso de ideas y propuestas consensuadas o votadas.
Creo que el Ágora griega está renaciendo en las plazas, jardines y calles de nuestro país y la Nube es el barco de Ulises que viaja por los misterios de la vida humana propagando los discursos de las multitudes reunidas bajo el Sol de la libertad. Y mientras nosotras esperamos, cosiendo y descosiendo los remiendos del mundo que alguna vez- en la época del euro sin ir más lejos- nos vendieron como paraíso terrenal definitivo-.
Creo que habrá gente muy en desacuerdo con mi discurso- los tres, cuatro, quince o veinte integrantes del gobierno económico que nos llenan los cántaros con miel adulterada y otras personas alérgicas a la creatividad comunitaria- pero quizá mirando al Atlántico Norte, no muy lejos del Círculo Polar Ártico, observaremos que el sol brilla con una magnificencia deslumbrante, con unas luces que nos recuerdan los destellos del Mediterráneo azul, de las orillas de la cultura y del origen de la democracia política.
Es Islandia.
Creo que en los árboles de las plazas de España crecen ramas vigorosas que no podrán ser podadas por el gobierno económico, y que tocarán en el futuro el cielo y las nubes con luces de solidaridad.
Creo en la ingenuidad.

viernes, 17 de junio de 2011

Ayer fue tu cumpleaños...

Ayer fue tu cumpleaños y, cuando esto ocurre, dibujas un palote con tiza blanca en la húmeda prisión de la vida. Son ya algunas las señales que decoran los muros desconchados, no los suficientes para considerarse sabia pero sí para conocer los subterfugios del devenir de las cosas: del sol, de las nubes, de las aguas, de los mares recortados por altos edificios, de las algas y de las gaviotas sobrevolando las calles de la ciudad de ceniza.
Ayer fue tu cumpleaños y esperaste que del palote fijado a tiza en la pared brotara un ramo de flores, un susurro cálido, una palabra melosa, un “te quiero” contenido, detenido en las orlas del viento, en las olas invisibles de la habitación. O acaso, la luna congelada en un eclipse de terciopelo granate o un beso sobrevolando las ondas de las sábanas mientras las estrellas beben, allá en el firmamento, las esencias espirituales de tu cuerpo.
Ayer fue tu cumpleaños y yo lo olvidé hasta media mañana, hasta mirar los verdes del parque, las hojas de los ficus y los caños de agua cristalina de las fuentes del recuerdo. Pero pensándolo bien, el mejor detalle no es una rosa, ni un reloj, ni una sortija, ni una piedra con poderes mágicos, ni siquiera el viento soplando entre la arboleda o el sol bruñendo las perlas de agua de las fuentes. El mejor detalle, el obsequio irrenunciable eres tú misma, mi amor; tus manos, tu mirada, tu cabello, tu sonrisa y, aunque a veces lo dudes, el torrente de tu voz, que a veces desborda mis silencios y los arrastra a otras dimensiones de la existencia.
Ayer fue tu cumpleaños y yo lo dejé escapar entre los dedos, como la arena del desierto. Pero no era oro, ni plata, ni los caballos del cielo, eras tú convertida en una ola de amor que ofrendaba el ritual de las mareas y de la luna, un beso en la mejilla y la brisa de la madrugada.

jueves, 16 de junio de 2011

Alguien (Ancia) me ha recordado a Blas de Otero (*)

“Un mundo como un árbol desgajado.
Una generación desarraigada.
Unos hombres sin más destino que
Apuntalar las ruinas”

 Blas de Otero: de “Ángel fieramente humano

(*)- Y no sé por qué a Leonard Cohen y Suzanne
Gracias.

martes, 14 de junio de 2011

Se ha escrito...

Se ha escrito que El Soñar debería considerarse como una de las Bellas Artes, y que como manifestación del Espíritu debería ser compartido- nunca enseñado- en colegios, institutos y universidades públicas, allí donde la libertad de enseñar no está limitada por la libertad de pensar.

Se ha escrito o se escribió- porque hace más de cuarenta años de la publicación del libro- que “hoy día podemos convertir el mundo en un infierno; como ustedes saben, estamos en el buen camino para conseguirlo” (Marcuse, “El final de la utopía”). Casi cincuenta años después el camino se ha tornado autopista y al fondo, en el horizonte brumoso, observamos cariacontecidos la tormenta perfecta que amenaza con arrasar a su paso todas nuestras certezas, que hasta hace apenas tres años eran muchas y ahora son solo ceniza.

