viernes, 31 de diciembre de 2010

Los vikingos y nosotras (*)


Sorprende contemplar, hoy en día, las ruinas de Segóbriga, en el páramo conquense, en las alturas que dominan el valle del Záncara, con suaves colinas de pinos y esponjas de nieve en las umbrías. Observas desde las atalayas de la naturaleza una tierra vacía, algunos árboles de ribera al fondo, orlando con su verdor el cauce del río, y, a tus espaldas, imaginas, aunque no lo ves, las primeras casas de Saelices o la figura quebrada del Monasterio de Uclés. Allí construyeron los romanos una villa, importante sin duda si requerimos la atención de las ruinas arqueológicas, en medio de la meseta castellana, con bosques y agua, con calzadas y obras de ingeniería notables, con nieve en el profundo invierno y calor en los estiajes del estío. Y ahora, a mediados de 2012, produce escalofríos la soledad de estas tierras altas, lejos del mar, con paisajes cobrizos en otoño, blancos y oscuros en invierno, hermosos sueños para una imaginación callada, que busca el grito en el silencio, el graznido del cuervo en las quebradas o el susurro de la última hoja de los álamos cubriendo con su voz quejumbrosa la húmeda hojarasca del surco milenario.

Lejos, muy lejos, los puertos del Imperio, Cartagonova, el susurro de la brisa salada en los rostros de las gentes, el mar plácido, sereno, inquieto o travieso mientras los pecios duermen en los arrecifes o en los bosques de algas y arena, junto a los fantasmas del pasado, con sus ojos a ras del oleaje leve, oteando la tierra, los poblados de pescadores, las palmeras, el humo de las chimeneas y las colinas ondulándose a lo largo de la costa. Esclavos y romanos, amos y siervos...

la Historia es una dama que esconde misterios insondables en sus senos de sangre y lucha. Y si intentamos reconstruir el pasado buscando la equidistancia valorativa no podemos dejar de hurgar en las cicatrices de los siglos, algunas muy profundas, otras simples arañazos en la piel del tiempo. 2011 fue una año extraordinario. Nadie podía imaginar que aquel gigantesco hueco que se abrió en el jardín de San Esteban para construir un parking subterráneo albergara tantas sorpresas. Tampoco que muchos ciudadanos de Murcia defendieran la conservación de los yacimientos árabes que brotaban a la luz mediterránea desde un dulce sueño de raíces y tierra olorosa. Y aunque Al-Idrisi ya había descrito una ciudad floreciente a mediados del Siglo XII, la reanudación de las excavaciones nos trajeron nuevas exclamaciones de asombro y misterio. Los arqueólogos contratados, los especialistas medievales, los diletantes que nos acercábamos al jardín para observar la aparición de nuevos periodos históricos en la tierra removida, expertos internacionales llegados de universidades francesas, belgas y alemanas, no dejábamos de frotarnos los ojos cuando iban apareciendo restos arqueológicos en profundidades en las que, se pensaba, solo había agua, cieno y vetas de piedra.

Una mañana soleada de abril, mientras las gentes de Murcia se divertían en sus plazas y calles, y se acercaban a las barracas a comer arroz y habichuelas, paellas de conejo, minchirones, paparajotes vestidas de huertanas y huertanos, un arqueólogo danés, Jacob Vesaas, invitado a la excavación por la Universidad de Murcia, se arrodilló ante un nuevo hallazgo, miró al cielo y no pudo dejar de gritar al viento y al sol el nombre de todos los dioses de las sagas escandinavas. Tenía delante un fragmento muy deteriorado de la quilla de un drakkar funerario vikingo. Repasó mentalmente las largas tardes pasadas en el Museo de barcos vikingos de Oslo, sus investigaciones y estudios detallados de las características de los drakkar, pieza por pieza, milímetro a milímetro, sus publicaciones en revistas de historia especializadas en el mundo escandinavo y no dudó ni un instante de la datación y atribución del hallazgo, a pesar de la incredulidad de todos sus colegas de profesión- y de pasión-. Estaba seguro que pronto aparecerían restos humanos, enseres domésticos, piezas de oro, tejidos de lana... no podía ser de otra manera.

¡ Un barco vikingo en el subsuelo de la ciudad de Murcia!, ¡ junto al Palacio de San Esteban !.

Las investigaciones situaron el enterramiento del drakkar en la segunda mitad del Siglo IX, más precisamente en los años del saqueo de la ciudad de Orihuela (Uriwala) y sus alrededores. Se supone que el barco fue porteado aguas arriba de la desembocadura del Segura por los propios vikingos, en unos años en los que el río bajaba muy crecido por las lluvias abundantes de los años centrales del Siglo IX. Las razones que llevaron a los vikingos a elegir el lugar preciso del enterramiento es un misterio, tampoco los sufrimientos de una ciudad fundada pocos antes, en la que los invasores tuvieron que provocar forzosamente estragos sin que éstos aparezcan en ninguna fuente árabe o cristiana. Tampoco se sabe mucho de los poderes supuestamente mágicos de los drakkar funerarios aunque existe una amplia y diversa literatura no científica, más próxima a la parapsicología y a concepciones irracionalistas de la vida humana, que buscan el nexo de unión entre el mal absoluto y lugares malditos o maldecidos. En este sentido, se cree que enterramientos de personas o grupos humanos que han practicado el pillaje, el asesinato, el robo en todas sus formas emanan sentimientos negativos, incluso de emulación, que pueden afectar a posteriores pobladores de los alrededores de dichos enterramientos. Es, guardando las distancias, de lo que nos habla la literatura o el cine cuando enfocan sus diversos objetivos a mansiones o palacios diabólicos, nuevas edificaciones sobre cementerios poseídos por la maldad absoluta o lugares específicos donde se han producido asesinatos o actos violentos en masa. Tal vez sean meras especulaciones, pero algo debe de haber para que en plena crisis, a mediados de 2012, se haya decidido enajenar el Palacio de San Esteban trasladando la Sede de Gobierno a unas dependencias alejadas del yacimiento arqueológico del jardín del mismo nombre. Mientras tanto, las murcianas y murcianos no dejamos de asombrarnos con tanto descubrimiento.


