martes, 30 de abril de 2013

La nausea: cultivar coliflores o patatas


“El espíritu de economía, la exactitud, el cálculo, la pulcritud pedantesca, son todos ellos rasgos plausibles que poseen muchos alemanes. Aplicados a la agricultura o a la industria, dan sus frutos. El hitlerismo aplicó estos rasgos al crimen contra la humanidad y los SS del Reich procedieron en el campo de concentración polaco exactamente como si se tratara del cultivo de coliflores o de patatas”.

Fragmento de “el infierno de Treblinka”.

El texto completo se puede leer en “Años de Guerra”, de Galaxia Gutemberg; “Un escritor en guerra: Vasili Grossman en el Ejercito Rojo, 1941-1945 (Editorial Crítica) o en el siguiente enlace: http://www.museodelholocausto.org.ar/files/publicaciones/el_infierno_de_treblinka.pdf.

Personalmente, aconsejo “Años de Guerra” con relatos memorables. Sirve también para iniciarse en la extraordinaria “Vida y destino”, leyendo previamente “Por una causa justa”.



domingo, 28 de abril de 2013

La Final Júnior: UCAM 107 AD Infante 43


“Lo que los hombres hacen después del trabajo nos hace ricos. No los jodamos también en el trabajo”.

Escuchado en Camino a la perdición. 



Finalizó la liga júnior de baloncesto regional; en opinión de algunos, la liga más disputada y emocionante de los últimos años. Hasta que apareció el UCAM 95 y mandó parar la música (¿o ese fue Fidel?). No fue una sorpresa su aparición. Se le esperaba desde octubre de 2012, aunque su ausencia no fuera total. Se le podía ver por las canchas de baloncesto de la liga autonómica. Al menos eso decían algunos que lo han seguido por las canchas de San Javier, de Caravaca, de Molina de Segura, de Las Torres de Cotillas... con paso firme, la mirada perdida en un punto del cielo por el que se filtran rayos de felicidad.
No creemos en los milagros pero sabíamos que por abril, un mes que nos trajo momentáneamente el calor entre caballos de nubes negras encabritadas, el UCAM 95 retornaría por el camino de la reaparición de La Ñora para presentar sus credenciales de campeón. Y doy fe que lo hizo. Un equipo con los mejores jugadores de la Región recolectados a lo largo de los años en los semilleros de los equipos de baloncesto de base. En el UCAM 95 confluye lo más granado del material (para muchos entrenadores los jugadores son materiales maleables, nada más) baloncestista global aunque sigue fallando estrepitosamente (lo que hace a un club ser algo más que un club) en la pretensión de que sea el referente regional de este deporte. Es difícil querer ser referencia en una región como la nuestra, tan pequeña y tan distante. No lo es siquiera el Real Murcia, próximamente en 2B, ni la certeza de que hemos compartido mismos mares, aires y mentiras.
El UCAM 95 llegó a la “final a cuatro” e hizo lo que suele hacer un equipo con mentalidad de ganador (o de emprendedor): liquidar los partidos desde el primer minuto. Es la diferencia entre cosechar la uva a mediodía de un octubre de moscas libidinosas o de noche, a una temperatura y humedad determinada, acariciando el racimo con la suavidad de una mano que recorre un cuerpo embadurnado de nata. Las clases existen aunque interese que no se sepa. Las clases se hacen o las hacen, las personas o la realidad.
Y aquí, a esta “final a cuatro” llegó el equipo de los misteriosos barrios del otro lado del río cuando estaba todo perdido después del partido de ida contra el CB Cartagena 95. Se podía ganar al San José de La Vega, se podría ganar al UCAM 95... en realidad todo es posible en esta marca España. Ya aparece en la mitología precristiana: David contra Goliath, estatuas de arena, matanzas en nombre de Yahvé. Pero como dice la página de la FBRM, el entrenador del UCAM 95 ha conseguido engrasar a la perfección una máquina que elabora baloncesto de un alto nivel” en la liga autonómica. Sin duda, una máquina perfecta de jugar, como lo fue, en tragedias no muy lejanas,“la bajada del índice de esperanza de vida por parte del gobierno central para reducir el déficit público (¿a esto se le llama gerontocidio social con corrección clasista?), la retirada de las botellas de oxigeno en los domicilios particulares de enfermos crónicos, la cerilla libre para incendiar los bosques o el impago a todas las personas dependientes que tienen derecho a ser protegidas por el Estado”(*). Vicenç Navarro nos describió perfectamente el engranaje del despojo colectivo. El problema de la perfección, o imperfección, de los actos humanos, que reflejan en definitivamente la voluntad de su actor o de sus actores, es que, en demasiadas ocasiones no tienen corazón, están vacíos, huecos, se fundan en la voluntad de destruir al “otro” sin motivo aparente (en algunos casos deberemos recurrir a Freud, en otras a Smith o a Nietzsche). En definitiva, es otra forma de conducir la guerra, y en la guerra como en el amor hay buenos y malos guerreros, algunos de ellos despreciable Todos lo sabemos. En la crónica del desasosiego, que escribimos para nosotros, pobres diablos incapaces de penetrar en el arcano de la sabiduría que se difunde desde los bosques de hoja que en otoño alfombra nuestra contemplación del universo, anotaremos en la última página que clausura la historia de este periplo baloncestista, que hubo obediencia debida, pero finalmente todos seremos ceniza porque el sufrimiento golpeará con más saña a los creyentes, que son muchos y todavía no ven el precipicio a sus pies.
Este blog finaliza su recorrido baloncestista, difícilmente volverá a hablar de canchas, lides y viajes en autobús o vehículos particulares. Pero con la certeza de que hemos mantenidos posiciones ideológicas (ético-morales) a lo largo de los años que podrán ser cuestionadas pero en las que no se hallara huella de contradicción, tenemos que terminar esta crónica afirmando, como ya lo hizo Horace Peret, que la literatura no sirve para mucho pero al menos permite sobrevivir a los desvaríos del deporte, en concreto de este deporte llamado baloncesto.

