lunes, 19 de noviembre de 2012

Algunas razones para hacer huelga...



Esta no es una crisis cualquiera; no tiene relación alguna con las crisis de los setenta, ochenta o noventa del Siglo XX. Puede ser un ciclo económico más, pero la respuesta que se le da no persigue ”solo” volver a la senda (autovía o AVE para entendernos) del crecimiento y del reparto, desigual pero a fin de cuentas reparto, de la riqueza tal como se pactó tras la II Guerra Mundial. Las advocaciones al no retorno, a la economía globalizada que actúa, al parecer, con reglas más parecidas a la de la selva, a los llamados “emprendedores” (como si hubiera una mayoría pasiva que recibe y no crea) y al fin del Estado Social Europeo (Draghi dixit) son mayoría tanto en los medios de comunicación como en el todo social, en donde hay individuos y grupos económicos y sociales que objetivamente claman en contra de sus propios intereses. Cosas de la hegemonía social.
El mundo, al parecer, tiende a escindirse entre emprendedores y no emprendedores, entre creadores de consumo y consumidores. Los primeros, son los llamados a heredar el reino terrenal del oro mientras los segundos abjuran de su rol de ciudadanos, y como tales portadores de derechos, por el de compradores de productos y servicios. No importa que las clases medias se reduzcan al absurdo. Las sociedades que confían su estabilidad a una clase media robusta, educada, enemiga mayoritariamente de ingenierías sociales agresivas, no se corresponden con el modelo que quiere salir de esta gran depresión que ya va por el año quinto.
El euro fue durante años la prostituta, o el prostituto, que nos permitía creer que éramos especiales, deseados, tocados por la diosa fortuna: Mediterráneo, atardeceres dulces, palmeras, carne a la brasa, risas, helados en el brillo decadente de la madrugada... Finalmente resultó una madrastra que tocó la trompeta y ordenó el paso de la oca para todos, prusianos o no. ¡Cuán felices nos sentíamos cuando todo resultaba barato y al alcance de la mano!. Hasta que se nos dijo, antes nunca se mencionó ni de pasada, que nuestro país podía quebrar porque la política monetaria la dictaba el Banco Central Europeo y, en realidad, el Bundesbank.
Conozco emprendedores, empresarios, que se encuentran en apuros. Algunos son en realidad trabajadores como nosotros; otros creyeron que la recesión actual sería buena para disciplinar la fuerza de trabajo. Ya se sabe: demasiadas retribuciones, monetarias o en especie; exceso de derecho laborales; insolencia en algún caso. La crisis, y la transferencia de las rentas de trabajo a las clases poseedoras modificaría sustancialmente este estado de cosas en el que no se reconoce el esfuerzo, el talento y el riesgo. Pero parece que la realidad, o frau Merkel, se ha pasado de rosca y la caída del consumo es de tal proporción que los grupos sociales a disciplinar ya no tienen recursos para consumir, y esos emprendedores que desprecian cualquier atisbo de igualdad están viendo hundirse sus empresas (aunque nunca sus convicciones, que son de acero), lo que les impulsa a exigir más recortes y represión.
Los vendedores de servicios, que son muchos e ideológicamente muy confortados con el nuevo orden, que abominan las huelgas y llaman a la aceptación del pensamiento único y a la sumisión a las leyes racionales del mercado, sobre todo si se tiene un buen colchón relleno de euros ahorrados o evadidos, viven también en el desprecio a los otros, que son precisamente sus consumidores y que más pronto que tarde comenzarán a cancelar sus promesas de modernidad en aras de una mayor frugalidad y fortalecimiento ante incertidumbres futuras.
En diciembre, más de 4000 millones de euros no se inyectarán a la máquina del consumo. Se habla de comidas con tupper en la puerta del Palacio de San Esteban. Las clases medias ya no están para comilones navideñas, convivencia extralaboral y alegrías consumistas. Los pequeños comercios, esos que no cerraron el pasado 14 de noviembre, van a pasar unas fiestas muy, muy malas.
Y esto ha comenzado ahora...

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