domingo, 16 de abril de 2023

El paisaje al azar


Anduvimos sin objeto antes de detenernos y contemplar el paisaje. Y este era hermoso: algunas nubes, el sol iluminándolas desde abajo, el mar azul (rizado por el viento de poniente), algunas palmeras esparcidas al azar por las dunas, las gaviotas, una garza de perfil, restos de posidonia en la arena...
Anduvimos sin saber exactamente el motivo. Estábamos cansados, sentados delante del televisor, viendo las noticias, los poses de los gerentes, la vida en el río, las nutrias y las paredes de la garganta, el agua torrencial, de nuevo los gerentes de nuestras vidas (alcaldes, diputados, gobierno…), el mar sucio, el plástico, una botella de ginebra, vasos de plástico, restos de una hoguera. Veíamos todo eso mientras bostezábamos. Seguramente la lluvia tamborileaba en la chapa del tejado y el frío era húmedo y desagradable. Quizá… pero eso no explica nada, ni lo justifica. 
Estábamos sentados viendo al presidente del gobierno hablando a sus incondicionales en Sevilla, lo de Kabul (nunca nos acostumbraremos al terror) y con toda certeza nos sentíamos vacíos. Porque sentirnos de otra manera no va con nosotros. Somos gente tranquila, que se revuelve de aburrimiento cuando ve a un político vendiéndose en la televisión, que come pizzas y hamburguesas, que bebe quintos de cerveza. Lo prefiere a abrir las ventanas para que el salón se purifique o a tirar el televisor por el balcón (los árboles amortiguarían la caída) y además, abajo no hay nada; solo coches aparcados y enfrente un jardín con moreras y bancos donde se besan las parejas en las noches de agosto.
Anduvimos.
Sabes que el paisaje se ordena al azar. Una colonia de eucaliptos en la vaguada, en la cumbre, allí donde el sol ilumina tenuemente la caliza en febrero, tomillo, en la ladera algunos álamos blancos (en la falda hay un pequeño estanque y alrededor caracolas fosilizadas). El azar.
Sabes que te amo, aunque no sepa como eres. Tal vez alguna vez lo supe, cuando hubo poetas que sabían describir lo que se siente cuando pareces flotar sobre la hierba, cuando esta es roja y la lluvia del aspersor verde. Pero los poetas que no murieron están muertos. Tal vez ya no quede nada en el Paraíso. El horizonte se ha difuminado y donde antes había luz, ahora hay silencio y algo que no es oscuridad pero que aterroriza como ella.
Anduvimos sin objeto por los jardines del Señor. Ocurrió en otro tiempo. Entonces había azucenas en la ventana del dormitorio, y escuchábamos a las abejas zumbando alrededor, y el sol se reflejaba en el cabezal de la cama… Todo aquello fue un sueño del que despertamos con amargura. Bajamos descalzos la escalera de caracol, los cuadros en la pared (marinas, bosques del color del otoño, montañas nevadas, un caballo trotando en una calle con adoquines mojados), miramos por la ventana (detrás la fruta en el boj, un vaso de leche a medio beber, el olor a requesón y a tostada), aspiramos el aroma de la mañana húmeda. Fue antes de andar sin objeto. De un lado a otro, sin prisa, escuchando el canto de los mirlos…
Fue ayer sábado. Fueron todos los sábados de abril y mayo. Las flores, la hierba, el azahar, la grama, los saltamontes, las palmeras esparcidas en el paisaje. El mundo que se nos va, que se nos fue en un suspiro. Tú, yo, nosotros…

domingo, 18 de septiembre de 2022

Javier Marías


 Berta pasa las páginas de La Odisea. No lee, sueña. Un sueño tranquilo, con la respiración acompañado el fluir de las olas entre las islas. Una mujer sola, sola en una isla, con pretenciosos aprendices de la luz comiéndose la hacienda y el pasado. 

En las islas griegas todo es posible, también en Inglaterra, en el estuario del Támesis, en las brumas eternas de la traición. De un paisaje a otro, de un mar cálido a uno frío, Berta sabe que Julián habla y que Javier escucha. Aquel es un miedo que se disipó y que ya nunca volverá. Pero por si acaso, aleja de mí este cáliz. No quiero premios, ni reconocimientos, solo un cigarrillo entre los dedos, una copa y los amigos en las largas noches del otoño.


Berta piensa en Shakespeare, en las tormentas cálidas del verano, y intuye la batalla que pronto entablará Javier en un mes cartesiano, junto a don Quijote, con lanzas herrumbrosas. El tiempo se acaba, pero el espíritu sigue ahí, junto al río Cherwell, y sabes que tu padre fue traicionado por su mejor amigo, en la guerra, en la guerra de España.


Desconoces si Javier ha leído a Shklar. El miedo está ahí, agazapado. Y la sospecha. La sospecha es una serpiente que incuba huevos, que tiene garras y escamas y el alma se recoge en su corazón blanco (las nubes de algodón y el viento que se detiene en las laderas).


La vida es tragedia, o no. Depende de lo que leas, si la lectura define el escenario de la vida, en Londres o en La Habana, en Ítaca o en Nueva York. El paisaje es una excusa para lo realmente importante: puede no haberlo, puede consentir en el humo del cigarrillo, y los corazones de  Deza, de Berta, de Tomás, puede que no haya nada en la última página del capítulo tercero, pero siempre estará el dolor, la destrucción, la soledad, la desesperanza ante la traición, esas manifestaciones de la vida que devoran a dentelladas el orden del Universo.


Recoge las pertenencias, Javier. Abajo, en la calle, la megafonía de un coche fúnebre repasa las grandes obras de la literatura. A principios de septiembre, las ventanas de la ciudad están todavía abiertas, las librerías están húmedas, algún libro se consume en una combustión fría. Penélope teje y desteje, Berta la mira desde un rincón, el póster de Londres detrás de ella. Recoge tus pertenencias y acompáñame. El mundo arderá cuando tu cuerpo se consuma en el recuerdo.


Ahora todo lo sé. El poder huele a muerte. No te acerques a él o te llevará a su regazo, te adormecerá, te hará confiando, levemente feliz, te agasajará y definitivamente te decapitará en la Torre de Londres, o empleará el garrote vil y ya de tus libros nadie sabrá.


Despídeme de tus personajes, Javier. Se van contigo a donde tú vayas, para dialogar con ellos en la larga oscuridad que nos espera a nosotros sin ti.


Javier Marías




jueves, 21 de abril de 2022

Primer cuaderno de Praga


Reseña del poeta extremeño Faustino Lobato:

Hace poco que Abismos del Suroeste nos regalaba un libro y no ha terminado el mes de enero y nos vuelve a entregar un nuevo poemario, Primer cuaderno de Praga, la primera obra del murciano Francisco Saura [1964].

El poemario

La obra tiene treinta y siete poemas que nos acercan a Praga, para nuestro autor la ciudad- escenario donde el amor y la ausencia, la soledad y muerte se entrelazan con la luz y la noche.

Aunque no se conozca esta ciudad y menos los enclaves que indica su autor, es importante dejarse envolver por la atmosfera literaria de este libro. El poemario, lejos de hacer un bitácora turístico, nos lleva por la ciudad de Praga, enfrentándonos con la emoción de vivir en ella. Es cierto que Praga es una ciudad “de película[1] pero no es precisamente esto lo que marca las líneas del libro. Las claves para entender el libro la dan el imaginario de ciertas palabras que Francisco Saura entrelaza en los versos.

El imaginario del libro

Para acercarnos al sentimiento de nuestro poeta, importa fijarnos en algunas palabras claves, entre las principales la LUZ y la NOCHE. Cada una de estas dan vida a los versos de este libro. Lo hacen de manera doble: por un lado, denotando el aspecto físico de algunos lugares de la ciudad teniendo en cuenta su significado, su simbolismo; por otro lado, señalando el aspecto místico- metafísico que expresa la situación del yo literario que en este libro convive con un fuerte nosotros.

Luz

Si nos fijamos en la palabra luz descubrimos que hay treinta y siete referencias en el libro. Desde el primer poema esta realidad aparece de manera muy significativa: 
Hemos tocado las nubes desde arriba, /desde la LUZ que la mañana esculpe antes de la primera tormenta, /la que habla del olvido, nunca del perdón. / Hemos hecho de la LUZ fuego
Esta es la misma luz -casi tangible- que reaparece al huir con la amada y tiembla en el espinazo de las nubes, la que se recorta  en la ladera con sus puntas dolientes…[2]

En los siguientes poemas, la LUZ sella los momentos y los espacios de la ciudad
La que está dispersa por los sauces de la ribera[3] a la que se le habla;  la que marca el amanecer de Praga a la seis de la mañana y que entra como un río de esperanza por entre los ventanales[4]; la tenue y menguante  luz del atardecer de otoño[5]; la de la luna llena sobre los álamos de la orilla del Moldava; esa que brilla en la estela de un barco en el canal[6]; la del ágora[7].

Además de en la realidad física, la LUZ aparecerá como reflejo del amor o de lo amado en medio de los temores. Sí, es la LUZ que surge antes de la carne y el deseo; la luz hambrienta del cuerpo quebrado [8]; la luz blanca, paz en un paisaje desolado por la ausencia[9]; la luz de los amigos[10]la que se vuelve estéril[11] y deja de existir[12] con la ausencia de la amada y que por el contrario, ante su presenciaaunque indefinida[13] es de su luz interior de la que el amado bebe.[14]
Qué interesante este aspecto metafísico que Saura apuntala haciendo que los poemas cobren un valor emocional importante. No es solo la luz física sino también la que reflejan los seres y las cosas con las que nuestro poeta convive.

Noche

La otra palabra es la de la NOCHE. De esta hay veinticinco referencias que, juntos con las de la LUZ, marcan la intencionalidad del poeta. Así, desde el primer poema, con la mirada puesta en Vladimir Holan[15] la NOCHE es una realidad extraordinaria, es ternura con sabor a pez,[16] que tiene una luz propia[17]; a la que directamente se habla[18]. Es curioso este hecho de personalizar lo etéreo que, como la luz, se vuelve tocable, se materializa.

Teniendo en cuanta lo anterior,  la NOCHE física se vive y acecha[19] en el centro físico de Praga; es la realidad de la que se huye o se despide con hambre en invierno[20]; la que se vuelve testigo de cómo la carne duele, el espíritu alegra y fortalece[21] en medio de la ciudad vieja o en la calle comercial. Por otro lado, las noches también aparecen delineando la Mala Strana[22] siguiendo la estela de la muerte[23], fría como ella[24]; es la que se contempla desde el escull,[25]; la que no es obstáculo para dibujar- dice el poeta– en tu mano la ruta certera/o para sentir en el rostro el aletear de la brisa.[26]

En Francisco Saura esta idea de la NOCHE, tiene también un aspecto místico que a nuestro autor le sirve para apuntalar el gesto de la fusión del alma. Así lo describe en una hermosa estrofa:


Fue durante la noche cuando me fundí con el viento./Tú estabas ahí,/ tu aliento formaba remolinos en la noche,/ aquella en la que nos conocimos,/ de la que huimos mientras la nieve borraba las huellas de nuestra ausencia[27]

Es lo extraordinario de la noche lo que, en medio del olvido y de la usencia, llena/ de silencios en la membrana de las nubes[28]Es el aspecto místico de la NOCHE lo que nuestro autor hace lugar especial donde permanecer aún después de la muerte 
Eras ese vínculo que no termina de romperse/ y permanece con la muerte envuelta/ en el hábito de la noche[29].

Otras palabras claves

Junto a la LUZ y la NOCHE, e imbricadas en estas palabras, aparecen otras que no quiero obviar por ser también relevantes. Estas son: OLVIDO, AUSENCIA.

La del OLVIDO importa no perderla de vista a lo largo del poemario. Ese olvido en el que se transforma el espíritu bajo la sombra de los cipreses[30]el carrusel [31]donde giran los metales de alquimia; el que encontramos mientras se busca en el principio del alma[32]; el que escapa de la complicidad[33]; la espiral a la que los enigmas nos devuelven[34]; el que aparece cuando se van las voces de la vida[35]; ese que no tiene nombre, no tiene color,…aquel que no debe ser cubierto por el sudario de la muerte…[36]
En definitiva, el imaginario de esta palabra marca el estado de ánimo del yo literario, subrayando el desamor como una situación que se quiere olvidar.