(*)- Se ha suprimido un párrafo al parecer no muy correcto políticamente (tampoco en lo referente a la "alta cultura"). La autora de este blog es responsable de que alguien entienda, después de leer la crónica del partido, que en nuestro país se está produciendo un oculto y lento gerontocidio. La autora de este blog reitera sus disculpas si en algún momento se ha podido inducir a una lectura errónea del escrito. Deseamos que la generación de jóvenes actuales sea capaz de enterrar "en el mar" toda una cultura hipócrita, que esconde todos los defectos humanos detrás de una sonrisa.

sábado, 27 de abril de 2013

AD Infante Júnior 72 San José Junior 58

Cuando el viento nocturno sopla de los misteriosos barrios del otro lado del río, la ciudad se estremece. La hojarasca se arremolina en los rincones de las calles, los perros esparcen la basura a la altura del número 9 de la avenida Gran Vía Salzillo y no lejos, un rumor de agua negra mueve molinos imaginarios que muelen nubes blancas y olor a café.

Por algún sitio anda don Quijote, y los gigantes y sus brazos moviéndose como aspas de lino en mitad de una cancha de esperanza. Pero el caballero de la triste figura enloqueció o siempre estuvo loco, incluso antes de que velara las noches esteladas de La Mancha con pilas de libros de caballería. Nuestro espíritu no tiene límites porque las palabras que lo forman son transparentes como la sonrisa del aire ante un partido entre iguales. Y esto ocurrió en el primer encuentro de la “final a cuatro” del campeonato junior de baloncesto. Entre quijotes que han llegado al final del camino, a cubierto de la lluvia y del viento húmedo del mar nuestro, sabemos que sus cuerpos son de mármol esculpido por el viento del tiempo y sus espíritus son miles de historias diarias que se entretejen en el ímpetu colectivo de la amistad.

La amistad no tiene zonas sensibles donde hurgar y dañar. La amistad es incompatible con la desigualdad y se cultiva, con la serenidad de un jardinero que ve como las estaciones cambian la fisonomía de los parterres y de las flores que amanecen húmedas en los rosados besos de la aurora, en cada mirada clara y en cada susurro de complicidad.

Se dirá que no hablo de baloncesto sino de rosas lanzadas al graderío con la intención de herir en carne sensible con las espinas del tallo. Pero hay que hablar de la igualdad para hablar de equipo, y de esto ha hablado José Alberto Egea en el año que ha estado entrenando al AD Infante. Las oportunidades o son colectivas o no lo son, al menos en deportes de equipo. Y esto ocurre en los barrios misteriosos que despiertan en las madrugadas con sus bocas henchidas de poemas heroicos La oportunidad de ganar al San José de la Vega, la oportunidad de acercarse a las laderas de la Cordillera del Himalaya y penetrar en sus entrañas y roerlas como un ratón insignificante que tiene nombre y apellido y sobretodo dignidad. Roer las entrañas de la desigualdad, leer hasta el amanecer el capítulo dedicado a la obesidad de “Desigualdad. Un análisis de la (in)felicidad colectiva” de Wilkinson y Pickett y creer en la comunidad como cristal transparente que hace hombres y mujeres completos (y complejos).

Admirable partido jugado por el San José de la Vega. Vienen de la “zona cero” del país del búho, de donde proviene el olor a resina. Un equipo también de iguales, de otros barrios que se descubren con la mirada de un pasado que ya nunca volverá. Han sido derrotados pero solo merecen reconocimiento, un abrazo profundo, el momentáneo silencio del abrazo espiritual.
Y los jugadores, nuestros jugadores. Ganen o pierdan serán nuestros, como los jugadores del RDY Yecla, que ha sido derrotado en la otra semifinal por el UCAM Murcia por 114-26. Equipos de iguales, jóvenes que se divierten y que conocen sus límites. Ellos, nosotros....Después de muchos años sabemos quiénes somos: el vuelo limpio de los petreles sobre la espuma de los huracanes. Eso son nuestros hijos, eso debemos ser nosotros cuando desde las gradas los animamos y los recordamos dándonos codazos en el primigenio útero.
No, la amistad no debe tener mácula. Pierdas o ganes, sueñes o seas realista. Mañana el huracán devastará la cabaña de ramas, hojas rojizas y flores donde nos cobijamos para ser amigos e iguales (el baloncesto). Pero volveremos a reconstruirla con materiales pobres y volveremos a vivir edificando palabras que encierran sentimientos colectivos. Del huracán, os lo aseguro, solo quedará vacío y olvido. De vosotros, hijos y amigos, el orgullo de haber jugado una final y haber resistido el viento imposible de la desigualdad.

