viernes, 20 de julio de 2012

Rebelión cívica


Al subir al puente viejo, una ráfaga de viento refresca el ambiente. Las banderas revolotean como palomas de libertad mientras los manifestantes fotografían una Gran Vía abarrotada de gente. Acaso es una de las mayores manifestaciones de la historia de la ciudad de Murcia. Hay razones, por supuesto, y éstas no son livianas. El movimiento obrero tardó un siglo en organizarse, desde el primer ludismo y no fue hasta finales del Siglo XIX cuando se pudo tratar de igual a igual al poder económico, no obstante las matanzas y represión salvaje. Este dato debe hacernos reflexionar sobre la caverna mediática y sus amos, la oligarquía española, dispuestas ambas a criminalizar el sindicalismo para romper los vínculos de solidaridad de clase en el que han participado, consciente e inconscientemente, sectores de la población que clamaban objetivamente contra sus propios intereses.
El gobierno de la derecha ha respondido siempre, desde los Reyes Católicos, a los intereses de la aristocracia económica y social y nunca, ni siquiera en este momento histórico en el que las distintas clases medias tienen la llave del poder, para la mayoría. No es un gobierno popular, es un gobierno autoritario, sujeto activo de los designios de sus amos, que pretende disciplinar a las, por ellos despreciadas y despreciables clases subordinadas. Aprovechando la profunda crisis económica en la que vivimos instalados, la oligarquía española ha decidido implantar mediante la violencia normativa las recetas del Consenso de Washington. Sus objetivos son cada vez más nítidos: explicitar quien manda, transferir las rentas del trabajo al empresariado, privatizar la sanidad, la educación, los servicios sociales públicos, implantar un férreo control cultural e ideológico que complete el círculo de la sumisión y de la desigualdad social impugnados desde el Siglo XVIII.
Ahora, con la prima de riesgo superando los 600 puntos, con un fatalismo social que acepta como necesario la privatización de los derechos colectivos y de sus herramientas materiales, con la violencia ideológica, clasista, de la que hace gala y ostentación el gobierno central, la oligarquía española quiere devolver a las clases subordinadas a lo que consideran su lugar natural desposeyéndolas de la propiedad colectiva que les ha permitido una vida más o menos segura.
Pero el 19 de julio les demostramos que las raíces de la igualdad y de la dignidad social son muy profundas, demasiado profundas como para ser arrancadas como la yerba. Tenemos, compañeros y compañeras, las raíces de los olmos y somos como la yedra que rodea y oculta los sillares aristocráticos de una oligarquía mediocre, dependiente, decadente.
Debemos seguir luchando,
debemos ahondar en la rebelión cívica que como hombres y mujeres nos ha hecho libres.

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