viernes, 30 de septiembre de 2011

Es fácil dejar de escribir...

Es fácil dejar de escribir. Las ideas que alguna vez fluían por los alrededores del corazón se estancan en la mirada de una paloma y te dejas llevar por la abulia, una hora, un día, una semana…
Otras veces te dicen que en facebook hay vida más allá de los límites del país- pequeño, familiar, de paisajes estrechos pero fructíferos- y entonces te abres una cuenta, buscas en la Nube los rastros materiales de las amistades perdidas de la adolescencia y te sorprendes a ti misma. Aparecen de uno a uno, los compañeros y compañeras del colegio, del instituto, de la universidad y la memoria se enraíza en la melancolía.
Pocas veces encuentras la felicidad perdida. Todas hemos cambiado, ya no creemos y si creemos ya no es como antes. El escepticismo civiliza los mundos del pasado, los hace aburridos, demasiado previsibles, demasiado sensatos.
A la semana facebook muere en la imaginación y se torna en una herramienta inútil, que solo sirve para pasar las horas acariciándola con la esperanza de recuperar los sueños que el subconsciente te esconde.
Y volvemos a Las Horas Sitiadas, nuestro último refugio.


"Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
  -envejecer, morir, era tan sólo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra".

Jaime Gil de Biedma

martes, 20 de septiembre de 2011

Matías Donamaría

Matías Donamaría culminó su primorosa formación en el Conservatorio de Música Juan José Landaeta, de Caracas. A los 16 años era ya un virtuoso del piano y un director de orquesta reclamado insistentemente por la Royal Festival Hall, La Ópera de Viena, el Liceu, el Carnegie Hall o la Filarmónica de Berlín. Hijo de un ganadero del Valle de Baztán y nieto de pastores fronterizos, Matías conoció los bosques de los Pirineos Atlánticos en sus fulgores estacionales, vio la nieve cubriendo los pastizales de las montañas y escuchó el rumor del agua recorriendo los canalones de los caseríos. Las nubes, en los picachos cercanos, formaban rizos de lana de oveja y la luna, cuando el estío dominaba los vastos dominios temporales de la lluvia, tornaba en cristal rubio y oloroso en tierras francesas.
Matías Donamaría aprendió tempranamente el castellano, el francés, el italiano, el inglés y el alemán. Se dejaba llevar por las sinfonías de Malher, bramaba con el Nabuco de Verdi o lloraba con Sinfonía a grande orquesta de su compatriota Arriaga. A los diez años compuso una Misa que atrajo la atención de Zubin Metha y a los once años ganó el Premio Nacional de Música Clásica que lo consagró definitivamente como valor consolidado de la composición patria.
Pero detrás de aquel genio, que algún crítico musical de renombre mundial comparó con Mozart, se escondía la timidez patológica de un adolescente criado en los hayedos de los Pirineos Atlánticos, que se camuflaba entre los penachos de piedra y agua o bebía compulsivamente de las odres de las ovejas que pastaban libremente por laderas y vaguadas. Un salvaje que en verano, alejado de las ciudades europeas y americanas, de los conservatorios y de las lisonjas interesadas de músicos y políticos, se lanzaba a los rápidos desde las alturas, se ocultaba del sol bajo los tejados de hojas y ramas de los tupidos bosques lluviosos o seguía el rastro de los ciervos con pinturas de amor natural dispersas en todo su cuerpo.
Matías Donamaría creció entre orquestas de renombre internacional pero nunca olvidó su origen y cuando podía retornaba a su país en nubes de lana de azúcar, transitando por ríos de níquel y helechos de sueños insustanciales o cayendo sobre los prados del Baztán en el interior de sus lágrimas de pianista imberbe. Tampoco olvidó aquella tarde tempestuosa en el Aeropuerto de Los Ángeles ni a aquel individuo de dos metros quince centímetros que se sentó a su lado en el avión, le sonrió y le contestó que era Pau Gasol.
-¿Pau qué?- preguntó Matías Donamaría mientras observaba las nubes y los cielos azules de California-
-Pau Gasol, de Los Ángeles Lakers.
-¡Ahhh!.
El desconocimiento mutuo abrió pasó a una amistad fraternal y pronto Matías Donamaría venció su claustrofobia y asistió a un partido de la selección española de baloncesto en la ciudad de Murcia. Eso ocurrió un 25 de agosto. Pocas semanas después, durante una noche en la que el genio de Donamaría brilló como una nova en un cielo cuajado de estrellas, compuso la sinfonía Equipo y Amistad, que fue estrenada
en Kaunas frisando la medianoche del 18 al 19 de septiembre de 2011 en honor de la selección española de baloncesto, campeona de Europa una vez más.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Doce nuevas estrellas en el firmamento...