Juan Gil de la Encarnación, Alberto Pujante Antonatou, Alberto Nicolás Pérez, Álvaro Gómez Buendía, David Lucas Martínez, Manuel Lorca Riquelme, José Campillo Martínez, José Ibañez Carmona, Miguel Ángel Sanz Almarcha, Álvaro Bernal de Ayala, Álvaro Urrutia Rodriguez, Vicente García Rabadán y David Saura Perona.

Así se llaman nuestros héroes. Sus espíritus son grandes y son libres.

jueves, 25 de abril de 2013

AD Infante y nosotros


Posiblemente el AD Infante esta batiendo, a fecha y hora actual, todos los récord conocidos. Supuestamente no es un equipo del “Régimen”, es decir, no es CB Murcia. Tampoco es un equipo de los “contrapoderes” colegiales (Maristas, Capuchinos, Salesianos...). Ni qué decir tiene que no tiene “prensa oficiosa” que lo promocione por la Nube.
Pero desde el domingo pasado, en el que ganó a un equipo por el que siento gran simpatía y lo apeó de la “final a cuatro” (paso de la denominación inglesa) supuestamente con el apoyo arbitral (algunas fuentes hablan de “conspiración global” y no de “lobos solitarios”), el AD Infante es el equipo más vilipendiado del baloncesto regional y sus jugadores son culpables ya no de su juego sino de monstruosos favores de la FBRM. La gravedad de la imputación adquiere su verdadera dimensión cuando se descubre que el único equipo al que se le reconocen, sean falsos o no, beneficios (seguramente más placebos que otra cosa) de la Federación es el CB Murcia. 
Vivimos en una sociedad cada vez más extraña, en la que el problema ya no es que haya clases sociales sino que se sepa que las hay. Como escribió Bernard Shaw en Regreso a Matusalém, "... unos predican una lucha de clases, otros la practican vigorosamente". Esto ocurre en el microcosmos de este deporte regional. Todo el mundo niega que deba haber clases en el baloncesto pero las hay. Y esto se manifiesta sobremanera cuando los equipos que deben ganar no lo hacen. No es el caso del CB Cartagena. Al menos eso es lo que pensaba hasta ahora, y lo sigo pensando de los creadores de opinión del otro lado del Puerto de la Cadena (en el lado de la brisa marina y las briznas de sueños en las crestas de las olas).
Pero entre tanto anonimato observo desprecio (y deseos de desestabilizar al equipo de cara a la final a cuatro) y eso, amigos, no es lo convenido ni lo prudente si queremos mantener la ficción de la inexistencia de clases (baloncestistas). Desprecio por el AD Infante, y por tanto por sus padres y madres (cosa perdonable) y por sus jugadores (cosa imperdonable desde cualquier punto de vista).
Entre tanto marasmo, observo también el desprecio de seguidores de equipos humildes y aquí ya no puedo dejar de pensar que o somos estúpidos o la sociedad lo es globalmente (tiendo a pensar esto último). Sobre la estupidez debo decir, contradiciendo a aquellas personas que mantienen que el baloncesto es un deporte practicado por gente inteligente, que está repartida homogéneamente en todos los deportes practicados y por practicar (no solo en el fútbol).
Aprovechando que mi hijo cumplió ayer los 18 años y es ya mayor de edad le pregunté por el arbitraje. El me dijo que fue normal. Su respuesta es la que es y seguramente es la que tiene más moléculas de verdad.