(*)- Una explicación mágica, entre las muchas posibles, del saqueo de los derechos laborales de las y los empleados públicos de la Administración regional.


martes, 28 de diciembre de 2010

Feliz 2011. Solo hasta el 5/01/2011


Anoche recibimos un correo electrónico cuyo encabezamiento nos asombró por su extraordinaria claridad conceptual: “FELIZ 2011. Sólo hasta el 5/01/2011”. Lo firmaba El Corte Inglés y debemos decir que no lo abrimos para no romper el hechizo que envolvió la habitación con una luz áurea- para no romperlo y para no mirar más allá de esa fecha en el convencimiento que solo habría vacío y oscuridad-. La felicidad para los suministradores de bienes de consumo consiste en billetera, tarjetera y endeudamiento- este último privado porque del público es notorio y manifiesto que la responsabilidad recae en los y las empleadas públicas-. Precisamente el otro día Papa Noel, del que algún blog ha escrito que es un invento de la Coca Cola, le trajo a mi compañero un libro de Eduardo Punset en formato de bolsillo- para ahorrar- titulado El viaje a la felicidad. Las nuevas claves científicas, en el que se escriben cosas tales como que

“cuando se analiza la paradoja del declive de los niveles de felicidad (…) en un mundo en el que no cesa de aumentar el nivel de bienes y equipos producidos, se llega también a la conclusión de que la sociedad moderna ha invertido demasiado en frigoríficos, lavavajillas, coches, grúas, carreteras o equipos digitales y demasiado poco en valores intangibles como el compromiso con los demás o la felicidad”.

La felicidad es para mucha gente sinónimo de capacidad de compra y muchas veces nosotras hemos amanecido en el centro de ese laberinto del que solo se sale podando verticalmente los setos que lo conforman, en linea recta, buscando las suaves pendientes de un horizonte diáfano en sus escorzos renacentistas. La solidaridad es una palabra en franco declive sobre todo cuando albergamos la certeza de que la realidad ya no nos pertenece, al igual que la dulce cintura de América dejó de pertenecer en algún momento a sus habitantes si hacemos caso a Pablo Neruda. O si subidos a la espuma evanescente de la propia vida sentimos que lo que nos rodea nos es hostil o indiferente.

Queda la literatura, fundamentalmente, pero también la posibilidad de creer que circunstancias coyunturales pueden ser manantial de felicidad; como que nuestro hijo juegue al baloncesto y nosotras podamos seguirle en una geografía errática, única, hermosa- hoy en el País Vasco, mañana en las campiñas de Córdoba-, siguiendo el curso de ríos o las lineas suaves o abruptas de colinas y cadenas montañosas, silbando en la espesura del hayedo o siguiendo con la mirada- también con el tacto-, las ondulaciones de los olivos o de los almendros; o penetrando con el conocimiento en las calles historiadas de la Barcelona neocentista. Todo en este mundo puede ser coyuntural pero nosotras podemos transformarlo en eternidad y gozo, porque de la memoria manan todas las verdades irrefutables que nos dan el valor y la fuerza para seguir transitando por las sendas irreconocibles del futuro. El devenir de las y los ciudadanos, que alguna vez consideramos seguro y plácido en su recorrido, ya no se teje en los telares de la voluntad colectiva, pero todavía podemos hilvanar el nuestro en las humildes ruecas de nuestra voluntad individual. Somos libres para elegir lo sencillo, lo querido, un pequeño viaje, la contemplación del paisaje desde las almenas de un castillo derruido, el vuelo de los halcones o las águilas desde una peña rodeada de acebuches, la impregnación perpetua en nuestra retina de una puesta de sol en las tierras del sur, el apacible fluir de las aguas del Guadalquivir por la ciudad de Córdoba... somos libres o al menos creemos serlo.

La próxima semana parten nuestros hijos a tierras cordobesas, al Campeonato de España de Selecciones Autonómicas de Baloncesto. Nosotras llegaremos para Reyes pero un buen amigo, un cordobés de Carcabuey, nos ha trazado la ruta de la belleza, y ésta pasa por Zuheros y Priego de Córdoba. Veremos baloncesto y seremos libres, al menos durante unos pocos días, y podemos decir, contradiciendo a El Corte Inglés, que la felicidad no acaba el día 5 de enero, que se prolonga más allá de los cálculos mercantiles, mucho más allá de la voluntad maniatada por unos pocos que no ven más allá de su negación de la vida con mayúscula, “hasta el infinito y más allá”.



viernes, 24 de diciembre de 2010

Transitamos por un ángulo ciego de la Historia


Transitamos por un ángulo ciego de la Historia que impide otear el horizonte y, más allá, las verdes praderas de la esperanza. El año que viene seremos más pobres, pero debemos juramentarnos para ser más felices. Es el castigo que se merece esa gente insensata que nos ha gobernado aquí y allá, y que nos ha arruinado por muchos años: sonreír y vivir ignorándolos.

Feliz Navidad a toda la familia cestista de nuestra Región, a todos los blog,s y blogueros y blogueras, a todas las personas que respiramos de alivio cuando pensamos en el baloncesto, refugio de nuestras desdichas y fuente de nuestras satisfacciones.

Feliz solsticio de invierno a los que disfrutan de estas fechas con otra sensibilidad o creencia. Vivimos en un mundo único y todas y todos somos hermanos cuando miramos las estrellas o pensamos en el amor reflejado en el rostro dorado de la luna.

Felicidades

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Inflexiones


Esta tarde ha habido fiesta en el AD Infante. Llegó la navidad, el solsticio de invierno, las noches cuajadas de ilusiones y reencuentros. Las pistas exteriores del Pabellón Infante estaban impracticables para el baloncesto. Cuando paseas por la ciudad te sorprende los muros que verdean, los charcos en la tierra, las aceras mojadas: este invierno nos sorprende todas las mañanas con lluvia o niebla, y ya apenas el recatado sol del invierno se afana en secar los paisajes de los que siempre fue dueño y señor. Parece que el tiempo acompaña a esta arruinada vida cotidiana en la que todas y todos nos miramos de reojo y culpamos a nuestros iguales de todos los males. La edad de la abundancia ha muerto y ahora se trata de acabar con una sociedad ordenada, solidaria que reconoce los derechos básicos de cualquier ser humana: la salud, la educación, los servicios sociales...