Cuando los monos bajaron de los árboles y comenzaron a erguirse para ver a sus depredadores por encima de las gramíneas de los calveros, los dioses sonrieron y se dijeron para sí: “estos peludos van a llegar lejos”.
Cuando los hombres fabricaron las primeras herramientas de silex para cazar y memorizaron los ciclos vitales de la naturaleza, los dioses se mecieron las blancas y lacias barbas, se rascaron la coronilla de sus doradas cabezas y pensaron: “están aprendiendo demasiado pronto…”
Cuando un tal Galileo perfeccionó el telescopio y confirmó con sus observaciones que la tierra giraba alrededor del sol, los dioses se alarmaron y ordenaron a una de las instituciones que los representaban en nuestro planeta, la Iglesia Católica, que planteara conflicto de competencias entre ciencia y  religión.
Cuando otro tal James Watt perfeccionó la máquina de Newcomen dando lugar a la máquina de vapor, los dioses miraron a las estrellas y reflexionaron sobre el tiempo y sus ciclos y sobre lo pronto que la primera nave humana vagaría por los vastos territorios del Universo.
Cuando el Proyecto Manhattan, dirigido por Oppenheimer, culminó con los hongos de Hiroshima y Nagasaki, los dioses rieron enseñando sus dientes de marfil a las galaxias, y concluyeron que por fin habría diversión de las buenas en los dominios terrestres.
Cuando España quedó subcampeona de los Juegos Olímpicos de los Ángeles en 1984, un tiempo muy lejano para nosotros, pobres humanos, los dioses liberaron una estrella que guardaban en sus alforjas y la llamaron baloncesto.
Cuando España ganó el Campeonato de Europa de Baloncesto el 18 de septiembre de 2011, los dioses comprobaron que la tierra y el cielo se había poblado de brillantes luces de admiración y que un balón botaba de estrella en estrella de la Vía Láctea mientras la noche de las tierras peninsulares se llenaba de fuegos artificiales, alegría y admiración.
Gracias Gasol (Pau), Navarro, Calderón, Gasol (Marc), Rudy Fernández, Ibaka, Rubio, Clavel, Sada, Reyes, Llul, San Emeterio.

Clíper que no flipper

En la entrada anterior cometí un error en la denominación de un velero que se construyó en Estados Unidos a mediados del Siglo XIX: me refería al clíper, no al flipper. El clíper supuso la última evolución, y la más sofisticada, de los veleros utilizados para el transporte de mercancías. Fue el último canto de cisne de las naves que utilizaban el viento para su propulsión antes de su declive definitivo frente los barcos de vapor.
Es también una metáfora sobre el fin de una etapa vital para muchos deportistas, la muerte de la utopía, la realidad inexorable y las necesidades futuras. Un buen amigo, Ginés Lucas, siempre me habló de las muchas junglas que se superponen en la vida y de sus leyes que condicionan la libertad humana, la de decidir y también la de elegir. No obstante, en las junglas también existen cualidades privativas de los seres humanos, y si bien en la sabana el león siempre caza y devora a la gacela, esto no siempre se produce en las relaciones sociales, en donde la AMISTAD sigue siendo un valor inexcusable y tremendamente necesario.
El clíper es una metáfora de la decadencia pero también de la aventura, de la esperanza, de la ilusión y del compañerismo. Aquí radica la grandeza de los deportes de equipo.
Perdonad el error, a veces la memoria gasta bromas de este tipo.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Babi Yar

"No existe monumento en Babi Yar;
sólo la agria ladera. Y tengo miedo.
Hoy me siento un judío en el desierto
que de Egipto escapó. Me crucifican
y mis manos conservan los estigmas.
Me parece ser Dreyfus, condenado,
al que juzgan, escupen, encarcelan;
pero de pie resiste la calumnia
y el grito filisteo. Con la punta
de sus sombrillas en mi rostro vejan
mi indefensión mujeres que se acercan
con vestidos de encaje de Bruselas.

O también soy un niño en Bielostok.
De pronto estalla el pogromo.
La sangre derramada cubre el suelo.
Los que huelen a vodka y a cebolla
salen de la taberna y gritan todos:

"Mata judíos: salvarás a Rusia".
Un tendero se ensaña con mi madre.
Otro hombre me patea. En vano rezo
plegarias que se pierden en la nada.

