domingo, 3 de febrero de 2013

De la moralidad


La moralidad es un atributo de los inmorales. Los demás, los que no somos nadie -tampoco nada- no es que carezcamos de ella, es que no la necesitamos. Somos seres morales por imposibilidad de ser inmorales- lo que tampoco quiere decir que si pudiéramos ser reprochables socialmente, lo fuéramos-. Por eso vemos y escuchamos a tanta gente que nos produce al menos desazón en los medios de comunicación, clásicos o no, dándose golpes de pecho, afirmando que nunca han recibido ni repartido dinero negro, hablando incesantemente de moralidad, la suya, y de inmoralidad, la de los otros. La mayoría de la población vivimos una moralidad obligada y asumida como necesaria mediante la educación y la tradición consuetudinaria de nuestros ancestros. El no tener es un antídoto contra la golfería y el no creer se está convirtiendo en antídoto que los golfos suministran a la gente, extendiendo la sospecha de que el que no está corrompido es porque no puede, nunca porque no quiere. Pero por fortuna- o por desgracia- los que no tenemos son muchos y los que tienen pocos y en franco descenso, por lo que la abominable necesidad de hacer pública la moralidad (“llegué a la política perdiendo dinero”, más de treinta años dedicado al interés público”) sin preguntas molestas deja más al desnudo la mezquindad de los mentirosos, ladrones y amorales representantes de la gobernanza de la última década y media.  

1 comentario:

Jesús García dijo...

Como sabes el término "moral" tiene su origen en el término latino "mores", cuyo significado es "costumbre". Tal vez muchos de estos políticos (o personajes públicos) que defienden su moralidad, lo que están defendiendo realmente son sus actos amparados en sus costumbres, probablemente adquiridas de sus ancestros, adjudicándole a la "mores maiorum" (costumbres de sus mayores) una importancia capital, tal que la defienden como buena o como la única buena, de igual forma que se interpretaba hace más de 2000 años por los antiguos romanos... tomemos como ejemplo la moralidad de los Pujol y sus mayores, los Ruiz-Mateos y su santísimo padre, y un largo etcétera de personajes que están ahora en la palestra solo porque la opinión pública defiende otra moralidad distinta que beneficia más al conjunto de la sociedad que a un grupo muy reducido de ella. Todo ello por buscarle una explicación, aunque según la mía (mi moralidad) estos no son más que unos golfos delincuentes inmorales.