Ni siquiera cuando nos detenemos en la Plaza de La Cruz Roja, y buscamos libros de ocasión, nos sentimos a gusto. La literatura, la filosofía, las ciencias sociales ya no son lugar de diálogo y de intercambios de opiniones, contrapuestas o no. No se respeta el esfuerzo intelectual del otro, la elegancia de su argumentación, sus fuentes de conocimiento porque no piensa como nosotras. Lo que hay es lo que hay, fundamentalmente especulación y abandono de las ideas propias. Escuchamos últimamente opiniones que solo pueden producirnos desagrado porque nosotras siempre hemos estado dispuestas a escuchar ideas antagónicas, no acordes a nuestros planteamientos, siempre que tuvieran una argumentación sólida y bien edificada.

Estamos en la duda de arrojar al contenedor de papel toda los libros que hemos atesorado durante decenios y que hablan en esencia del pensamiento occidental. Estamos destruyendo la tolerancia como valor fundacional de nuestra libertad y la estamos sustituyendo por la eliminación de todo lo que nos molesta, comenzando por la solidaridad que hasta hace poco era elemento de cohesión social.

Vivimos una época de alquimistas que han convertido el oro en polvo, que han dilapidado nuestra riqueza y que culpabilizan a la víctima del fracaso y de la ruina económica y social. Todos sabemos quienes son los culpables: todos menos nosotros. Y no nos recatamos de defender en público ideas obscenas que en otros tiempos avergonzarían a nuestros propios ancestros. Tampoco el de señalar públicamente a los culpables de un fracaso colectivo, sean parados, funcionarios, perceptores de pensiones no contributivas o ayudas a la dependencia, sanidad o enseñanza pública, etc...

Esta noche ha habido fiesta en el AD Infante. Nuestras hijas no han podido jugar en las pistas exteriores como viene siendo costumbre en los últimos meses. No obstante, se han divertido, han merendado, se les ha entregado trofeos, han jugado en una minipista en el pabellón cubierto y han estrechado lazos de amistad y solidaridad de equipo. Y esto es lo importante. Todo lo demás, el oro y el polvo, la búsqueda de culpable del naufragio colectivo, la estigmatización del otro, estas reflexiones, fruto tal vez de un invierno triste, solitario y desgarrador, son lo de menos ante las sonrisas y alegrías de nuestras hijas. Ojalá puedan reconstruir lo que hemos destruido con tanta dedicación.

domingo, 19 de diciembre de 2010

CB Murcia (95) 80 CB Murcia (96) 59


Mañana triste y fría, la del sábado. Lluvia tranquila y neblina en el paisaje de palmeras, sierras desnudas y huerta. El invierno y sus contornos de carámbanos, humedad y recuerdos de los días pasados, siempre con el sol en lo alto del cielo y la brisa en los laberintos del mar levantino.

Partido entre hermanos, Cb Murcia 95 versus Cb Murcia 96, con el firmamento cuajado de sueños invernales, conversaciones sobre la nevada en Atenas, el Partenón y sus dioses con las barbas blancas o los dedos rosados de Eos, quién sabe. Heladas, viento siberiano, los limoneros quemados por el soplo gélido de la soledad de la Taiga, un bloque de hielo cubriendo la fuente de la Plaza del Cardenal Belluga -años antes de la remodelación de Rafael Moneo-. Belleza, hermosura: hay que hallarlas en los lugares sombríos de nuestro corazón porque en los soleados, la ventura es una lanza de luz que nos hace vivir despreciando el sino de los tiempos.

Partido invernal entre compañeros mientras sentimos el peso de dos libros en los bolsillos del abrigo, Campos de Níjar de Goytisolo y La voz a ti debida de Pedro Salinas. Mientras tanto, el partido fluye con aciertos y desaciertos, pero nosotras solo atinamos a escuchar las voces en derredor. Voces de padres y madres que animan a los jugadores, que protestan faltas- “ha sido un choque accidental”, “¡no va, no va...!”- y nosotras no sabemos que hacemos allí- con el frío, con el recuerdo del padre ausente, pensando en la hija con fiebre-, hasta que abrimos el libro de Salinas y leemos una estrofa:

La vida es lo que tú tocas”

Entonces, el mundo se torna inteligible. El mundo y nuestra presencia en cualquier lugar. Y acaso también el mundo y la presencia de la gente que nos rodea con sus palabras y sus silencios. Somos la herencia de nuestros descendientes, una Humanidad que solo existe para el futuro porque en él retoña nuestro presente.

Conversamos con nuestro compañero de graderío. “van a volver a grabar Estudio 1”- nos dice-. Y nuestros recuerdos buscan y encuentran en la sima del Siglo XX obras de teatro que nos llegaron al corazón: “Doce hombres sin piedad”, Un enemigo del Pueblo, Las Brujas de Salem, Calígula... Rose, Ibsen, Miller, Albert Camus...

Tú nunca puedes dudar.

(...)

Porque has vuelto los misterios

del revés.”

De nuevo Pedro Salinas, de nuevo la palabra misteriosa no hallada, porque el futuro colectivo se consume en una pira de sueños frustrados y el individual, ese al que todas nos aferramos en tiempos aciagos, camina perdido por los meandros de la vida y del mar tempestuoso.

El Cb Murcia 95 mantiene una ventaja de entre 14 y 20 puntos. Se habla de un cambio filosófico, del juego en equipo frente a la irrupción volcánica del individuo, y, esto, nos ha enseñado la Historia en otras cuestiones, es un parto lento, doloroso, ingrato para sus protagonistas, singularmente para el entrenador. Doloroso y desgarrador- añadiríamos- para las que estamos perdidas en aquel amplio espacio rectangular, con La voz a ti debida en el bolsillo izquierdo del abrigo y Campos de Níjar en el derecho. Un amigo de los misteriosos barrios del otro lado del río nos habla del desencanto, del tiempo que nos devuelve como caricatura los rostros de la ilusión, de la lluvia que enfría los rescoldos del fuego mortecino de la esperanza, de lo que nos depara la medianía del Siglo XXI con su delirante escenografía anglosajona. Acaba con una frase de resabios caribeños: “Universidad o muerte”, romanticismo, realismo, Lord Byron, Zola... y la neblina difuminando los contornos de la huerta, y la daga en el corazón de Julio César. ¡Guárdate de los Idus de Marzo!. No lo hizo, o no quiso hacerlo. Lo individual debe arrodillarse ante lo colectivo. Tiempos Modernos, el bigote y el bastón, el cine mudo y el sonoro.

El partido concluye con la victoria del Cb Murcia 95 por 80 a 59, y todas y todos los espectadores con razones para estar contentos. También nosotras, a pesar de saber que el futuro no nos pertenece y que el presente es la imagen en un espejo cóncavo de nuestro pasado. Nos marchamos con la mañana lluviosa, con la bruma columpiándose en las lineas de las sierras, con el cerro de Monteagudo al fondo, entre palmeras, casas dispersas y frutales. Creemos que el Cb Murcia 95 sigue edificándose sobre cimientos resistentes y que sus ramas desnudas florecerán en colores y embriagadores olores allá por marzo, con las primeras calideces de la alegría primaveral. La savia nueva aportada por Javi Martín ya corre por los manantiales del equipo. Pronto será un torrente impetuoso.

Nosotras, mientras tanto, volvemos a casa con la irrefrenable necesidad de releer a Gibbon y retomar a Spengler. Terminamos de escribir esta crónica mientras observamos las pistas exteriores del Pabellón Infante anegadas, y una niebla cada vez más espesa adueñándose de las figuras, animadas o no, de una ciudad invernal. Tristes días de un tiempo triste. Al final de mi calle, un joven ha asesinado a su padre y luego se ha suicidado arrojándose desde un quinto piso. Hablan de soledad, paro e incomprensión. ¿Cómo se pueden abandonar los escasos momentos de dicha sin sentir el corazón partido y desgarrado?, ¿cómo?...




miércoles, 15 de diciembre de 2010

Cuando la nieta de Eloy Sotelo regresó a la tierra de sus ancestros...


Cuando la nieta de Eloy Sotelo regresó a la tierra de sus ancestros, a Santa María de Campo de Rus, reconoció en los azules y pardos del cielo y de la tierra dos tipos de vientos culturales. El primero de ellos es el siberianomanchego, el otro, el murciano. Acaso haya otros vientos, como los vientos del pueblo- hace cien años que nació nuestro Miguel Hernández en tierras de Orihuela- y esos vientos que llegaban en forma de carta desde Madrid, Barcelona, Valencia, Francia o Alemania con el siguiente texto: “¡aquí hay trabajo, venid!, ¡os enviamos el billete del tren!”. Las llanuras se iban despoblando, las mieses languidecían, algún cementerio desaparecía en la umbría de un pinar, los búhos se inquietaban en los travesaños de madera de los caseríos silenciosos y la nieve caía plácidamente a finales de otoño, en invierno, en la tardía primavera...
No obstante, es el viento siberianomanchego el que nos interesa para esta crónica. Ese viento que sopla del norte o del noreste y congela la sonrisa de las hojas del olivo o de la carrasca, que nos hace recogernos a la orilla de una chimenea, de una estufa, de la madera de las cepas, que crepita en la aurora de luz de las cocinas, que nos hace sacar los chorizos de la orza, el queso manchego de la alacena y el vino del tonel.
Esta tarde ese viento frío, que ha barrido todo el Centro de Europa con su gemido de nieve, soplará entre los cipreses de las pistas descubiertas del Pabellón Infante donde entrenarán nuestras hijas bajo las luces de los focos y el cielo blanquecino. Hará mucho frío, no tanto como aquel enero en Cáceres, pero nuestras hijas se acercarán a los muros, a los graderíos de cemento buscando en su materia compacta un cortavientos. O correrán a lo largo de la pista para entrar en calor.
A veces los días desapacibles no importan si la ilusión por jugar al baloncesto es grande.

martes, 14 de diciembre de 2010

Una tarde tranquila...


Una tarde tranquila nos preguntaron los motivos para no escribir sobre el partido entre Maristas y CB Murcia 95. No había razones, tampoco sinrazones. Tal vez el cielo al final del Malecón, la autovía, las palmeras, el edificio del colegio, las pistas mojadas y la contemplación de los plátanos, todavía con hojas marchitas en sus ramas.

Un mundo extraño para nosotras.

Un mundo sin fin conocido, abocado a la eterna contemplación de un sol milenario habitado por las hojas del saúco.

Decidimos no escribir sobre el partido hasta que la última hoja de los plátanos se posara en un suelo gélido, con la escarcha blanqueando en los lindes de la huerta, aterida la mañana y nuestros cuerpos recogidos sobre el aliento lívido de la Historia.

Cumpliremos la promesa. Nuestra humildad es un fruto maduro, como el vacío de una vida perra, como la soledad de la última hoja de cobre en medio del páramo, como el viento de los tulipanes y las tierras baldías.

Una tarde tranquila...

Una tarde de olvido...

viernes, 10 de diciembre de 2010

Más vale ciento volando que pájaro en mano



Benjamin Franklin escribió: “no he fracasado. He encontrado 10.000 soluciones que no funcionan”.

Tal vez a la solución 10.001, la que ha funcionado, se le llame ciencia y a las otras 10.000 arte. Es humano buscar con el corazón diálogos con el Universo, con la Naturaleza, con nuestras propias contradicciones. Es humano encontrar una respuesta después de muchas indagaciones, pero si no la encuentras, la vida sigue fluyendo desde las fuentes cristalinas del mundo interior, ese que no se ve, que no se huele, que no se palpa pero que está ahí, a una lanzada de piedra o de sueño.

Abandonamos el País Vasco con muchas preguntas sin hacer, con el agua brotando de todos los taludes de las carreteras, con las laderas otoñales de cobre, verde y blanco, con los rebaños de ovejas en los prados de cualquier calvero del bosque, con las olas y las estelas de plata de los puertos pesqueros, con el ulular del viento en los artesonados de los caseríos, con los niños jugando en los soportales de la plaza del ayuntamiento de Oñati, con los pinos en la Isla de San Nicolás y los eucaliptos como plantas de bambú en los acantilados de Ondárroa, con el olor a humedad de los sillares de iglesias y catedrales, con la belleza de San Sebastián... y nos fuimos con pesar en el alma, porque creemos que los paisajes, los cielos, los valles y los mares visitados forman ya parte de la historia de las personas, esa historia individual que se teje a lo largo de los años con los recuerdos, con las experiencias, con las frustraciones y con las alegrías. Quizá ahí podamos encontrar nuestra singularidad con otras especies animales: el mundo que vivimos se convierte en una parte esencial de nosotros, los ríos en los que te has bañado o has lanzado cantos rodados son tus ríos, las lineas oscuras de las sierras que deslinden el cielo y la tierra son las fronteras entre tu realidad y tu ensoñación, entre la utopía y la realidad...No importa el tiempo para amar lo cercano, o lo lejano, solo una mirada perdida, un árbol distinto en un bosque homogéneo, la caída de las hojas en un día concreto del otoño, con el cielo blanco y las montañas ocultas por la niebla. Y entonces te quedas prendada de ese momento único y aquella oveja negra pastando en el prado se convierte en memoria vivida y añorada.

Nuestros hijos han jugado al baloncesto en Zumárraga y Urretxu. Han ganado dos partidos y el tercero ha recaído en el combinado vasco merced, creemos, a la fragua de identidades entre equipo y árbitros. Pero aunque se hubiera perdido con todas las de la ley, su juego ha sido arte con mayúscula, una de esas 10.000 soluciones que no han funcionado. Lo importante ha sido verlos disfrutar en aquellos lejanos valles de bosques verdes y rojizos, festejar las victorias, convertirse en familiares hombres araña, abrazarse con jugadores de otras regiones, mostrar curiosidad por lo distinto...

Nosotras también hemos disfrutado. Y ahora que desde la ventana de nuestro hogar vemos a las niñas del AD Infante entrenar entre charcos, y nos dedicamos a la lectura solitaria de frases más o menos conocidas, recordamos a Clara Campoamor cuando dijo que “he trabajado para que en este país los hombres encuentren a las mujeres en todas partes y no sólo donde ellos vayan a buscarlas”.

O siendo más idealista, ésta otra de Eduardo Chillida:

Más vale ciento volando que pájaro en mano”.

Preciosos paisajes aquellos con bandadas de pájaros esbozando el tiempo en una tela azul.

Os dejamos una grabación con una cámara fotográfica que realizamos en Durango un domingo de diciembre, recién llegados al País Vasco.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Euskadi 82 Región de Murcia 79


El martes por la mañana visitamos el Chillida Leku, en Hernani, un hermoso prado entre colinas verdes con retazos cobrizos del otoño. En derredor, una manada de caballos trotaba siguiendo las ondulaciones de la vaguada. En mitad del prado, una escultura llamada Buscando la luz I se levantaba una decena de metros sobre nuestras cabezas. La materia, el espacio, la luz... vivíamos en un lenguaje corpóreo habitado por múltiples indagaciones acerca del alma de la naturaleza, de la ruta que nos guiara a una dimensión en la que los objetos inanimados (la piedra, la montaña, el regato con los cantos lisos ocultos por la hojarasca, el agua manando de los taludes de las colinas, el sol iluminando las copas de los robles...) formaran parte de nuestra realidad humana, filosófica, relacional.

Pasado el mediodía llegamos a San Sebastián. Paseamos por sus calles buscando similitudes y diferencias con alguna visita anterior. Rodeamos el ayuntamiento, comimos pintxok en callejuelas tranquilas y buscamos, caminando por el paseo de La Concha y Ondarreta, el peine de los vientos de Chillida. Hermosa ciudad, San Sebastián. Verde y cobre, azul y gris. Urbe abierta con sus brazos de arena a un mar de materiales plásticos, moldeable por los vientos y sus latidos internos. Durante unos minutos el sol bruñió de luces apagadas la superficie serena de la bahía y en la Isla de Santa Clara vimos reflejado el rostro de nuestra hija distante centenares de kilómetros, en las planicies invernales de la manchega llanura.

Ya de noche nuestra selección, la Región de Murcia (Murtziako Erkidegoa en euskera) se enfrentó a Euskadi, la selección anfitriona. Y perdimos por tres puntos (82-79) ante un equipo inferior que contó con la inestimable ayuda de los árbitros. Normalmente la autora de este blog pregunta, dado su escasa formación cestista, sobre el acierto de los árbitros pero en este partido vimos, por ejemplo, como se pitaba un campo atrás botando el balón a medio metro de la linea divisoria. Hubo decisiones, tanto de la mesa como de los colegiados, claramente parciales que nos perjudicaron en un partido igualado. Pero a pesar de la derrota la selección murciana mejoró con respecto al partido contra Asturias. Menos errores, menos perdidas de balones y menos imprecisiones. Durante bastantes minutos pareció que la búsqueda de la luz, la luz blanca preclásica griega o la luz negra de la tierra vasca de las que nos habla Chillida, nos orientaba a través de las formas de los objetos, de la materia densa y dura, del hierro y del alabastro, de la madera y la piedra. Al fondo, en un espacio ocupado por materia pero también por la voluntad de la inaccesibilidad, estaba la canasta. Había que buscar, como un rayo de luz indagando en los fondos abisales de la tierra, los laberínticos espacios vacíos que nos condujeran a ella. En no contadas ocasiones se logró, pero finalmente los árbitros se fundieron en la herrería de la identidad con los jugadores vascos y el espacio se comprimió aún más. Como dijo una vez Chillida:

“Tomé la decisión de volver a mi tierra. Allí me encuentro con un herrero que vivía enfrente de nuestra casa, que estaba trabajando. Estaba haciendo unas herraduras, en un ambiente oscuro, de luz negra, que es como yo me veo a mí como vasco y a los vascos, en un país de luz negra".

No pudimos con la luz negra, nosotros y nosotras gente mediterránea de luz brillante y sombras de líneas compactas. No pudimos, pero aprendimos a moldearla con las herramientas de la técnica, el esfuerzo y el juego en equipo.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Región de Murcia 65 Asturias 63


A mediodía, un pesquero dibuja una estela de plata en un mar gris y sereno. Se dirige al puerto de Ondárroa mientras nuestro coche gira en un torbellino de curvas y contracurvas en un paisaje extraño de tallos de eucaliptos y helechos cobrizos. El cielo y el mar parecen imagen y reflejo de un alma triste que vaga por los acantilados con su grilletes de lluvia en los tobillos de papel. Regresamos de Lekeitio, con la marea baja, el puerto y su paseo lleno de coches y gentes que caminan bajo un sol tímido observando acaso los pinos de la isla de San Nicolás.

Durante la noche, el susurro del viento y de la lluvia sobre el caserío en lo alto de una ladera que domina Bergara, nos ha despertado en alguna ocasión. Hemos imaginado la agitación de los altos pinos, de la hiedra envolviendo con su verdor los plátanos desnudos de los últimos días del otoño, de la nieve fundiéndose con el agua de la lluvia, las hayas y las ovejas que pastan en los prados cercanos con sus blancas lanas y sus patas húmedas de la hierba y del barro. Y hemos bajado siguiendo los pliegues del valle del río Deba hasta el Mar Cantábrico, admirando los blancos caseríos desperdigados en las montañas, las ovejas paciendo en los lindes de la carretera o los burros corriendo detrás de inexistentes mariposas de luz y caramelo. Hasta Deba, hasta Motriku, hasta Ondárroa y Lekeitio, con la lluvia a nuestras espaldas, con el sol asomando con la timidez de las tierras cantábricas, con los ciclistas y paseantes en cada recodo de cada infinita curva de estos valles transversales en los que hasta las fábricas parecen huir buscando los cercanos latidos de oleaje del mar.

Luego, al atardecer, hemos viajado, siguiendo los atajos del río Urola, a Urretxu. Allí jugaba la preselección de baloncesto cadete de Murcia contra Asturias. Hemos visto a nuestros hijos, hemos indagado acerca de sus preocupaciones, si las hubiere. Se les ve feliz, la experiencia es positiva. Estas tierras, estos montes verdes, estos bosques de contrastes, la lluvia, el sol, las nubes, sus gentes, los monumentos de piedra oscura, los artesonados de madera en los laterales de las iglesias, la yedra, los helechos, los ríos que crecen como hongos en cualquier lado de la carretera, el agua que brota de todas las bocas de las montañas…la vida que envuelve todas las pieles- suaves, blandas, duras, rugosas- que se ondulan en todos los frontispicios de Guipúzcoa, Vizcaya y Álava.

Nuestra preselección ha ganado a Asturias por 65 a 63 en un partido muy disputado, con sus luces y sus sombras, con sus lecciones aprendidas y con las que hay que repasar para mejorar en el juego colectivo.

Ya de noche, hemos regresado a Bergara haciendo parada en la hermosa ciudad de Oñati, admirando la Iglesia de San Miguel Árcangel o la Universidad Sancti Spiritus o comiendo pintxok en la plaza del ayuntamiento. Por primera vez hemos visto estrellas en un cielo fresco y oloroso. Y hemos soñado con helechos creciendo en mitad del asfalto, con regatos de aluminio ascendiendo por los cauces y los cantos rodados de los valles, con las laderas doradas por la luna y el canto mágico de las ninfas del bosque tupido.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Un viaje iniciado en la madrugada...


Si hay algo que se le puede escapar a la imaginación vivida de una mujer del sur, mediterránea, bañada por las olas azules de un cálido mar de limpios horizontes dorados, es una extensión casi infinita de ondas blancas que se pierden en las orlas grises que forman las montañas al precipitarse en un vacío de aire, lluvia, viento y esperanza. O el vuelo de un halcón con un pueblo bajo en la hondonada y la espadaña hiriendo con su filo las sierras nevadas del fondo del lienzo llano. O acaso los rectángulos rojizos de las hayas y de los robles rodeados por pinos y manchas dispersas de nieve. También el vuelo rasante de un águila rozando con sus garras los lomos de un ratón de campo que cruzaba la autovía.

Todas son imágenes de un viaje iniciado de madrugada, con el frío y la luna acallada por el tránsito errático de las nubes y de las lluvias. Atrás, muy atrás, nuestros hijos cruzando los terraplenes blancos de Saelices, no lejos de Segóbriga, en autobús, tal vez intentando dormir mientras escuchan música y no perciben que la llanura que dejan a sus espaldas se levanta sobre los pilares deshechos de una tierra dura, fría pero hermosa en las cuatro estaciones del año con sus tonos rojizos, dorados, verdes, ocres, marrones… tierra grande, extensa, de encinas, olivos, girasoles quemados por la falta de lluvia y el frío del abandono.

¿A dónde se dirigen con sus maletas, sus abrigos rojos, sus auriculares y sus almohadillas para descansar la cabeza mientras el autobús sube y baja suaves ondulaciones, se hunde en los valles del Tajo, del Ebro, del Duero y, finalmente, del Deba, río corto y bravo que fenece con su dulzura en las saladas aguas del Mar Cantábrico?. A Eíbar, a una tierra de valles perpendiculares al mar, de verdes eternos, de lluvia imperecedera, de caseríos de piedra y humedad, de una lengua extraña y misteriosa para una heredera de la cultura latina.

En Durango acariciamos las páginas de Obabakoak en euskera. Las montañas en derredor están nevadas, un viento húmedo agita los tenderetes de vendedores ambulantes mientras la gente camina de un lado a otro, mira el río que baja ruidoso y pasea por la Feria del Libro en euskera de Durango. Pasamos las páginas del libro de Atxaga y nos entra un deseo extraño de comprarlo y colocarlo en nuestra biblioteca junto a la traducción en castellano. Las que leímos Obabakoak en los años noventa nos enamoramos de la magia de Obaba, de sus sueños verdes, de su hechizo que se expande por los valles y montañas de esta tierra lluviosa y hermosa. Un libro precioso, de una prosa que enamora, musical, a la que siempre aspiramos y nunca llegamos a alcanzar.


Luego visitamos Elorrio y de regreso paseamos por las calles y plazas de Bergara, mientras recibimos un nuevo mensaje de una compañía de telefonía móvil informándonos de que el teléfono de nuestro hijo, que entrena en esos momentos en Eíbar, sigue apagado o fuera de cobertura. Entramos en una taberna y probamos los pintxok antes de regresar a las laderas de Bergara, desde la que la noche baja silenciosa y vacía las calles de gente.

Mañana será otro día. La selección murciana cadete juega contra Asturias en Zumárraga.

A las cinco de la tarde. Allí estaremos.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

La cultura en los tiempos de crisis...


El Museo de Eduardo Chillida, el Txillida Leku, cierra en enero. La crisis, la falta de visitantes y esas siglas, E.R.E, que están covirtiéndose en una pesadilla para mucha gente tienen la culpa. Los expedientes de regulación de empleo están colonizando nuestro futuro como lo hacen las hormigas argentinas, los mejillones cebra y los buitres que vienen de los mercados financieros globales con sus picos, sus garras y sus plumas manchadas de fábricas oxidadas y monos azules colgados de las perchas del desempleo.

Pero nosotras tenemos una cita pendiente con el Txillida Leku y la vamos a respetar. Pasearemos por los prados, pisaremos la hojarasca otoñal y miraremos acaso el cielo gris con su eterno orvallo, el txirimiri de los vascos, acariciando con sus lagrimas cristalinas la hierba brillante. Buscaremos el tiempo necesario en las laderas de Bergara, en el puente sobre el Deba que nos lleva a Oñati y a Aránzazu, en las alturas de Zumárraga y Urretxu, en los bosques que se desnudan en esta época del año para sentirse libres frente a la lluvia, el viento y la niebla de la mañana.

El Txillida Leku cierra en enero. La cultura está de luto, también la tierra que sostiene con devoción las esculturas de Chillida, y el mar, y el oleaje que se regocija con el peine de los vientos en San Sebastián. El día 7 de diciembre abre el museo. Allí estaremos, si las lesiones y las inclemencias de la vida lo permiten, deleintándonos con un artista universal, con un corazón abierto a los latidos de lo infinito, con la belleza en estado puro...

martes, 30 de noviembre de 2010

Fútbol para variar


Sostiene alguna gente, como sostuvo Pereira del Portugal de los dictadores (*), que el Real Madrid se levanta sobre un basamento de cal. Otras personas se regocijan con las extensas llanuras nevadas, con las montañas y valles blancos de estos últimos días del otoño, recubiertas con un tejido entrelazado, azul y rojo, con un rectángulo de hierba húmeda en el que yacen unos derrotados y aletargados cuerpos con vestimentas inmaculadas que observan un cielo cegador de luz, confeti y frases en una lengua mediterránea, tributaria sin duda del latín de los monasterios e iglesias románicas de estilo lombardo. Es la guerra entre las tribus llevada de otra manera- comenta algún tertuliano político-.

Cinco a cero es un discurso de un castellano recio, sonoro, de vocales duras como las crestas de granito de Gredos, de ridículos que llevan al sonrojo. Cinco a cero es el castigo perfecto para la arrogancia de portugueses que hablan con la verdad, la suya, en las copas de los alcornocales de las campiñas plácidas de la Lusitania añorada. A decir verdad, de allí era Camoens, y Queirós, y Pessoa, y Pereira- éste, personaje imaginario-, y Saramago y las olas que sepultaron Lisboa en el Siglo XVIII. Pero no imaginamos nosotras a Mourinho nadando en las tempestades opacas del Atlántico, ni siquiera bebiendo vino de Oporto en una taberna de Coimbra, ni acompañando a Pessoa por los corazones de carne de madera, de viñas y de racimos oníricos de esas hermosas tierras que miran al mar con la ilusión de sentirse inmortales.

Acaso los horizontes azules fenecieron en la campiña inglesa, entre monasterios, palacios verdosos e iglesias de estilo perpendicular, tomando té a las cinco de la tarde, disolviendo el azúcar con la cucharilla sin el más leve tintineo metálico y leyendo biografías de Napoleón, Julio César o Alejandro Magno. Si algo nos debiera distinguir a las almas mediterráneas es la humildad debida a un cielo infinito, azul, hermosamente adornado con las florituras de las nubes o el vuelo de las aves. La vida es tan hermosa que creerse el líder de la tribu y reunirla a su alrededor con un balón de fútbol resulta ridículo. Y Mourinho resulta ridículo- no decimos que lo sea-, de una ridiculez propia de los tiempos de las pulsiones autoritarias y de los engreimientos universales. Debiera haber acompañado a Lope de Aguirre en su aventura equinoccial o haber penetrado en la espesura de la selva brasileña con abalorios para encandilar a los monos. Tal vez algún escritor lo retrate dando conferencias en los monasterios del Tibet mientras los monjes meditan con las cumbres nevadas en lontananza. Todo es posible en los tiempos del crepúsculo de los dioses, de las estepas nevadas en azul y rojo, de la hierba moteada con los despojos blancos de una derrota dolorosa...

Mientras tanto, hasta la noche ha sido pintada a brochazos de azul y grana, y ni siquiera los gatos pueden esconder su celo por los tejados abiertos en canal de un Madrid triste y melancólico.


(*)- Pereira no sostuvo tal cosa, tampoco Tabucchi. No deja de ser un recurso literario.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Destellos de abandono


“Llueve mansamente y sin parar, llueve sin ganas pero con una infinita paciencia, como toda la vida, llueve sobre la tierra que es del mismo color que el cielo, entre blando verde y blando gris ceniciento, y la raya del monte lleva ya mucho tiempo borrada”.


Camilo José Cela: Mazurca para dos muertos.


Así comienza la novela de un premio nobel. Anochece, los tubos de escape de los coches forman nubes blanquecinas sobre el fondo oscuro y rojizo de la carretera, que se disipan a escasos centímetros del asfalto. La llovizna cae mansamente sobre las hojas de los árboles, sobre los parabrisas de los coches, sobre las pistas cristalizadas de las pistas exteriores del Pabellón Infante. Y allí, entre canastas y porterías de fútbol sala, solo permanece el silencio del orvallo. Al fondo, las copas de los árboles de un jardín, y más allá, por encima de los tejados de los edificios, la torre de la catedral rodeada de la brumosa mirada de un cielo gris. No hay niñas jugando en las pistas deportivas, tampoco hay niños. Es un día frío, desapacible, silencioso... la ciudad duerme en un letargo de lluvia, paraguas y aceras mojadas.

Resulta curioso: un par de días de lluvia y ya vivimos la morriña del sol en lo alto del cielo, de algunas nubes blanquecinas arrastradas por el céfiro y de los paseos otoñales buscando la solana en las esquinas o en los jardines de la ciudad. Nuestra tierra es así: una luz cegadora que rodea con sus cálidos brazos los contornos del cielo y de la tierra. Pero la lluvia nos hacer volar más allá de las alargadas cordilleras de Iberia, entre páramos, ríos y luciérnagas en los remansos del bosque, y casi sin percibirlo vivimos en laderas siempre verdes, entre bosques de hayas y robles, a la grupa de caballos salvajes que se esconden en los altas cimas junto a osos y corzos.

Mientras observamos las pistas exteriores del Pabellón Infante desde el balcón de nuestra casa, imaginamos un paisaje de mieses doradas, de espigas de trigo tostadas por el sol del estío, de bandadas de pájaros formando estelas de seda en el cielo azul, y nos sentimos extrañas, y nos sentimos extranjeras bajo la lluvia, la bruma y el cristal de la lluvia.

Otro día sin baloncesto. Y las semanas pasan a destellos de abandono. Es nuestro sino.