Se ha escrito que El Soñar debería ser proscrito de nuestra vidas, que habría que expulsar a las palomas de los jardines para llenarlos de pensamientos vacíos, de esquelas de la selva pluvial y de multitudes que viajan en tranvías que no llevan a ninguna parte, pero a veces las multitudes sueñan demasiado- los laboratorios farmacéuticos todavía no han descubierto el antídoto-.
Se ha escrito, en fin, que vivimos en una tierra hermosa, con palmeras recortadas sobre grises y azules intensos, con mares bruñidos por soles de piña y de melocotón, con montañas oscuras que silencian sus secretos huyendo de las plantaciones de ladrillo, con gentes maravillosas, barrocas en sus manifestaciones extremas pero de corazones modelados por el vuelo de las luciérnagas.

Se ha escrito que somos luciérnagas encerradas en un tarro de cristal…
Tal vez… 

lunes, 13 de junio de 2011

Dios jugando a los dados

Y Dios jugando a los dados los lanzó a la tierra como lenguas de fuego allá por los primeros días de junio. Definitivamente se acomodó el verano en nuestros paisajes mediterráneos y parece que tardará en marcharse- añoranza del otoño, de las hojarasca, de los colores del bosque, de las noches de lunas huidizas-.
También nos abandonó el baloncesto y retornó el mercado con sus leyes de hierro, la primera de ellas que un negocio con pérdidas es un negocio moribundo, a la espera de la extremaunción. Parece que en la época de la globalización las ayudas públicas deben ser reducidas a la mínima expresión, a no ser que se dirijan a salvar bancos y banqueros a los que, también en la época de la globalización, se les tiende a motejar de ladrones, especuladores, sinvergüenzas y otros epítetos que, si no fuera porque creemos en el sistema dado, definen de manera poco favorable los pilares del capitalismo postmoderno.
Nos abandonó el baloncesto, las ligas inferiores, las bases, los padres y madres desperdigados por las viñas del señor, algunos en los misteriosos barrios del otro lado del río Segura, y llegó el calor. Y con él los asombrosos sucesos que cada año nos acompaña por estas fechas: el Cb Murcia a punto de desaparecer. Y curiosamente la gente que nos ha hundido en la peor crisis económica de los últimos decenios, esos a los que se tiende a motejar en la época de la globalización de ladrones, especuladores y sinvergüenzas- por no ampliar el abanico estival de epítetos poco gratificantes-, se tornan en grandes defensores del interés público, que ya se sabe que es colectivo, y se vuelven también rácanos impenitentes.
Algún día, quizá nunca, el baloncesto murciano no dependerá de las ayudas públicas. Sería un día maravilloso, grande- o no lo será-. Hasta entonces seguiremos con el alma partida en dos: la primera de ellas, exigiendo que se salve a cualquier precio el equipo de nuestros amores; la segunda, diciendo: ¡no está bien!, ¡no está bien!, el dinero de los ciudadanos y ciudadanas debe ser utilizando exclusivamente para mantener nuestro Estado del Bienestar, una inmejorable sanidad pública y educación pública, universales y gratuitas, y, por supuesto, una protección integral de las personas dependientes.
Sé que habrá gente que no compartirá mis opiniones; más por estar en contra del Estado del Bienestar que por salvar al Cb Murcia de la desaparición. De todo hay en este mundo malheredado.


PD: video de ¡Vaya Semanita! de ETB

viernes, 10 de junio de 2011

El viento es nuestra patria

El viento es nuestra patria desde que surgimos ateridos de la oscuridad de las cuevas. Surgimos como un torrente subterráneo que desbravó en el valle- palmeras, meandros, dátiles y risas- y ya nunca fuimos esclavos de las tinieblas, ni de la antorcha, ni de los fantasmas húmedos de las paredes, ni del silex, ni de los dioses que nos fustigaron con sus temores y sus venganzas. Ya no…
El viento que atravesaba cordilleras, que susurraba en los bosques, que atería los dedos blanquecinos del mar.
El viento que hablaba lenguas ininteligibles, que acariciaba en verano nuestros rostros dorados, que decía “te amo”- I love you, Je t´adore, Ich liebe dich, Ti amo…- , en primavera mientras germinaba el trigo y las nubes bailaban a nuestro alrededor.
Ese viento que callaba cuando estábamos tristes y tornaba huracán cuando nuestras voces retumbaban confiadas en los confines- siempre extensos, siempre inabarcables para tanta insignificancia- de nuestra felicidad.
La sonrisa de las palmeras, el sol de los membrillos, las granadas en medio de la huerta, la hierba, las amapolas, los cuerpos tendidos, los rayos de sol entre el ramaje, el crepúsculo, tú, yo y el viento en un mar verde de libertad.
Y ahora que somos nubes en el horizonte, blancas nubes sin nombre, el viento sigue besándonos con sus hojas de luz.
Y nos arrastra, y juega con nuestros hilos de agua, y suspira y su cálido candor nos hace sonrojarnos antes del crepúsculo.
El viento es nuestra patria, nuestra única patria.

miércoles, 8 de junio de 2011

El viento de los insurrectos

El viento de los insurrectos es un viento circular: golpea por la espalda a los que lo han desatado; también es un viento pétreo que solo se detiene ante el paso de una nube blanca, de azúcar rosado en los nichos crepusculares
El viento de los insurrectos siempre arrastra la hojarasca de las alamedas- como un cadáver bebiendo luz en mitad de la Nube o los sarmientos de las viñas en el otoño temprano-.
Los insurrectos siempre predican en el desierto, son coronas de laurel en el pozo de un oasis- agua, dátiles y reflejos áureos en el espejo azulenco-; dunas que anegan los sueños con susurros en las frías anochecidas- las estrellas brillantes mirándolos y burlándose de su insignificancia-.
Los insurrectos custodian las puertas del mar, las costillas de las huertas, las espinas del cielo con una devoción laica.
Los insurrectos son como nosotras: pórticos de arenisca que se desmoronan ante los cánticos de los hombres azules, que descienden de las montañas con pulseras de nieve y collares de espuma de mar.
El viento de los insurrectos es un viento circular: desvanece su origen con vacíos ad nauseam.
¿Y los argumentos?.
El viento de los argumentos es la calma perfecta en estas latitudes.


PD: ha muerto Jorge Semprún, la libertad lo acoge en su seno





"Cuando atravesaron la frontera,
me habían advertido para que me rindiera.
No podía hacerlo.
Cogí mi pistola y me escapé.

He cambiado de nombre tantas veces.
He perdido a mi esposa y mis a mis hijos.
Pero tengo algunos amigos,
algunos de ellos están conmigo.

Un anciana nos dió refugio.
Nos escondió en el desván.
Entonces vinieron los soldados.
Murió sin dar un suspiro.

Había allí tres de nosotros aquella mañana.
Sólo quedo yo por la tarde.
Pero debo continuar.
Las fronteras son mi prisión.

Oh, el viento, el viento sopla.
A través de las tumbas el viento está soplando.
La libertad pronto vendrá.
Entonces saldremos de las sombras.

Los alemanes estaban en mi casa.
Me dijeron que me identificara.
Pero no tengo miedo.
Retomaré las armas.
He cambiado de nombre un centenar de veces.
He perdido a mi esposa y a mis hijos.
Pero tengo algunos amigos.
Tengo a Francia entera.
Un anciano, en un granero,
nos escondió por la noche.
Los alemanes lo capturaron.
Murió sin sorpresa alguna.

Oh, el viento, el viento sopla.
A través de las tumbas el viento está soplando.
La libertad pronto vendrá.
Entonces saldremos de las sombra".





lunes, 6 de junio de 2011

Memorias y desmemorias

Todavía recuerdo, caprichos selectivos, aquellos veranos tórridos- sin aire acondicionado, sin ventilador, sin playa- en los que mi madre extendía una sábana en el suelo tibio, junto a la puerta del balcón, y nos acostábamos aguardando la llegada de la brisa de la madrugada – que casi nunca llegaba, contratiempos de nuestra geografía-; o aquellos tres días de hace muchos años que llovió incesantemente, con la niebla ocultando toda la sierra, sus faldas y sus crestas alambicadas hacia levante.
Siempre he dicho que comenzamos a envejecer cuando mitificamos anécdotas del pasado y, debo confesarlo, desde hace pocos años retorno continuamente a un pasado cada vez mas lejano, buscando huellas, indicios, promesas, designios del futuro que nunca pude intuir y que, en esencia, no resultó, no resulta, especialmente ingrato- observando en derredor el derrumbamiento de una sociedad confiada, alegre, próspera-.
Todo lo demás importa poco si la libertad de recordar queda constreñida por el deseo de agradar- o de desagradar-, por las opiniones- anónimas o no- que aportan matices a un debate o solo deseos de provocar o enfrentar. Las lecturas del pasado son lecturas minoritarias- la Historia, con mayúscula, pertenece a lectores empedernidos que rastrean entre el papel y el polvo, y solo encuentran desolación, muerte y una rama de pesimismo antropológico que nace cerca del suelo, junto a la hierba y las hormigas que se recrean en el grano de julio, y crece fuerte, vigorosa, cargada de realidad y exenta de sueños utópicos. Estos últimos se secaron con las yemas tiernas de las hojas.
A cierta edad, el paso del tiempo es una ventisca molesta que ciega la mirada y te obliga a volver la cabeza hacia atrás, buscando el sol, las nubes que cruzan el cielo mientras las observas recostada en la hierba, bajo un sauce. Otra vuelta al pasado, ¿te acuerdas de la hierba, los sauces, el cielo herido, el sol y la cruz roja del hospital?. Yo sí, tu tal vez no. 
Memorias y desmemorias.