domingo, 21 de abril de 2013

AD Infante Júnior 78 CB Cartagena Júnior 46

Iba a comenzar la última entrada sobre baloncesto con estas frases: “el río se paró definitivamente. Los paseantes que cruzan sus puentes lo saben. Entre la pasarela Manterola y el Puente Viejo, se ha formado un islote casi plano de arenisca. Los patos la cruzan en diagonal dejando las huellas de sus patas en la tierra empapada de agua”. Volvemos a se una tierra detenida, paralizada bajo un cielo azul que amenaza inclemencias tórridas en los meses venideros. Este no es país de otoños rojizos, de alfombras de hojarasca en las que recostarse para enamorarse del frío firmamento, de las estrellas heladas en su viaje sideral. Tampoco es lugar para amar contemplado las auroras boreales, los icebergs o el perceptible siseo de los alces. Pero el baloncesto, como la filosofía del hartazgo urbano, te hace cambiar los titulares, los pensamientos y los sentimientos (entre estos últimos hay un beso que puede ser pudoroso o vitálmente pornográfico dependiendo con el equipo con el que juegues). Debo reconocer mi querencia por el CBC 95, tal vez por la vieja amistad con algunos de los padres de sus jugadores. Hemos hablado del mármol milenario, de las tardes ancestrales del Mare Nostrum, de los cadáveres que deben soñar una imposible liberación sepultados entre toneladas de fango e historia. 
Odio la competición deportiva porque hace comportarse a las personas como seres alienados, que piensan en victoria y derrota en términos absolutos (algo de eso pensaron los regímenes totalitarios cuando
llevaron al matadero a millones de seres humanos). Nada que vez con la tradición de las escuelas filosóficas griegas y romanas, nada que ver con la necesaria mesura que debe presidir las relaciones de sociedades pacíficas. Pero el baloncesto es eso: un deporte entre iguales que compiten. Luego están los desiguales, los que buscan su razón de ser más allá de una competición entre amigos y cómplices de alegrías y pesares compartidos. 
Venus, la estrella solitaria de la mañana. 
Las cárceles en las que nos recluimos voluntariamente. 
El AD Infante ha derrotado al CBC 95 por treinta y dos puntos de diferencia. Se ha desbordado la pasión de unos mientras los otros han guardado silencio. Poco se podía decir, acaso el argumento clásico del mal arbitraje. En la última semana leí en algún blog puntero la extrema dificultad de que el AD Infante superara la clasificación. Hasta que al iniciar un libro sobre la I Guerra Mundial me encontré con una frase de Henri Bergson: “la guerra era imposible pero probable”, Desde ese momento volví a creer, y las creencias mueven mundos, no sólo pueblos, países y continentes, en la victoria del equipo de los misteriosos barrios del otro lado del río, porque nos lo merecemos, porque junto al pabellón de baloncesto hay un limonar, porque a pocos metros un chopo se levanta valiente sobre el terraplén de una acequia. La victoria era imposible pero probable. 
 Sigo pensando que las competiciones tienen su lado perverso, en muchas ocasiones obnubila la razón; son las hermanas bastardas de la amistad. Posiblemente estas afirmaciones, para los que defienden la necesidad de la bota en la nuca ajena, sean heréticas y retrotraerían al planeta a la edad de piedra. Hay padres que buscan equipos (o colegios u universidades privadas) determinados para que sus concepciones de la vida y de su evolución dejen impronta en sus vástagos. Algo así como las sociedades secretas de determinadas universidades norteamericanas y europeas. El orgullo de ser colegial. Otros equipos, en una región pequeña e insignificante como la nuestra (a pesar de los golpes en el pecho de sus sempiternos e ineptos gobernantes) un equipo, explotan sentimientos humanos muchas veces contradictorios para vender la excelencia competitiva. Y si se unen a una institución universitaria de filiación católica (volvamos a las escuelas filosóficas griegas y la duda como argumento) el dogma torna en realidad y la victoria en una posibilidad real. No sabemos si el AD Infante jugará la final con el UCAM 95 o lo hará con el San José, pero los ríos que confluirán en esa final se volverán a distanciar, discurriendo uno entre las cloacas del profesionalismo y el otro entre las cascadas de blanca sonrisa, esa de la que disfrutamos cuando vemos a nuestros hijos rodear a David Lucas, lesionado y con muletas, y dedicarle la victoria. Saludar a los amigos de Cartagena, del “otro lado del Puerto de la Cadena”, a los que me ha unido durante años un acercamiento poético al baloncesto, a la amistad, a los paisajes que hemos recorrido y amado. 
Lo sencillo es hermoso. El baloncesto, no siempre. Ojalá los bosques otoñales de Nueva Inglaterra nos enseñen los ritmos de la vida, su plenitud y su decadencia. 
 Ojalá.

jueves, 18 de abril de 2013

La libertad y tú...


Ítaca no existe, caro amigo: No la busques o se te helará el corazón.
Ítaca no existe. No navegues entre Escila y Caribdis, no ansíes llegar a buen puerto porque sus aguas calmas esconden más sufrimiento y amargor.
Ítaca no existe, es bruma en el horizonte, lo sabes. Pero todo lo demás, los cíclopes, Penélope y el gato que araña su pecho, los ancianos que se mecen los cabellos canos contemplando los rizos del mar griego, los dioses, vanos y lujuriosos, los escritores que se detienen en el camino, aspiran el aire de los olivos y se duermen bajo el sol de la esterilidad, lo hemos visto en esta liga y la veremos en la próxima.
Estoy cansada, desde este lado del río, de misteriosos y callados barrios, siento el cansancio de la mediocridad ahora que el río se ha parado definitivamente.

miércoles, 17 de abril de 2013

La victoria es imposible pero probable...


El río se ha parado.
Me he asomado al lecho
y la brisa húmeda de la noche riza aguas arriba su superficie.
Algo terrible va a ocurrir en esta tierra esquilmada por zombis.
El filósofo Henri Bergson escribió acerca de la primera conflagración mundial que “la guerra era imposible pero probable”.
Dejo atrás mi pesimismo, no sé si congénito o experimental, y afirma que la victoria del AD es imposible pero probable. Que me perdone Bergson pero en estos valles de cazadores que se visten de presas, la épica debe ser la norma.
El río se ha parado. El arrastre de las aguas ha decantado el calcio de los cadáveres familiares.
El viento frío de la madrugada vuelve a soplar en los misteriosos barrios del otro lado del río.

domingo, 14 de abril de 2013

CB Cartagena 74 AD Infante 58


Hoy 14 de abril, día del primer partido de los cuartos de final del campeonato junior de baloncesto regional (es más corto escribir día de la República pero menos importante) se han enfrentado en Cartagena el CBC Junior y el AD Infante Junior (con tilde o sin tilde sigue siendo un anglicismo). Ha ganado el equipo de la ciudad tres veces milenaria por 16 puntos de diferencia (74-58). Rompiendo un poco la tradición (nos referimos a la ajena, claro) no voy a responsabilizar a los árbitros de la derrota, tampoco a la presión ambiental, a la brisa con sabor a mar que soplaba en Cabezo Beaza, a la primavera o a cualquier razón que se me pueda ocurrir para justificarla. Hemos perdido, es decir, el otro equipo ha ganado. Tengo la impresión que el AD Infante termina la liga el próximo día 21 de abril. Y lo digo para ver si es cierto que me suelo equivocar más allá de la probabilística, que soy algo gafe, que don Quijote enloqueció con tanta lectura y que la poesía del baloncesto nunca premia la épica sino la estatura. Gigantes en lugar de molinos de viento, salvado en lugar de harina, harina en lugar de sal, el fin de un ciclo, espiral o pesadilla que se repite continuamente o se aleja lentamente.
No termina con esta entrada Las Horas Sitiadas, ni se clausura, ni se calla, ni vuela con las gaviotas oteando la Isla de Ítaca. Destrozando un viejo chiste soviético el horizonte del jugador profesional de baloncesto se ve ya en el horizonte. ¿Pero qué es el horizonte?: una linea imaginaria que separa el cielo y la tierra, que cuanto más nos acercamos a ella más se aleja. Un espejismo que en algún momento hemos visto en alguna llanura bajo el sol canicular o en la blanca sonrisa del mar.
Posiblemente el CBC 95 juegue la final con el UCAM 95, o quizá me equivoque. Es posible que el Infante, el equipo de los misteriosos barrios del otro lado del río, remonte el partido de ida y juegue la semifinal con el Maristas o con el San José. En todo caso, la final será como el viejo chiste de la Era Jruschov. El horizonte es una linea imaginaria que se aleja cuando se toca con los dedos de la mano, nada más.
Acabó un ciclo y dejamos en el recuerdo, aunque no quiero perder el contacto con ellas y ellos, amigos con los que hemos reído, conversado, soñado, leído o deleitado con poesía, prosa y sentido común a raudales. Gente de Cartagena, Yecla, Archena, Caravaca, Murcia...
Este blog, Las Horas Sitiadas, sigue abierto (cosa de la nube y de su libertad radical) pero su horizonte ya no está recortado por una canasta, una pelota y un chaval que salta hasta tocar con los sueños el cielo de un pabellón cubierto.  

viernes, 12 de abril de 2013

Valcárcel no abandona...(un homenaje prematuro)

Ramón Luis  valcárcel nos deja, tal vez huérfanos. Ha vuelto a anunciar que no se presenta a las elecciones de 2015, cuando se cumplan sus 20 años de gobierno. Nos adelantamos a la despedida reeditando una entrada que fue topic treading en mi casa hace más de un año:

 "Durante unas milésimas de segundo, mientras contemplaba EL Pensador de Rodin frente a la antigua comisaria de la Plaza de Santo Domingo, he recordado a Valcárcel, estadista ciclópeo, reflexionando, el mentón sostenido por el puño cerrado, sobre el futuro de su gente, vasallos que ven reflejados sus rostros lechosos en las turbias aguas del río. Acaso haya sido el ensueño de la media tarde, las cálidas calles, los granizados, el ron con pasas o las niñas vestidas de muñecas de misa y domingo, pero la fuerza expresiva de El Pensador, como un Hércules barriendo las calles de Lorca junto a Almena y Anfitrión con el viento tórrido del Mediterráneo, no podía sino recordarme la decidida resolución de un presidente que se desvive por nosotros, desdichadas víctimas de la pérfida actitud de políticos izquierdistas que se recortan las barbas y nuestros bolsillos.
Si hay alguien en el que Valcárcel pueda ver reflejado su reinado de 18 años, siempre nos acordaremos de El Pensador. En la larga travesía por los años, a caballo entre dos siglos, el adalid de nuestra riqueza, también de nuestro orgullo y de nuestra providencial otredad, ha guiado las naves por procelosos mares y tortugas moras ensimismadas en su egoísmo territorial, con el único pensamiento de expandir entre su feligresía laica tanto la riqueza material como espiritual. Gentes que somos agradecidas, mientras contemplamos la vasta obra de nuestro presidente, no olvidamos ponerle una vela a los pies de la Virgen de la Fuensanta en los últimos días del verano, cuando lo imaginamos capitán de un bergantín cruzando el Mar Rojo y negociando con los jeque de Catar, Kuwait o Los Emiratos Árabes Unidos la erección de faros universales que guíen al turismo y a los turistas de posibles como corderillos sin pastor a los torrentes y barranqueras de esta tierra agraciada por dios y por los apóstoles- más por los últimos que por el primero-.
Siempre con el rostro pensativo, con la mirada siempre unos centenares de metros por delante de la de sus gobernados, Valcárcel es ese misterio místico de la naturaleza urbana, ese elegido por la Historia para resarcir los agravios que esta tierra ha padecido durante milenios. Como respuesta muy elaborada a los oasis de la tradición musulmana, nuestro hombre ideó una ruta de campos de golf, de palmeras sin picudos rojos, de fiestas hasta la amanecida bajo la luz de oro y los diamantes, de poetas de pluma y columna corintia, de periodistas con liras y papiros de maría....Luego, surcaron los aviones nuestro cielo rutilante y De la Cierva- el inventor, no el cacique- lloró por primera vez en las planicies de Corvera mientras los halcones malteses viajaban en los dobles fondos de maletas y bolsas de mano.
Fueron años de ambrosía, literatura rosa, champán, yates en calas coquetonas, dinero, dinero, dinero...
Fueron años de levedad".


