viernes, 29 de abril de 2011

Maneras de vivir el deporte...

Cuando escribo y opino (se puede escribir sin opinar y viceversa) intento aplicar una metodología que se resume en dos puntos:

-Si discrepo con otra persona siempre presupongo (es una terapia enriquecedora) que los argumentos de otros son al menos tan respetables como los míos y que de la confrontación de pareceres pueden surgir ideas que enriquezcan el escenario discursivo. Debe ser una caricaturización de la dialéctica, ya se sabe, tesis, antítesis y síntesis.

- Que existe una alta probabilidad de que mis argumentos estén contaminados por mi corazón y que lo que describo, defiendo o pongo en tela de juicio no se corresponde con la realidad, incluida la realidad del otro, de la persona con la que mantengo un disenso, con aquella gente que me llama, por poner un ejemplo, tonta del bote o sectaria. Claro, se argumentará que el corazón crea una realidad elástica que abarcaría desde el delirium tremen hasta la negación de la posibilidad de cualquier verdad individual o colectiva.

Por lo tanto, no creo en nada, o no creo en nada que sea elaborado asocialmente ni en nada en lo que no participe una pluralidad de personas que elaboren socialmente una idea, un acto u organicen la realidad a partir de la interrelación mutua de sensaciones y sentimientos.

Vivimos una época de información masiva que es ofrecida a las personas en bruto. Atrás quedó la época de los monjes medievales, de la creación de la imprenta y de la educación de y para las élites. En la Nube se puede encontrar todo, absolutamente todo. No obstante, hay blogueros que parecen vivir en un monasterio, que pasean diariamente, probablemente al atardecer, por un claustro románico y que cultivan verduras en el huerto monacal, sin saber que, extramuros, hay también vida, pensamiento, pasión, lucha y, ¿por qué no?, muerte y sufrimiento. La historia que se nos cuenta es muchas veces falsa, aunque los que pudieran desmentirla murieron hace muchos siglos sin haber cogido entre sus dedos una pluma o haber pasado la mano por las miniaturas de un libro pre-Gutenberg. A veces no creemos el centro del Universo sin comprender que éste tiene miles de millones de centros en los que late un corazón, una idea, un sueño o una frustración, que permanecen en la oscuridad, en silencio, oyendo las voces de unos pocos mientras se ríen, lloran, discrepan o asienten.

Es maravilloso que la gente, yo lo hago, se asome a la Nube y abra su corazón a un mundo en realidad desconocido, dejando suspendidas en las gotas de agua, en los cristales de hielo, un guiño, una opinión, una discrepancia o una sonrisa.

El próximo domingo, a las 10,30 horas juega el CB Murcia 96 y el Canow Caravaca. Allí estaré y espero hablar del partido, del sol, de Carmen y también de la gente que llega del noroeste con percepciones diametralmente opuestas a la mía. Pero seguramente me maravillará cualquier detalle que pase desapercibido. Por ejemplo, en el partido del CB Murcia 95 con el Canow Cehegín, en la capital, me sorprendió, y me encantó, ver a una ceheginera sola en la grada, con un libro entreabierto, creo que de Rosa Montero, leyendo y, sin duda, disfrutando de la lectura, sobremanera cuando recordé la tarde anterior, el tambor del martes santo y la insoportable bocina que estuvo tronando la mitad del partido. Pero no lo critico, son maneras de vivir el deporte.

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