martes, 31 de enero de 2012

De ceses litúrgicos

En el cese de Luis Guil ha truinfado la letra granítica y fría del Antiguo Testamento. Ese Dios vengativo que no perdona a los inocentes porque son vástagos del objeto de su ira.
Estamos en buenas manos...el viento mece nuestros pensamientos, siempre buenos y puros, alejados de herejías milenaristas, de fuegos fatuos que anuncian la proximidad de un camposanto.
Volveremos la mirada hacia Guadalupe buscando la palabra escrita en el cielo blanco del amanecer.
Así sea....

miércoles, 25 de enero de 2012

de poetas megalíticos

Nuestros políticos son poetas megalíticos que esculpen versos afilados de silex en las frentes despejadas de los obreros -como la espina de una rosa o el viento fenicio de una Antigüedad perdida sus actos poseen la fealdad de la destrucción y la belleza del fuego y el crepitar de las consciencias-.
La cultura, tal como la conocemos, llegó de Oriente en embarcaciones de ratas y de esclavos, mientras el rapsoda rimaba sentimientos en las doradas estrellas de un mar dormido en el plácido lecho de un día de mediados de julio.
El estío y las ratas, el dolor y la sal en las heridas de la esclavitud.
Ahora nos dicen que esos tiempos volverán, que los esclavos ya no reman en galeras y que la luna nos mira con desdén desde que los poetas se preocupan del látigo y no de la pluma y el papel.
Luna triste, triste luna de Valencia: el Mediterráneo se refleja en las heridas abiertas de tu cuerpo de oro, y vistes un traje de tierras míticas en sombras de palmeras y dátiles de rizos de viento.
Desnuda te queremos, Selene, desnuda y blanca como las nubes y el algodón de las plantaciones; no con trajes de soberbia ni con luces de presidio- en el vacío, en las alas muertas de las mariposas-

domingo, 15 de enero de 2012

Desierto

Si todavía nos consideramos extraños en este mundo, después de tantos años de habitarlo y beberlo con los poros de la piel, no será porque no pocas veces nos hemos caído del caballo y hemos visto la luz a lo lejos, una antorcha de azufre y voces lejanas, como el llanto de la lechuza en las noches de luna llena.

Si alguna vez hemos rezado con devoción mientras oteábamos de soslayo el minarete, la torre catedralicia, la bóveda de cuatro corazones partidos por el rayo del desamor, no será el canto del río, los cañaverales susurrados por el viento, el canto rodado lanzado sobre los cristales blancos del agua, la mano que te llama y la que te dice “quédate quieto, yo te engaño con mi voz y mi nube de azúcar”, las razones ocultas de que hayamos abandonado las creencias más íntimas y alejadas de la materia, de la piedra, de la madera, del volcán acallado por el temblor de la naturaleza desbordante de amor por la desolación.

Si quisiéramos llamar a aquella tarde una sinfonía de sentimientos y no, como nos pide a gritos la sinrazón, el último latido de una vida que se apaga como una cerilla quemando los dedos, borrando las huellas dactilares, ocultando con un velo de negra seda un pasado que alguien creyó brillante y solo fue la ilusión de los descreídos que en una milésima de segundo adoraron los cirios dorados del altar de la vanidad, no me echéis la culpa a mí, pobreza en un mar de desechos humanos y alambicados esqueletos de fe inquebrantable en un futuro perfecto.

Si alguna vez el Mesías se escuchó en las catedrales de cruz griega y un balón de baloncesto retumbó en los deambulatorios avejentados por miles de años y de tránsitos encorvados de los creyentes que derramaron lágrimas de sal sobre la piedra, sobre la cruz, sobre los abalorios, sobre las olas del mar que se amansan en las capillas góticas y sobre nuestras propias esperanzas traicionadas por lenguas de serpientes que hablan cuando han de callan y callan cuando sus palabras son convenientes y necesarias, no fue por voluntad de ser sino de desaparecer en una Nova, en un agujero negro, en los inconmensurables agujeros de un alma destrozada.

Si rezar es necesario, también lo es creer, señor obispo o capellán de nuestros actos inconclusos.

Somos la última travesía por un desierto de piedra y escorpiones.

Así sea.

miércoles, 4 de enero de 2012

El año que comienza...

"Navegamos por los campos de amapolas
Que, a la vista de las aves, son infinitos
…como tus ojos, amada mía.
“El capitán nos observa con desdén,
Somos náufragos en su desdicha,
Somos como los pétalos del crepúsculo:
Luces que nos guían en las inhóspitas noches.
Navegamos sin ruta decidida,
Amantes errantes del nuevo mundo,
Ocultas en la espesura vivimos las palabras silenciadas
En la gélida mirada de la desdicha.
Navegamos en gotas de lluvia,
Arrastrados por el viento
En un mar de voces aterradas,
Amada mía,
Y tu mirada es ese sol que nos sonríe
En las largas penumbras del invierno.
Llegará un día de luciérnagas en la blanca arboleda,
Amada mía,
Un torrente de risas en los campos deshojados,
Y tu serás la princesa dormida en el tiempo,
La dulce inocencia de las colmenas,
Reflejos opalinos de un mundo que murió,
Corteza ósea de la verdad que invocamos
En la soledad de las multitudes.
Amada mía, cabello de amapolas…”

Eloy Sotelo