viernes, 24 de abril de 2015

Primavera de olores violentos




Al cruzar el tercio de año, entrada ya la primavera, y las flores, y las nubes del atardecer trayéndonos la humedad de la tormenta, y los picos entreabiertos de los pájaros, y las frutas madurando en racimos de vida,

Decidimos ser ingenuos y llenamos las calles de ideas, y las cabezas de esperanza, y sin saberlo dialogamos en silencio con la historia que se nos negó cuando un sapo (¿quién se acuerda de León Felipe?: nadie) blandió la espada y descabalgó la democracia de nuestro país.

El derecho penal siempre castigó duramente la ingenuidad. Lean, si no, la literatura inglesa o francesa del Siglo XIX. Háganlo y no callen cuando arrojen las pastas duras de los libros a las ratas de la compostura y el orden.

Pero aquel mayo la ingenuidad ocupó todo el espacio a la sombra del campanario, y ni siquiera el estilete del derecho penal o administrativo pudo reventarla,

Y la primavera olió intensamente a libertad, esa forma de violencia que aterra cuando se ejerce en la calle y conforta cuando se circunscribe a los despachos y a las firmas oficiales.

Olores violentos de un mayo que se hizo ingenuo a mitad de mes sin saber el por qué.


jueves, 16 de abril de 2015

Al dejar atrás el Siglo de Luces




Navegamos por los mares turquesas liberando esclavos, incendiando la caña de azúcar, abordando sueños con viejos bajeles, escalando los peldaños de la libertad con los pies desnudos.

 Eso fue hace mucho, hace siglos- relatan los historiadores- pero parece que fue ayer

Y que solo una noche nos separa de las llamas iluminando con sus miles de luciérnagas incandescentes el aroma del huracán liberado de sus cadenas.

Tierras en las que no ocurre nada en siglos, como si éstos se contaran en horas y las muertes en círculos de cobre o en granos de arena.

Y ahora que volvemos la mirada atrás y vemos al hombre libre oteando el horizonte con la sal del mar abrasado,

No sabemos si su libertad sabe a azúcar arrojado al mar, o a agua de coco, o al silencio de los houganes ensayando la rebelión alrededor de la hoguera o a una plaza iluminada por el sol de una primavera de olores violentos;

Tal vez no sepamos mucho sobre nosotros mismos, sobre nuestras ideas y esperanzas, pero llegamos a intuir, como cadáveres que somos de una realidad ajena, que al abrir los ventanales de la clausura los objetos permanecen en su quietud,


Sin que los siglos hayan modificado su naturaleza.