La AUSENCIA, palabra que complementa la anterior, está marcada en el poemario por la huida y la búsqueda[37]. Es precisamente la ausencia la que se quiere mantener al presentir lo mejor de un encuentro de aquello que se ama. Sí, es el reconocer en la ausencia de todo presentimiento/ la hogaza de pan recién sacada del horno[38] Esta ausencia es la que acaba borrándose con la nieve mientras se recuerda el momento del encuentro[39].
Sin embargo, la importancia de esta palabra, la AUSENCIA, está en el sentimiento que provoca al hacer estéril la luz de lo amado[40].  Sí, es la ausencia que en ti [ se ] hace única, -dice el yo sin dejar de exaltar lo maravilloso de la amada-: eres humana y, sin embargo, recuerdas a un ángel / que nunca cae definitivamente, / manteniéndose siempre sobre un vacío[41]. Nuestro poeta sitúa la ausencia en el lugar del silencio, ese que deja el vacío de lo amado. Alguna vez fuimos, /ahora no, / solo silencio en el lugar de tu ausencia[42].
Es con la referencia a la AUSENCIA como termina el libro. Unos magníficos versos que hay que releer como parte de la experiencia intensa del amor que ya no está:  
Y tú sabes (si en algún lugar me sientes tuyo)/ que la luz a la que sirvo / dejó de existir con tu ausencia[43].

Agradezco la visión de lo amado que este poemario me ha transmitido, especialmente, la dualidad de lo numinoso y de la obscuridad que forman parte de nuestra esencia, como ser humano. También doy las gracias por la verdad que se imprime en los versos de este libro, por las emociones desnudas, descarnadas, que Francisco Saura desarrolla teniendo como escenario una ciudad no carente de sentimientos encontrados.

Ahora, queridos lectores, no me hagáis caso en nada de lo que aquí he escrito, no tengáis en cuenta lo dicho, leed y recrearos en los versos de este libro: PRIMER CUADERNO DE PRAGA que, generosamente, Abismos del Suroeste nos regala.

Pinchar aquí para bajar el libro:

 file:///C:/Users/lotin/Desktop/ABISMOS%20DEL%20SUROESTE/REVISTA/1erCuadernodePraga%20(1).pdf


[1] Praga ha sido escenario de multitud de filmes desde 1984 con Amadeus hasta el 2006 con el Ilusionista, pasando por Misión imposible (1996) y El secreto de los hermanos Grimm (2005), entre otras.
[2] I, pág. 8
[3] III, pág. 10
[4] IV, pág. 11
[5] XIX, pág. 29; XXIV, pág. 37
[6] VIII, pág. 15
[7] XVIII, pág. 27-28
[8] XII, pág. 19
[9] XX, pág. 30
[10] XXIII, pág. 35
[11] XXVII, pág., 42
[12] XXXVII, pág. 53
[13] XXXIII, pág. 49
[14] XXX, pág. 45
[15] VI, pág. 13; XV, pág. 22 (Una cita de su poema “Al revés”)
[16] I, pág. 8
[17] II, pág. 9
[18] III, pág. 10
[19] V, pág. 12
[20] VIII, pág. 15
[21] X, pág. 17
[22] Es en este rincón de la isla donde vivió V.Holan.
[23] XI, pág. 18
[24] XXIV, 37
[25] XVII, pág. 25
[26] XXII, pág. 33
[27] XIX, pág. 29
[28] XXXIII, pág. 49
[29] XXXVII, pág. 53
[30] II, pág. 9
[31] VII, pág.14
[32] VIII, pág.  15
[33] XV, pág. 22
[34] XXII, pág. 33
[35] XXIII, pág. 35
[36] XXXIII, pág. 49
[37] I, pág. 8
[38] III, pág. 10
[39] XIX, pág. 29
[40] XXVII, pág. 42
[41] XXXIII, pág. 49
[42] XXXV, pág. 51
[43] XXXVII, pág. 53

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