lunes, 2 de julio de 2012

Andrew Carter


Andrew Carter estornudó antes de vaciar el cargador de su revólver en el tronco de la noguera. Las hojas lo miraron desde arriba, se agitaron con el viento del atardecer y llamaron con sus susurros a las águilas y a los manantiales de musgo del bosque sombrío. Fue una muerte lenta, la savia se derramó en la cubierta de pizarra, las amapolas palidecieron, los monjes de Los Teatinos tocaron las campañas a 1600 metros de altitud y la noche fue fría.
Un fuego helado brilló en el horizonte.
Un fuego verde,

Andrew Carter miró alrededor y supo que su obra dejaría huella.
Un bosque de carbón...

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