sábado, 6 de abril de 2013

La imputación


Para ser Infanta (o infante, princesa o príncipe, rey o reina) no hay que hacer gran cosa, tampoco serlo. Basta un medio acuoso idóneo, un espermatozoide, un óvulo y un camino libre de obstáculos, aunque en numerosas ocasiones el espermatozoide, o el óvulo, no corresponden a la persona que permite utilizar el sello de la marca monarquía. En estos últimos casos se utiliza el adjetivo bastardo o bastarda para definir el fruto final de la persecución. Lo que si es cierto, es que en términos estadísticos ser infanta (o infante, princesa o príncipe) es excepcional. No es normal que en un mismo país haya varios reyes o reinas. Cosas de la democracia. Resulta interesante saber, por otra parte, que para ser infanta (o infante, princesa o príncipe) no hay que ser una hija o hijo de puta (en el sentido figurado de la expresión). No es necesario. No conozco ningún presidente o presidenta de una República que no lo sean o no lo hayan sido. Ni siquiera Abraham Lincoln dejó de serlo en diversos momentos de su gobierno -Zinn dixit-. Cosas del carácter electivo de la presidencia de las repúblicas. Cuando hablamos de hijo o hija de puta no prejuzgamos ni moral ni éticamente. Serlo es consustancial a una determinada manera de organizar la economía, la sociedad, la cultura o, siendo minimalista, una partida de mus e incluso de ajedrez. Las reglas del juego son de una manera y si no eres un o una hija de puta eres un o una perdedora.
 Decimos que ser Infanta (o infante, princesa o príncipe, rey o reina) es portentoso estadísticamente. Ya hemos dicho que no es necesario ser un o una hija de puta, ni siquiera persona de sentimientos egoístas. Lo que no quiere decir, no me confundan, que no lo sea. En las monarquías del Estado Moderno, los reyes no solo lo eran, también eran crueles, despiadados, sedientos de sangre y oro. Pero por algún motivo relacionado con los movimientos populares de los siglos XVIII, XIX y XX, los espermatozoides u óvulos reales se serenaron, dejaron de perseguir compulsivamente espermatozoides u óvulos ajenos y si se les persiguió fue con unas mínimas reglas de decoro y confidencialidad, e incluso de consentimiento mutuo. El derecho de pernada se relaciona más con las épocas bárbaras. En este sentido, se puede decir que se republicanizaron e incluso permitieron que el mercado (nunca se llegó ni llegará a la competencia perfecta) interviniera en la regulación del deseo. A este hay que añadir la revolución de los medios de transporte, que permitió que los reyes y reinas, infantes e infantes, príncipes y princesas de los estados monárquicos realmente existentes se movieran con gran rapidez, llevando a cuesta los espermatozoides y óvulos correspondientes, por todos los rincones del Orbe. Lo que resultaba inconcebible en el Siglo XVI, que un rey del imperio donde nunca se ponía el sol persiguiera desnudo a una princesa inca por las mesetas de La Puna (por la distancia y sus obligaciones europeas), se hace realidad en los siglos XX y XXI y ya es posible que los espermatozoides o los óvulos reales puedan esconderse detrás de un elefante como forma de mantener las mínimas reglas del juego impuestas por el control democrático. 
En las monarquías democráticas, cosa que no ocurre en las repúblicas (aunque en este últimos caso habría que profundizar en la esencia de las repúblicas bananeras y sus concomitancias con las monarquías, democráticas o no) lo que sí hay es demasiado tiempo de ocio. En estos casos solemos mirarnos el cuerpo o con más probabilidad, el cuerpo de los demás. Esto no es es malo. El amor, el deseo, el sexo (¿para que engañarnos?) es la primera bella arte de la Humanidad. Mientras que los presidentes de las repúblicas, sean estas presidencialistas o no, ocupan dos años intentando saber lo que están gobernando y otros dos preparando la reelección y aguantando a los hijos de puta que quieren aguársela, los monarcas desconocen esas preocupaciones y solo sienten en su rostro la brisa húmeda y salada de bahías de tonalidades turquesas. Se dirá en contra que los presidentes de las repúblicas no llevan una vida monacal, que entre hijoputada e hijoputada cabe el sexo, y se nos pondrá como ejemplo a Kennedy o a Clinton y Mónica Lewinsky. Y es cierto, pero ese tipo de persecuciones en las residencias oficiales de los presidentes que son, no lo olvidemos, propiedad del Estado, se compaginan con otros deberes, por ejemplo tener apoyado constantemente el dedo en el botón nuclear o cenar habitualmente con personas que aparecen anualmente en la revista Forbes. Tales deberes les ha sido arrebatados a los reyes de las monarquías parlamentarias, y entre tanto tiempo libre no extraña que los gorrones se les acerquen en enjambres compactos. 
Resulta de poco valor intelectual no defender las monarquías frente a las repúblicas porque en las primeras el mérito tienen forma de espermatozoide, de óvulo y de ocio, y en las segundas hay que ganarlo en la lucha diaria frente a aspirantes más o menos dotados, hijos de putas con mayorías en los parlamentos, o populachos demasiado imbuidos en los principios ilustrados y en los valores radicales de la libertad y de la igualdad. No creer en las monarquías por defender el principio de que todos somos iguales ante la ley (y ante los ojos de dios si somos creyentes) y porque el exceso de ocio lleva inexorablemente a las malas acciones, sea por acción o por omisión, no conlleva que desdeñemos los amores de las familias reales, las aguas de Viladrau o el sufrimiento de ser rey o reina, príncipe o princesa, infante o infanta sin mérito alguno. Pero aquí radica la tragedia de las monarquías realmente existentes: no se basan en el mérito y cuando intentan conseguirlo usando los métodos comunes de ciertos sistemas económicos y sociales, son despreciadas, vilipendiadas y en escasas ocasiones sentadas en el banquillo de la historia, acusadas de no dedicarse al ocio y sí a lucro personal. 

 Nota de la inductora: aunque he buscado insistentemente sinónimos de esta hermosa lengua castellana para no utilizar “hijo de puta o hijoputada” me ha sido del todo imposible hallarla. En otros idiomas existen sinónimos apropiados. Por ejemplo, en alemán merkel, en inglés camerón o en francés lagarde. Todos estos sinónimos sustituyen perfectamente el término “hijo de puta”, No obstante, las personas que han leído este escrito antes de su publicación, me han asegurado que sinónimos apropiados en castellano existen; no solo uno, sino nueve o diez. Creo que hablan demasiado a la ligera de un país grande y hermoso como el nuestro.

viernes, 5 de abril de 2013

Un cuerpo frío bajo la nieve...





Llovió por la tarde. Huele a humedad y a fiesta. Desde el Puente Viejo contemplamos el río. El agua cubre las dos motas interiores de su cauce. La de la margen izquierda resistirá la zapa de la erosión. Está protegida por un talud de piedra. Sin embargo, la mota de la margen derecha, en la que se sientan los pescadores buscando la sombra breve de las palmeras, se deshace como un terrón de azúcar. Las raíces de las palmeras danzan como algas de un fondo marino arenoso.
La sardina se alza frente al Hotel Victoria. Esta mañana he leído que llegó ayer en bicicleta. ¡Valiente sardina!, ¡hay que ser muy osada para circular en bicicleta en una ciudad tan amable como Murcia!. Sin embargo, se levanta indolente sobre un pedestal. Ha llegado indemne y ahora sonríe a la olorosa noche murciana. En lo más alto, publicidad de un Banco. Ellos pagan la sardina, nosotros los cristales rotos. Rodeo el pescado buscando las heridas del anzuelo sobre el cartón piedra. La huelo: más parece un arenque seco traído de la garganta profunda del Gulag. ¡Si Solzhenitsyn leyera estas notas!.
La sociedad murciana es el palacio de cristal de Murano de la inconsciencia colectiva hecha añicos. Los vidrios del desastre se esparcen por valles y llanuras de nuestra tierra. Brillan en sueños de oropeles tropicales bajo un sol meridional, cálido, calladamente incestuoso. En derredor de la sardina, la gente se fotografía, sonríe, se mira, se desnuda con la piel de la sensualidad del azahar de la piel humana. Las calles de la ciudad bullen de vida. Bajamos hacia la Gran Vía. A la altura del número 9 de la avenida, caminamos durante un tramo por el asfalto. A lo lejos, una furgoneta de la policía local abre el paso al desfile del testamento de la sardina. Se escucha ya el pitorreo de la fiesta, el olor a alcohol, el inestable movimiento sobre un charco de ginebra de los caballeros de las carrozas jugueteras. En la acera, creo ver al Gran Gatsby con una copa de champán en la mano. Observa la noche con desdén y sonríe cuando los sardineros reparten plástico tóxico a la chiquillería que se les acerca.
Nos alejamos de la fiesta. En el cajero automático de un banco del BBVA, dos vagabundos se preparan el lecho nocturno. La luz blanca del cubículo es perfecta para leer. Uno de los vagabundos sostiene un libro de tapas blandas naranjas. Creo leer Agatha Christie en la portada, pero tal vez me equivoque. Por alguna razón suelo asociar el nombre de la autora inglesa a la trashumancia, a la inestabilidad emocional, a la pesadilla nunca despertada. Vivimos una época difícil, el esqueleto que sostiene la carne de nuestra economía tiene osteoporosis, los gobernantes de esta tierra dejan un rastro de calcio allí dónde se sientan, están enfermos de incomprensión y viajan a Madrid a llorar la ingratitud de esa gente del sur por la que tanto han luchado.
Volvemos a casa. Dejamos a un lado al Gran Pez y a doña Sardina. Ya hemos soportado bastante a Fernando Romay en las retransmisiones televisivas del UCAM Murcia. Cruzamos de nuevo el río. El agua fluye sin apenas resistencia, pero no se ven flotar los cadáveres de tantos años perdidos. Deben estar enterrados en los lechos secos de las ramblas, en los hoyos de los campos de golf, en las calles que delimitan solares de urbanizaciones abandonadas, en las autopistas de peaje que vamos a pagar todos los ciudadanos...Nada de cuerpos hinchados por el agua o de arcas llenas del oro robado a la sociedad. Junto a un cadáver nunca encontraremos su penitencia, tampoco su arrepentimiento.
A la altura del número 9 de la gran Vía miramos al cielo. No se ven las estrellas. El olor a alcohol y a desvergüenza ocupa el vacío dejado por la honradez (si es que alguna vez la hubo).
¡Si al menos nevara en Murcia, con el deshielo aparecería el cadáver que huele a coles de Bruselas!.

jueves, 4 de abril de 2013

El río que nos protege



Murcia es una ciudad hermosa en primavera, aunque se dice lo mismo de ella en verano, otoño e invierno. Suele ocurrir cuando se tiene querencia por algo o por alguien. Hermosa y de ambientes diversos. Lo mismo llueve en la plaza de Camachos que los reflejos diamantinos del sol nos ciega en la Gran Vía, no lejos de la casa de un Gran Benefactor de la Región durante 18 años ya. En medio, el río fluye libre de represas, arrastrando la historia, tal vez los cadáveres de demasiados años de desgobierno. Somos un pueblo de benefactores: desde los caciques premodernos hasta la pléyade de dadivosos y acaramelados nazarenos, de huertanos desfilando en elevadas plataformas de morcillas, salchichas y longanizas, de sardineros con los ojos como platos de felicidad al lanzar plástico barato made in china a la multitud entusiasta y de otros especímenes tribales que nos hablan del despegado interés por las cosas materiales de los habitantes de este rincón del sur. Pasado el portal del Gran Benefactor, comienzan a escucharse los silbatos. Es sabido que cuando se pitorrea en Murcia es o porque el real Murcia ha perdido un partido, cosa muy normal a pesar de un propietario que entiende de pelotazos (o por eso mismo) o porque comienzan los tres días de la Gran Borrachera de los sardineros, una tradición que cada año mejora su solera y a la que, en el País de Búho, más pronto que tarde se solicitará que sea declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
En estos días de fiesta, me quedo con el movimiento del río, con el reflejo del sol crepuscular en el cañaveral amansado en la cola de una ridícula sardina anclada al fondo cenagoso. Llevamos ya tres semanas con un río que se mueve como una serpiente que va dejando en su camino cáscaras de piel seca. En la mota del río, el agua cubre la parte baja de las palmeras e imaginamos, la distancia nos impide verlo, a decenas de picudos rojos agarrándose a las cañas que tropiezan con los troncos, se escoran y siguen su descenso en busca del mar. ¡Ojalá la corriente arrastre a los benefactores de esta ciudad, la limpie de la pátina de óxido ideológico que la constriñe entre tanto plástico tóxico, la libere de su aburrimiento centenario!.
El río baja lleno de cadáveres, que el mar los entierre y de ellos solo recordemos que fueron gentes que nos hicieron bostezar de aburrimiento durante décadas enteras.
¡Ojalá!.




martes, 2 de abril de 2013

Te miro

Te miro, es decir, miro al vacío, a aquel lugar en el que alguna vez estuviste, y no si responderte con el silencio o gritar con los brazos extendidos al cielo nocturno, un grito hueco que ahonde toda la desesperanza que habita en mí. Hablo a tu ausencia, ese lugar dónde crecían lirios, dónde el gato se acurrucaba, se hacía un ovillo y escuchaba las tinieblas en voces sordas. Luego, cuando los lirios se marchitaban, allá por los últimos días de un hambre mortal, el gato abría los grandes ojos grises y en ellos se bañaba desnudo, chapoteando en el incienso oloroso de las grandes catedrales reflejadas en el iris y en el filo del último cabello desrizado del felino, tu recuerdo, que era una línea frágil, la porción microscópica de una lágrima, la arena acumulada entre paredes de arcilla.
 El río fluye hermoso. Bajan las cañas, las ramas, la hierba seca, la hojarasca del otoño pasado, y tú, tú bajas de las altas montañas, de las nieves inmaculadas, de las llamas eternas del cielo estelado. Eres la mariposa que alguna vez contuve en mis manos cerradas, mirándote entre los jirones de una piel que ya se cuartea inexorablemente. En derredor, el estío, el calor, los saltamontes, los desolados paisajes de las chicharras y del sol cayendo vertical con sus uñas que desgarran la piel con sus húmedos suspiros.
 Te miro y pienso que alguna vez tu invisibilidad, esa mano que te busca en el pesado aire de un día despejado y solo encuentra estupor en el alma ausente, fue carne, piel, vello erizado, expectación en el pecho, presión en las sienes y liberación, placidez, sueño tranquilo. Se interpone entre nosotros la cara oculta de la luna y tus ojos son mieses que brillan como luciérnagas en los cráteres del astro anhelado. 
 Te miro, miro el vacío dentro del esqueleto que nos sostiene levitando en lo que alguna vez fue amor y ahora es solo olvido.