domingo, 11 de abril de 2010

Ayer no estuvimos en El Entierro de la sardina


No creemos que El Entierro de la Sardina esté en decadencia, a pesar de que los periódicos regionales sigan afirmando, contra la realidad y la misma observación empírica de cualquier ciudadana o ciudadano de a pie, que se siguen batiendo records históricos de asistencia. Quizá interpretemos mal la “generosidad” de los sardineros como alguien se aventuró a vaticinar en la televisión pública regional, como también es posible que interpretemos mal el esquema general de todas las fiestas que se celebran en la ciudad de Murcia, que no es otro que la mano gentil de los poderosos repartiendo dádivas entre la muchedumbre del pueblo bajo. Acaso quede fuera de tal análisis el Bando de la Huerta, pero no tanto por el dibujo del desfile como por la composición de los miembros de la Peñas Huertanas. El Entierro de la Sardina es una fiesta elitista y profundamente machista recuperada, al parecer, a mediados del Siglo XIX, y celebrada por escritores, poetas, periodistas durante más de siglo y medio, todos ellos inmersos en ese mundo burgués provinciano que tan magistralmente retrató Miguel Espinosa en alguna de sus novelas. Es un desfile cuyo crecimiento sólo se explica por el clientelismo propio de la España de la Restauración, y por la figura política que se relaciona con aquél periodo histórico: el cacique. Los sardineros desfilan a varios metros de la muchedumbre, acompañados generalmente por personas famosas que hacen o han hecho gala de su virilidad o de su desprecio hacia la igualdad de género entre otras lindezas. No es extraño observarlos con bebidas de alta graduación entre sus manos, durante el desfile y en los días anteriores al sábado del Entierro. Cualquier crítica a su elitismo o machismo es silenciada por la prensa o rechazada con aspavientos por ésta o por los mismos sardineros, que tildan de envidiosos, mala gente o antimurcianos a las personas reflactarias a tales usos. Incluso se afirma que las y los murcianos no sabemos valorar la fiesta tal como lo hacen las personas foráneas que vienen y se enamoran de ella. Claro que no es lo mismo observar diacrónicamente un desfile agotado en sí mismo que se repite hasta la extenuación y el alejamiento de muchos de sus seguidores, que venir de año en año de otras ciudades. La “carnavalización” de El Desfile de la sardina muestra también signos de agotamiento. El esquema de generosidad caciquil sigue, sin embargo, siendo el corazón de la fiesta, un recreo para que políticos, famosos y gente más o menos informada venida de fuera, sigan sintiéndose dueña de las almas y de los sueños de cientos de miles de personas.

Mientras tanto, las mujeres siguen apartadas de las peñas sardineras, sin que haya voces que se rebelen contra tales prácticas, como ya está ocurriendo en otros lugares en los que se está impugnando el llamamiento a la tradición cómo justificación del machismo e, incluso, de la misoginia. Es hora de mover pieza en el ajedrez de los derechos iguales, es hora de comenzar a impugnar los pilares sobre los que se asienta una fiesta que decae a pesar de los sardineros y sus voceros que son, no lo olvidemos, los que crean, mantienen y divulgan las grandezas de El Entierro de la Sardina. Se está produciendo un divorcio entre la mentira que deviene en verdad cuando así lo afirman los medios de comunicación, y la verdad de la calle que se filtra a cuentagotas en los foros habilitados en La Nube. Y esa verdad nos dice que la desafección al desfile crece, que la gente está hartándose de la repetición “ad nauseam” del mismo esquema caciquil, elitista y machista de la joya de la corona de las Fiestas de Primavera.

Las mujeres tenemos mucho que decir en los albores del Siglo XXI, que será, que nadie lo dude, el siglo de las igualdad material entre mujeres y hombres. No pedimos un traje absurdo, un güisqui en una mano y un balón en la otra, no. Los cambios no deben consistir en un “quítate tú para ponerme yo”. No estamos hablando de “El Gatopardo” de Visconti, ni de la pervivencia de valores caducos más propios del Siglo XIX que del XXI. Habrá resistencias, los sardineros defenderán sus “espacios privados” en los que no deben, ni deberán, entrar las mujeres. Se invocará la tradición, la “mayor fragilidad” de las mujeres, las falacias que se repiten constantemente para defender lo indefendible. Las mejores plumas de la intelectualidad murciana escribirán odas a la tradición. Y nosotras diremos que las costumbres no merecen existir si perpetúan desigualdades injustas y degradantes.

Desde nuestra casa escuchamos las tracas que anuncian la clausura de las Fiestas de Primavera.

Hasta el próximo año.

2 comentarios:

Anonymous dijo...

Bravo Lucía!!me parece todo lo que dices muy acertado, no pude más que sentirme sucia a la mañana siguiente de haber asistido a tan indigna manifestación de poder machista. Pelota en mano, cigarro en la otra, mirada de desprecio y de vez en cuando alzar de vaso hacia los pobres que nos congregábamos a ver esas extrañas carrozas, que parecen odas a los puticlubs más cutres.
No entiendo cómo pueden ser tan estrictos con los juguetes en los comercios y dejar que centares de niños y niñas se hagan con esas basuras de plástico que contienen piezas pequeñas, no me extrañaría que se ahogara o intoxicara más de uno. Me parece un peligro para los más pequeños y un ejemplo espantoso de consumismo y de desvalorización de los objetos -que se rompen al caer-. No sé si todo este material lo compran al por mayor a la industria china, lo cual no dejaría nada en nuestra tierra o si es material incautado por no cumplir los mínimos de calidad exigidos por la Comunidad Europea. ¿Alguien sabe algo? ¿hay algo educativo en esta fiesta?
En fín, Lucía esto como los toros acabará desapareciendo por orden de Bruselas.
Tiempo al tiempo.

Lucía Sánchez dijo...

Totalmente de acuerdo contigo, Anónimo. No obstante, creemos que más pronto que tarde se cuestionarán los valores machistas y elitistas de este festejo, tal como está ocurriendo, por ejemplo, con el Alarde de Hondarribia o con Los Moros y Cristianos de Alcoy, en los que las mujeres están impugnando los ámbitos exclusivos del poder masculino.