La
noticia publicada ayer por El Confidencial, el (auto)denominado
diario de los lectores influyentes, que informa que “Podemos
apunta ahora a CCOO y UGT: va a crear un sindicato para desbancarles”
tiene
las suficientes contradicciones para que pensemos, en un primer
momento, que se trata literatura panfletaria que busca enervar las
relaciones en una izquierda española que está sufriendo sacudidas
telúricas en su forma de organizarse e interrelacionarse versus
repelerse. Sería un tipo de explosivo exógeno para enfrentar,
atomizar, rediseñar nuevos reinos de taifas en el convencimiento que
la división de los otros es el maná de la derecha española, la
política pero también la de los que manejan los hilos de las
marionetas que transitan por las páginas de la Constitución,
creyendo que esta es la marmita en la que se cocinan las fortalezas
de la nación.
Si
tal interpretación no fuera esta, nos enfrentaríamos a otra no
menos preocupante: la de unos ideólogos omnicomprensivos,
ahistóricos, que deambulan por los retazos de la realidad económica
y social pontificando un
pensamiento creado exnovo después de reiniciar la historia y sus
luchas milenarias. No creemos que tal posibilidad tenga mucho de
real. No imaginamos a Iglesias, Monedero, Bencasa, Errejón
prisioneros de la enfermedad del olvido histórico; su formación
académica no parece avalar tal hipótesis. Hablamos de gente que ha
leído mucho, seguramente sin llegar a enloquecer, literatura
histórica. Ellos sabrán, o conocerán, la metáfora de la historia
como un árbol frondoso y enfermo a la vez, la de las ramas secas que
fueron podadas por la barbarie social y de las ramas guías que abren
en el vacío nuevas formas de dominación social . La savia de las
ramas más vigorosas actuales no bebe del igualitarismo milenario, el
religioso y el posterior laico, sino de escuelas como la de Chicago o
la anterior vienesa, aunque el árbol esté podrido desde hace
decenios merced a la otra barbarie medioambiental. Hace ya siglos que
el igualitarismo dejó de ser herejía, pero todavía hoy nadie
ha talado sus ramas y los espectros de lo que pudo ser y fue
exterminado vagan por las verdes campiñas inglesas.
No
puede desconocer Iglesias la historia desde la implantación de los
estados modernos, tampoco la acumulación de capital conseguido
mediante el expolio de la propiedad privada de los humildes, menos
aún los primeros socialismos, el marxismo, el anarquismo, la
formación del movimiento obrero, tanto el sindical como el político
aunque ambos se confundieron durante demasiado tiempo. Si la
desconociera, no sería Iglesias y su discurso no hubiera roto con
las ideas inmutables que a otra cierta izquierda la hecho lenta,
pesada, incapaz casi siempre de adelantarse o siquiera comprender los
movimientos del vientre social.
Dejando
aparte, la identificación de los sindicatos de clases con la llamada
casta, la venta quincallera de certificados de pureza anticasta o de
otros excesos del lenguaje que, podemos suponer, es fruto de un deseo
de poner patas arriba todos los valores que hasta ahora
considerábamos seguros, sorprende que fuentes (nunca identificadas)
de Podemos afirman
que CCOO
y UGT
“no tienen discurso propio” por sus “relaciones de dependencia
con Izquierda Unida y PSOE”.
El
problema, y en esto no habrá disputa, es que la supuesta dependencia
de UGT y CCOO de IU y PSOE forma parte del discurso secular de la
derecha española, es uno
de sus titulares
más queridos, es la razón de ser de los sindicatos profesionales o
amarillos que siempre han intentado imponer a la clase obrera
española. Todavía se recuerda a un político llamado de izquierdas
como Alfonso Guerra azuzando a profesionales de alto nivel
retributivo y de gran capacidad de presión para que se organizaran
al margen de los sindicatos de clase antes y después de la Huelga
General de 1988. Y sobre lo de que “no
tienen discurso propio”
llama a carcajearse en el centro del ágora, del lugar público donde
han de intercambiarse las ideas. No, es evidente que los anónimos
teóricos de Podemos tienen bastante bagaje intelectual para saber
que el movimiento obrero y y político de izquierda separaron sus
caminos, antes en otros países, entre profundas divergencias sobre
como afrontar el cambio social y la profundidad del mismo.
Pero,
¿cómo se supone que el nuevo sindicato va a tener discurso propio y
autónomo asumiendo “los valores de Podemos?. ¿Se trata de un
nuevo desliz de personas que persiguen cambiar el significado de las
ideas con la novis verbis
de Podemos desconociendo que el idioma es una construcción social
diacrónica?. ¡Sustituir sindicatos sin discurso propio por su
dependencia política por otro sindicato con el discurso (y los
valores) propio del partido nodriza en el que cabe todo menos, al
parecer, la impureza y sus manifestaciones!.
Los
lugares comunes de la derecha más rancia aflora por los costuras del
artículo. Al parecer, gente anónima de Podemos, pero sobradamente
preparada, se ha reunido con sindicatos pequeños, seguramente de
ámbito nacional y local, para conocer sus impresiones sobre el
lanzamiento de un nuevo sindicato. Al parecer, estos sindicatos con
experiencia de lucha obrera, transmiten la idea de que tanto CCOO
como UGT son casta porque son mayoritarios y son mayoritarios porque
pactan pucherazos (“cada
comité de empresa, cada administración, “tiene
ya marcado un cupo de representación de delegados sindicales”
para
cada una de las centrales históricas”)
y porque tienen estructuras estables (lo que, por otro lado, permite
su estabilidad en el tiempo). No sabemos que sindicatos son estos. Si
participan en procesos electorales sabrán que no hay cupos y que
muchas veces las contiendas electorales son duras y sin concesiones
con independencia de que tener estructuras estables favorecen obtener
mejores resultados, aquí y en Sebastopol.
Todo
el artículo, desde el principio hasta el retorno eterno a la
formación que imparten los sindicatos, y no solo UGT y CCOO, tiene
el estilo de panfleto, de estar escrito para dividir y enfrentar para
evitar que los movimientos telúricos de la izquierda española
acaban definitivamente con el cainismo tan conocido y azuzado por las
derechas patrias.
Por
último, vamos a suponer que los delegados de Podemos se han
entrevistado con organizaciones sindicales minoritarias, que
ciertamente persiguen la creación de un nuevo sindicalismo “que
deje la ideología en casa” (leer Somos, Podemos y la ideología
que se quedó en casa), que cometa los mismos errores que ya
cometieron UGT y CCOO en su tiempo, que persigan moralizar el
sindicalismo como pretenden moralizar la sociedad toda (en este
sentido, Podemos nos recuerdan a las sectas religiosas inglesas de
los siglos XVII y XVIII que hicieron más de lo que se cree en la
génesis del movimiento obrero internacional). Supongamos que Podemos
es una nueva religión laica que
pretende diseñar la sociedad nueva desde el rechazo del pasado. En
este caso, solo queda manifestarles mi profundo pésame. Deberían
volver a sus cátedras, a sus libros y leer a Tuñon de Lara, a
Pierre Vilar, a Juliá, a los historiadores españoles que se han
acercado al movimiento obrero español desde el siglo XIX y aún
antes. Sabrían que el sindicalismo se construye en la mina, en la
fábrica, en la calle, en las cárceles y en las miserias del modo producción capitalista, o feudal, o esclavista, o asiático... No en los cafés ni en las pizarras de los departamentos universitarios.
Como lo hicieron UGT y las Comisiones Obreras.
Pero
supongamos y creemos sinceramente que el artículo de El Confidencial
es un panfleto. Desde el momento que no da nombres, ni siglas
sindicales y solo generaliza desde la estulticia, podemos pensarlo
así. Supongamos también que si Podemos quiere insuflar un hálito
de innovación al sindicalismo clásico (los sindicatos con los que
se ha reunido también lo son) se sentará a la mesa, al menos con
CCOO
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