domingo, 4 de mayo de 2014

Lucía Sánchez me pide que le publique un texto breve...

Anoche, en una madrugada de brisa intermitente que acercaba la música de Los Chicos de la Tienda de Animales, Lucía me remitió el siguiente texto. Creíamos que había regresado a las calles de ciudad de México, a pasear su tristeza y su amor eterno por la literatura de Eloy Sotelo. No nos hagamos demasiadas ilusiones.

"Infante llovió oro y la sierra, el río, el regazo de los sueños (nubes de algodón rosáceo) cayó abatida por el monstruo de la razón, que engendra mentecatos cuando ya no hay nada en lo que creer. Cuando nació Infante sénior, un pacto en la broza incandescente de tu mirada, madre, hermana, amiga, confidente de las madrugadas.... ahora el rocío humedece las copas de acritud de un cielo negro cuajado de lágrimas y de besos de leche. Mentecatos de hornacinas donde arde el espíritu de papel, mentecatos que secan las raíces de los florales árboles del abismo cuando sus equipos ganan y derriban el plácido despertar del azahar de los naranjos. Jóvenes del Infante: escuchar el aullido de los prontos cadáveres. Hablan de vosotros, Ellos que son pasado, ceniza, aluvial riada de troncones e insectos voraces. Acaba la liga, y con ella los mensajes de esperanza, de espuma sonrojado los espermatozoides débiles de una adultez decrépita, que sonríe ante su propia incapacidad de levantar el vuelo y señalar con el dedo el lugar de la ventisca. 
Grande Infante, ahora olvido, tristeza, amapolas mecidas por el viento en la luz crepuscular de tus oponentes. Ellos los que ladran mientras la yegua cabalga libre hacia el futuro.

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