jueves, 25 de septiembre de 2014

Una rosa y no más...




Realmente, aquella mañana, después de  la tormenta de la madrugada y de las ramas de las acacias arañando con sus papiros de luz otoñal los cristales de la ventana, fue extraordinaria. Y no lo fue porque el sol brillara en lo alto de un cielo limpio y, después de muchos meses,  azul como esos mares que vemos en las postales y en los que sabemos que nunca podremos nadar, sumergirnos, sentir su cálido terciopelo en la piel, besarlos con los labios mientras observamos en la arena del fondo el rostro más querido del pasado, del útero de Selene. No. La mañana asemejaba un racimo de sueños anudado por el cielo rosáceo del alba. Y esa apariencia la hacía extraordinaria, una mañana de calidez meridional; y esa sola idea, y esa boca en la mía, y ese cuerpo desnudo empapado de bruma y de lluvia otoñal, y esa mirada, y esa habitación blanca, sencilla, una rosa y no más…

Realmente, aquella mañana era nuestra mañana y el mundo y sus miserias ni siquiera recuerdo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un aplauso más que te has ganado.
JAMB