jueves, 9 de octubre de 2014

Un reino eterno....(*)



En el Reyno de Murcia se envuelven longanizas con billetes de quinientos euros, se desprecian los impuestos directos, no así los indirectos, porque los ricos son mayoría y los pobres se refrescan con la brisa de octubre de las noches meridionales, que son blancas como las noches bálticas y serenas como el crepúsculo en los bosques boreales.
El tiempo transcurre en el Reyno de Murcia como en los días de La caída de los dioses de la estepa de Ismail Kadaré. Tierra hermosa, agua, mar, vida, mientras se recrudecen las campañas contra el pensamiento divergente, se abomina de los premios nóbeles y se mira en el ombligo ajeno el origen de toda maldad e ineptitud, congénitas en los otros, inexistente en nosotros.
En el Reyno de Murcia la vida se desenvuelve como en las mejores novelas de ciencia ficción: la paloma blanca del replicante fenece en las manos de la cultura, Blade Runner se proyecta en los cines de Orión y los parques temáticos atraen buitres a los futuros bosques, rápidos y estrellas dóricas de los alrededores de Alhama. ¿Alguien ha indagado la semejanza temática entre la novela decimonónica española y rusa?. Seguro que sí, pero nuestros valcarcianos no leen literatura, solo los apuntes de sus cuentas corrientes. Es triste como la tristeza de un incendio reflejado en la cara heroica de la luna declinante.
El Rey Padre nos sigue gobernando  con una guitarra española. De madrugada, canta a las nubes blancas que cruzan el cielo y observa perplejo los láseres de las zonas de fiesta. En derredor, los poetas escriben odas, sonetos, versos de rima libre, se acuestan a altas horas de la madrugada, hablan en los consejos de gobierno, beben y sonríen al rey. Toda la poesía del país de los últimos 16 años puede leerse en el Boletín Oficial del gobierno. Es mala, malsonante, sin ritmo, sin colorido: hangares desiertos, ciudades vacías en mitad de la nada o paralizadas a medio construir, proyectos futuristas, incendios, cuervos alrededor, serpientes, tortugas abrasadas, cloacas, dinero enterrado…
Nuestra felicidad en el Reyno de Murcia es relativa. Somos y no somos, reímos y lloramos al unísono, observamos en los demás la perfidia de la insolidaridad pero obviamos la nuestra propia, leemos Escuela de Mandarines y miramos para otro lado, reflexionamos sobre el caciquismo de la Restauración e intuimos los rostros de sus beneficiarios en la Corte Regia, sabemos que vivimos en el desastre permanente pero minimizamos y somos felices, somos un pueblo de súbditos felices gracias a Él, a nuestro eterno Rex

(*)- "Fue tan largo el duelo que al final casi lo confundo con mi hogar". Vestusta Morla


No hay comentarios: