El cuadro fue pintado por
Adrián Esquer. En los bosques de Nueva Inglaterra, el foliage
invita
a la contemplación. Poetas de los atardeceres, poetas de las olas
rojizas que ondulan el paisaje con sus voces apagadas. Susurra la
noche, la luna es una canción, tal vez algún himno de los
cobertizos de carne y membrillo que aparecen en el cuadro de Esquer,
con un niño en la techumbre a dos aguas que protege a los caballos
del frío de la madrugada. Allí, bebiendo el agua del rocío
depositado en la hojarasca, mientras los atletas esquivan los
troncos de los árboles y los regatos con sus amplias zancadas,
descansan en el césped contemplando las nubes y sus dulces caramelos
de algodón azucarado y sueñan con laderas de olivos y sillares de
piedra recalentada por las sombras alargadas de los lagartos, te veo,
amor mío, contemplo tu ausencia en el aire blanco de mi mirada,
invoco tu cuerpo, tus manos, el río de tu boca, el nácar que te
envuelve en el vientre del mar.
El
cuadro fue pintado por Adrián Esquer. Tu me sonríes desde el
cobertizo y el caballo que montas retoza en la alfombra roja y me
observa con esquiva mirada.
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