domingo, 8 de abril de 2012

Discrepancias

Hoy pensé en el Sahara Occidental, La Marcha Verde, el dictador moribundo, el Frente Polisario, los pedregales de Tinduf, los fosfatos y los pescadores de la antigua colonia. Cronológicamente, los hemos abandonado el primer gobierno de Suárez, los de la UCD, los del PSOE con Felipe González a la cabeza, por supuesto los gobiernos de Aznar y de Zapatero y, para finalizar, el recién nombrado presidente Mariano Rajoy y sus séquito de los que quieren acabar con todo.
España es una metrópoli ejemplar: los servicios secretos españoles fomentaron el nacionalismo entre los saharauis para cuando la ONU no aguantara más y la obligara a descolonizar. La riqueza natural no era insignificante y era preferible contar con un gobierno amigo para seguir interviniendo en la economía de la antigua colonia. Después, cuando el amo de Marruecos, Hassán II, decidió que la provincia española debía revertir con sus riquezas a su reino, los dirigentes tardodictatoriales salieron corriendo en todas direcciones, dejando abandonado el Sahara Occidental y sus habitantes a merced de los nuevos colonizadores.
Nuestra última gran experiencia “civilizadora” acabó en un fiasco. Ahora son otros los que nos traen las frutas maduras del nuevo orden económico y social. Pero en este viejo y maltratado mundo poco se ha inventado desde Aristóteles y sus discípulos. Todo está mezclado en el planeta aunque se dibujen áreas regionales de cierto bienestar, de malestar y de barcos factorías fuera de las aguas jurisdiccionales para una mejor, modélica y aséptica explotación de la mano de obra.
Parece que Alemania ha decidido que una Europa dispersa, tensada por tradiciones nacionales divergentes, excesivamente alegre, soñadora y “bon vivant” en el caso de los países mediterráneos no encaja en el puzzle del paso de la oca, ni del conservadurismo elitista prusiano. Tampoco en el marco conceptual del pensamiento especulativo teutónico. Un látigo para domeñar Europa, un látigo con cuatro cuerdas mojadas para una mejor, canónica y mística redención de las naciones pródigas: cuarenta años de travesía por el desierto.
Somos un país de abandonos vergonzantes: lo hicimos en Guinea Ecuatorial, que todavía vive bajo una cruel dictadura bendecida por Obama y, sobre todo, por el petróleo que brota del golfo y la hace doblemente esclava. Tal tradición, la del abandono, es esencia de los actos de nuestros dirigentes políticos. Zapatero nos abandonó al rendir la bandera de la independencia económica a los pies de Merkel; Rajoy ha continuado su proceder, y ahora el asesor de defraudadores, cierto ministro de frente amplia y abierta a la carrera de caracoles, nos dice que habrá que rendir también un cierto tipo de educación y de sanidad de la que nos sentimos orgullosos y envidiados por el mundo para ser sacrificados en el ara del dios especulación.
Visto lo visto, los saharauis deberían agradecer al Profeta no depender del entreguismo español. Ojalá pudiéramos hacerlo nosotras.

Más cosas: hoy se ha celebrado en San Javier una jornada de tecnificación para niñas nacidas en los años 97 y 98 (aunque también en el 98). El baloncesto todavía ocupa parte de nuestro ocio, cada vez menos, y nos alegra ver entrenadores que han dirigido en otras etapas a nuestros hijos y que siguen manteniendo una pasión irrefrenable por el baloncesto: Felipe Coello, Juan Victor Lorente, Eugenio Alcaraz y otros muchos. Aunque solo sea por eso, vale la pena tener esperanza en esta España nuestra que parece que se desmorona a grandes bloques.


No hay comentarios: