No hay proporcionalidad. No es el cálculo del valor de un libanés, un palestino o un israelí: dos por uno, tres por uno, cuarenta, cien, mil por uno. No es el Código de Hammurabi, el ojo por ojo, diente por diente. Es muy anterior o lo parece. Tiene relación con las hordas de cazadores, en las que el valor de un miembro de la tribu equivalía al valor del resto de los miembros de la tribu rival. Su exterminio o el nuestro.
Leo barbaridades inimaginables en las redes sociales. X se ha convertido en un confesionario de los pensamientos humanos más abyectos. Gente que se burla de que miles de personas mueran en nombre de Dios, de Yahvé, de Alá o del mismo diablo, ese ser que habita el alma de los otros, de los que no son como nosotros. Gente que aplaude que racimos de bombas diseñadas para reventar búnqueres mate a miles de personas que viven en edificios de siete, ocho o nueve plantas edificadas sobre los mismos. Familias enteras, formadas por generaciones que no han conocido la paz, que no han completado su educación sin una guerra por medio, sin un bombazo en su calle, sin una víctima de su familia o vecinos cercanos.
Cuando hablas de proporcionalidad en la respuesta, te escupen a la cara con referencias a asesinos, a mentes diabólicas, o satanes repelentes, sin biografías ni referencias a un siglo XX atroz que creó monstruos, los encerró durante sesenta o setentas años, y que han sido liberados para recordarnos que nuestra civilización es inmunda o merece desaparecer. El odio como entretenimiento, mirando desde una ventana a las redes sociales, destilando desde el anonimato racismo, xenofobia, militarismo, superioridad genética, ¡quién sabe!.
Resulta irónica esta lectura nueva de la historia. Observas a gente que defiende ideas idénticas a los que masacraron a los judíos en los pogromos de la Rusia zarista, en las llanuras de Ucrania, Polonia o Rusia, que expulsaron a los judíos de las villas castellanas y aragonesas, arengando la venganza eterna de los israelíes contra sus enemigos árabes, que quieren arrojarlos al mar, y crees enloquecer. Detrás, campa el fascismo, el racismo, todo aquello que fue enterrado, hoy se sabe que provisionalmente, en las ruinas de las Europa devastada por la II Guerra Mundial. Y los oyes tildar de antisemitas, ¡ellos!, a los que hablan de proporcionalidad en la respuesta, de diplomacia, de convivencia, de la creación de dos estados, incluso de un estado aconfesional e integrador.
En toda esta nebulosa de ideas que envenenan a las naciones y a sus pueblos, cuyo diagnóstico parece limitarse a una geografía limitada y maldita, el pensamiento ilustrado se desenvuelve deficientemente. Escuchas a un alemán berrear contra la mala sangre árabe que quiere destruir al pueblo judío, y piensas que los árabes jamás igualarán las atrocidades cometidas por el Tercer Reich en los años centrales del Siglo XX. ¡Jamás!. Existen mentalidades que parecen querer expurgar un pasado siniestro llamando al exterminio de los enemigos de sus antiguas víctimas. Existe una mala conciencia histórica de Europa que la mitiga entregando armamento sin límite a Israel, confundiendo al pueblo judío con el estado donde vive en la actualidad.
Existen personas en las naciones más poderosas del mundo que apoyan a Israel desde un profundo desprecio al pueblo judío. Herederos de las ideologías derrotadas en la última guerra mundial buscan enemigos para fortalecer su poder. En su momento fueron los judíos, ahora son los árabes, en el futuro serán los amarillos, los negros, los mixtos. Lean a Eco. Y sin embargo, desde su inmenso desprecio al judío encubran a Netanyahu en el mismo pedestal histórico que Julio César, que Roosevelt, que Churchill.
La batalla que debemos librar en el futuro no es entre el mundo árabe y la llamada civilización occidental, por muchos propagandistas que lo defiendan. Es entre las Luces y las sombras, entre las ideologías totalitarias y las herederas de la Ilustración. Mientras tanto vivimos en una confusión absoluta en la que personas despreciables y personas despreciadas parecen pensar y sentir lo mismo, mientras las primeras sacan rédito, se hacen respetables socialmente y se preparan para tomar el poder. ¡Temblemos entonces, sí! El racismo y el militarismo crecen a pasos agigantados, las Luces se apagan lentamente.
https://www.nuevatribuna.es/articulo/sociedad/luces-que-apagan/20241005135602231202.html
¡Fantástico! Como siempre, desmenuzas el libro con rigor, sabiduría y respeto. Llegas hasta lo más profundo y lo sacas a la LUZ. Nunca podremos agradecer de manera suficiente tu inestimable colaboración. Un gran abrazo, amigo.
Gracias por vuestro aprecio. Un abrazo grande.