Me siento dentro
de la piel de Anna Frank que es transparente
como un ramo de abril.
No hacen falta palabras. Siento amor
y sólo necesito que uno a otra
nos miremos de frente.
Separados del cielo y el follaje.

Solamente podemos abrazarnos
en este cuarto a oscuras.
Quiero besarte una vez más, acércate.
Ya vienen. Nada temas: el rumor
es de la primavera que se anuncia
y del témpano roto en el deshielo.

Y en torno a Babi Yar suena la hierba
que ha crecido salvaje desde entonces.
Los árboles nos juzgan. Todo grita
pero el grito está hecho de silencio.
Al descubrirme observo mi cabello.
También ha encanecido. También grito
por los miles de muertos inocentes
masacrados aquí. En cada anciano
y en cada niño al que mataron muero.

Pueblo ruso, mi pueblo: te conozco.
Tú no odias ni razas ni naciones.
Manos viles trataron de infamarte
al usurpar tu nombre y al llamarse
"Unión del Pueblo Ruso". No perdono.
Que La Internacional llene los aires
cuando el último
antisemita yazga bajo la tierra.
No soy judío. Como si lo fuera,
me odian todos aquéllos.
Por su odio
soy y seré un verdadero ruso".


Yevgueni Yevtushenko

martes, 13 de septiembre de 2011

Santuario

Cuenta la Guía Secreta de Murcia, Cartagena y Mar Menor, de Ismael Galiana y Adolfo Fernández, que cierto día, ante una de las sequías recurrentes que asolan nuestra región, un grupo de ciudadanos se entrevistó con el obispo de la diócesis de Cartagena, para sacar en rogativa- ¿se dice así?- a la Virgen de la Fuensanta. El obispo, acaso imbuido por el Concilio Vaticano II, descorrió el visillo de una ventana del palacio episcopal, observó el brillante sol murciano y dijo, con la parsimonia de dos siglos de historia del cristianismo hegemónico (*):
-Ustedes sáquenla, pero el cielo no da lluvia.
Eran otros tiempos, tal vez los tiempos sean los mismos. La devoción popular es contradictoria: ora se deja llevar por la razón- una razón no científica, por supuesto- ora por la pasión. Parece que domeñar la naturaleza es misión imposible porque ésta se vuelve irresponsable- para algunos- cuando se intenta moldearla o demuestra su fragilidad- para otros- cuando se la condiciona en exceso.
Ahora, mientras escucho en esta mañana de nubes de calor, que se disipan poco a poco en un cielo azul y brillante, el tronar de los cohetes que acompañan la subida de la Virgen de la Fuensanta a su santuario serrano, pienso que a nadie se le ha ocurrido sacar a la Virgen en rogativa para que domeñe la furia desatada de los etéreos mercados internacionales. Puede que la fe sea impotente ante el dinero, puede que los muros de los nuevos templos levantados para glorificar la omnipotencia humana sean de cemento, acero y cristal ante la mampostería de piedra de las iglesias y catedrales cristianas, puede que hayamos envejecido y solo seamos papel pajizo y arrugado pisoteado en las calles del futuro. Puede.
Existe una corriente teológica, minoritaria entre el clero, que niega el infierno porque si éste fuera real Dios no existiría. Tal vez sea cierto, tal vez el mundo que habitamos sea una pesadilla modelada por el negativo de nuestras virtudes.
Ahora, mientras los cohetes suenan cada vez más lejanos,  las nubes algodonadas se diluyen en las claridades del sol emergente y el helicóptero de la policía nacional sobrevuela los edificios de la ciudad, pienso en ríos que desembocan en los mares, en bosques boreales, en iceberg que derivan hacia aguas más cálidas, en osos blancos y en sangre vertida caprichosamente en los témpanos del alma. A lo lejos, la Virgen sigue su peregrinar acompañada de una marea humana que cree y que ama.
¡Qué equivocada estoy!

(*)- Siglos en el original, la autora quiso escribir milenios.

domingo, 11 de septiembre de 2011

I Torneig Bàsquet Junior Ciutat de Vila-Real

" Para todos los relojes, corta el teléfono,
impide que el perro ladre con un hueso jugoso.
Silencia los pianos, y con tambor amortiguado,
trae afuera el cajón, deja que los afligidos vengan.
Deja que los aviones circulen gimiendo por encima,
garabateando en el cielo el mensaje "él esta muerto".
Pon grandes cintas alrededor de los blancos cuellos de los cisnes.
Deja que los policías de trafico usen negros guantes de algodón.
Él era mi norte, mi sur, mi este, y oeste,
mi semana de trabajo y mi descanso de Domingo,
mi mediodía, mi medianoche, mi habla, mi canción.
Pense que amor duraría para siempre. Estaba equivocada.
Las estrellas no son deseadas ahora, apaga todas y cada una.
Envuelve la luna y desmantela el sol.
Vuelca el océano y barre la madera.
Porque ahora nada podría hacer ningún bien. "

W. H Auden

jueves, 8 de septiembre de 2011

En estos días...

En estos primeros días de septiembre, en estas primeras noches de frescor amable, en estos movimientos del viento, de las nubes, del sol en lo alto del cielo, del desbroce de los cañaverales del río, de los patos oleando el agua turbia, de las primeras tormentas del verano tardío...
En estos días de música en las calles, de vírgenes ubicuas, de huertos y salchichas enristradas entre sauces, de equipos de fútbol haciendo el ridículo por los campos de España, de tapas de alcantarilla reventadas por las tormentas, de amores dejados en las esquinas arenosas de la poesía, de cruceros atracados en lejanos puertos, de sirenas y de delfines atormentados, de besos en la penumbra, de borracheras en las antesierras del valle, de reínas hermosas y cohetes en la madrugada...
En estas noches de moros y cristianos, de gaviotas perfilando las cesuras del cielo, de adquisición de libros de texto, de nóminas que no llegan a final de mes y de subsidios de desempleo que se acaban a su mitad, de poetas y poemas, de dramas y dramaturgos, de políticos y tragedias griegas...
En estas horas de despedidas esperadas e inesperadas, de decisiones difíciles, de barrios misteriosos y miradas perdidas en los puentes del río, de promesas y madrugadas perladas por el desasosiego, de la escuela pública en pie de guerra y los derechos ciudadanos en venta por derribo, de amor y desamor, de prosa y prosistas...
En estas horas de desasosiego....Handel y Sarabande...

¿Épica?, ¿muerte?, ¿amor o desamor...?

domingo, 4 de septiembre de 2011

Baloncesto en las plazas de toros

¡Jo, qué primera parte!

Seguimos con el otoño:

Presencia del otoño


"Debí decir te amo.
Pero estaba el otoño haciendo señas,
Clavándome sus puertas en el alma.

Amada, tú, recíbelo.
Vete por él, transporta tu dulzura
Por su dulzura madre.
Vete por él, por él, otoño duro,
otoño suave en quien reclino mi aire.

Vete por él, amada.
No soy yo él que te ama este minuto.
Es él en mí, su invento.
Un lento asesinato de ternura".

Juan Gelman








viernes, 2 de septiembre de 2011

El verano tardío y las lluvias

No me alejaría de la realidad si afirmara que han caído cuatro gotas polvorientas en los tres meses del estío. Hasta hoy. Sería refutable- hasta la totalidad- aseverar que la lluvia se muestra dadivosa con las tierras verdes, que allí donde la hierba crece brillante y plácida el cielo se desgarra en flores de agua. Hemos visto una ciudad de Murcia distinta- y distante-, oscura, con la música celeste del primer otoño sonando entre las ramas de los sauces, de las jacarandas, de los cipreses, de las piscinas comunitarias, de la sierra desdibujada en sus ondulantes líneas de vida. Pero no es la lluvia la que se prenda de los hayedos, de las selvas y de los torrentes de aguas azulencas y piedras verduscas. No, es todo lo contrario. Allí donde no llueve, el paisaje pierde los colores brillantes, se torna pardusco en la canícula, fenece todos los agostos entre polvo, tocata y fuga.
Murcia.
Por eso agradecemos la vuelta de las lluvias, de los vientos húmedos que vienen del mar oliendo a sal, a pecios, a algas y a sueños de civilización: Fenicia, Grecia, Cartago, Roma… Desde la costa, entre torres defensivas y molinos derruidos, cruzando la llanura, las quebradas, los pinares que mantienen su dignidad en la tórrida sequedad de un mediodía estival, el viento nos trae las nubes, la lluvia, la alegría.
Tres meses sin lluvia…hasta hoy inicio de los entrenamientos de los equipos del AD Infante, que entrenan al raso, con el cielo luminoso de principios de septiembre, a la espera del otoño y del invierno, del anochecer a las seis y poco de la tarde.
Primer día sin entrenamientos. Gracias Ayuntamiento de Murcia.