jueves, 8 de enero de 2015

Charlie Hebdo





Tal vez seamos, o podamos o quisiéramos ser dioses. Pero andamos a dos piernas (hasta en eso nos ganan los animales), tenemos ideas extrañas relacionadas con el dominio o control de nuestros congéneres, defecamos de mala manera, comemos carne y pescado y, sobre todo, odiamos las diferencias. Matariamos para que los demás fueran idénticos a nosotros, como dos gotas de agua, como dos aburridas amebas. Llamamos seguridad a nuestra inconsistencia sobre un alambre, miramos, olemos, sospechamos, sabemos que nuestro vecino se burla de nosotros: atranca la puerta de su casa, se encierra en el armario de su habitación y allí, en la mas densa oscuridad, se burla de nuestro Dios al que nosotros adoramos en público y por el que matamos cuando resulta necesario. Esas risas que llegan de debajo de las sábanas, esas blasfemias, esa manera de tirar de la barba de los profetas, esa indecorosa mentira, la negativa a postrarse ante el Dios verdadero. No son personas, son falsificaciones del Libro, versículos reescritos por ateos y traidores. Hay que purificar el aire, hay que peinar las nubes con la palabra revelada, hay que degollar a quien niegue la verdad, la eterna verdad. La muerte es un tributo, la de los blasfemos y la de los gentiles. Que el vuelo del halcón guíe la lanza de la justicia, la bala de plata, la tormenta de fuego que arrasará los lugares del pecado: Paris, Londres, Berlín, el jardín de las delicias... 
Así habla el loco que mata en nombre de nada, porque Dios no es nada y si lo fuera tampoco nos serviria para nada

No hay comentarios: