Todavía hay pálpito en los cansados cuerpos de los nuestros. Los funerales siempre se anuncian con boato y ligereza cuando se presiente un gran entierro, no sólo de hombres, también de buques, fortalezas y palacios de cristal de Murano. Hay caídas que nada significaban, el cuerpo se desploma sobre la blanca arena o sobre el llanto matinal de la hierba y allí yace entre paseantes y niños que juegan a la pelota ladera abajo. Otras caídas son anunciadas con trompetas y tambores, una multitud se arremolina alrededor de los caídos y aplauden, ríen o lloran el lento desfallecimiento, ese movimiento imperceptible que anuncia el fin de los días y el retorno de las tinieblas a nuestros corazones.
En el meridiano del partido, ya revoloteaba en el denso ambiente del Palacio de Deportes el grafito de las alas de un cuervo, las cuencas vacías de los jugadores, el sacrificio simbólico de un entrenador, el desmoronamiento de un imperio que se suponía alcanzaría los más de
EL CB Murcia ganó. No sabemos si Moncho Fernández llamó a su encuentro a las criaturas buenas que habitan los bosques gallegos, o leyó las reflexiones de Joseph Fontana sobre la historia, o se tapó la cara con un libro de Wenceslao Fernández Flores, o vio arder en agosto 2006 las laderas cercanas a Santiago de Compostela, o si anoche soñó que amanecía sobre el verde retablo de los tejados compostelanos bajo el orvallo otoñal.
CB Murcia 86 Xacobeo 66 fue el resultado definitivo. Aún hay vida para lucharla.
Bienvenido Xavi Sánchez, has estado mucho tiempo lejos de casa.
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