Pd: Sergio, esperamos verte muy pronto por las pistas de baloncesto deleitándonos con tu juego. Desde este lado del Puerto de la Cadena te deseamos una pronta recuperación.
Pd1: ya de madrugada, Barcelona es una fiesta y Madrid esa ciudad de un millón de cadáveres de la que nos hablara Dámaso Alonso en un terrible poema de mediados de los cuarenta del siglo fenecido. Madrid, y las blancas extensiones de la "pell de brau" de ese otro inmenso poeta y dramaturgo que fue Salvador Espriu.


viernes, 26 de noviembre de 2010

Llegan del noroeste


Mañana el CB Murcia 95 juega con el Canow Caravaca. Íbamos a eliminar lo que considerábamos una marca comercial pero nos hemos percatado a tiempo que Canow significaba cantera del noroeste- oeste, west. Caravaca, como otros muchos pueblos y ciudades de nuestro país, ha optado por promocionar un tipo de turismo receptivo a los valores religiosos decrecientemente mayoritarios. Pensemos en Santiago de Compostela y en su irreal sepulcro del apóstol Santiago, argucia, en definitiva, para atraer gentes de Europa para la repoblación de los territorios que iban siendo arrebatados a los hispanomusulmanes. Otros pueblos utilizan el cuchillo jamonero, el jamón de Huelva y su penetrante y embriagador aroma. O los vinos de calidad. O el queso manchego o el de Idiazábal.

Ciertamente, nos quedan pocas cosas a las que asirnos. El desastre en el que residimos desde hace al menos dos años y el recordatorio de la canción de cuna Diez Negritos que utilizó Agatha Christie para escribir su novela homónima ensombrece aún más las cortas tardes de este frío noviembre:

Diez negritos salieron a cenar.

Uno se ahogó y entonces quedaron

Nueve


Nueve negritos estuvieron despiertos hasta muy tarde;
Uno se quedó dormido y entonces quedaron
Ocho.

Ocho negritos viajaron por Devon.
Uno dijo que se quedaría allí y entonces quedaron
Siete.

Siete negrit

os cortaron leña;
Uno de ellos se cortó en dos mitades y entonces quedaron
Seis.

Seis negritos jugaron con una colmena;
Una abeja picó a uno de ellos y entonces quedaron
Cinco....”

Nos quedamos en el cuarto negrito, que parece que se llama Spain, sin apellido conocido, y puede ser víctima de la Gran Especulación Internacional.


Decíamos que mañana juega el equipo de nuestros hijos con el Canow Caravaca, aquí en Murcia, en la pista auxiliar del Palacio de Deportes, en una mañana que se espera lluviosa y fría. Llegarán, seguro, por la autovía del noroeste. Vendrán de la comarca que alberga los pueblos más bonitos de esta Región: Moratalla, Caravaca, Cehegín. Lugares que han conservado sus cascos históricos por mor de la emigración y de una loable política de rehabilitación urbana.

Posiblemente venga dispuestos a demostrar a los capitalinos que algo se mueve por aquellas tierras interiores que se miran en las laderas de sus montañas, ora verdes, ora blancas o amarillentas. Quizá recordemos los caballos del vino o la nieve cayendo mansamente sobre los tejados y los árboles de la ciudad. O caminaremos bajos las sombras fuertes de La Fuente del Marqués mientras el agua brilla con los reflejos de un sol entrometido. No sabemos que será de mañana, acaso el viento y la lluvia lo arrastren a los fangos de un mar de depresión.

Pero seguro que nuestros hijos demostrarán su valía. Javier Martín sigue encajando las piezas de ajedrez e insuflando poesía a los movimientos de nuestros hijos a lo largo y ancho del tablero cestista. El Canow Caravaca tendrá delante a grandes jugadores: David Lucas, Andrés Carrillo, Vicente García, Alberto Pujante, Pepe, Álvaro Gomez, David Saura, Aarón Sáez, Samuel Vicente, Álvaro Zapata, Darío Sarrias... Todos grandes jugadores, todos grandes amigos.

Mañana es sábado.



jueves, 25 de noviembre de 2010

Llueve en la Nube


Voces en la madrugada. Nombres extraños habitan la Nube -lila, rosa, azul, amarilla,roja...-.

en la calle llueve

Una melodía suena en el cristal de las avenidas, paseantes que recorren los parques caminando bajo las sombras de los helechos en flor o llorando estrellas en los estanques verdosos de reflejos irisados.

“Te recuerdo Amanda

la calle mojada...”

¿Quién era Manuel, quién era Amanda?, ¿y nosotras que navegamos con las velas arriadas, la respiración entrecortada y el rostro lacerado por el frío hálito de la noche invernal?.

Sombras de un pasado cercano, olas brotando como hojas de sauce en claroscuro, el negativo de un sueño perdido en el zarzal de la historia de anteayer.

Las hojas de la Nube caen en silencio, golpean levemente el suelo de ceniza, hieren la piel como mordiscos de hormigas y se deshacen al poco, llevadas por el olvido a los territorios de la nada.

En la calle llueve, en las pistas de baloncesto el suelo es de cristal y llanto, en las miradas de las niñas el orvallo es abandono y retorno al hogar.

Pero la Nube crece y las palabras, los nombres también- de nuestro hijo, del tuyo, del suyo...-, caen a gritos sobre nuestras cabezas, y nuestros cuerpos se sobrecogen, y la lluvia sigue cayendo, mojando las letras, deshaciéndolas en el papel amarillento de las historias escritas con pluma y vela crepuscular.

Ya no sabemos si Lucía Sánchez es real o un seudónimo, si sus palabras cimbrean libremente por los márgenes de la Nube, en filamentos deshilachados, si su voz es sobrecogimiento o un viento cálido, el céfiro que nos llega del oeste y duerme nuestros deseos.

No lo sabemos,

nunca lo sabremos.

Tampoco conocemos el nombre de su hijo,

respetamos su secreto y lo guardamos en una caja tejida con el diccionario de nuestro idioma.

martes, 23 de noviembre de 2010

Frivolidades


Hay noticias que denotan la frivolidad de quien las escribe. Frivolidad o desconocimiento, queremos pensar que se trata más de lo segundo que de lo primero. El titular de una noticia de la web de la Federación Española de Baloncesto es antológica:

Trabajando para teñir el Basket de rosa en 2014”.

Pero no menos espectacular es el arranque de la noticia:

El rosa no debe ir siempre ligado a la prensa social”.

Para no repetir “rosa” se sustituye por “social”. Frase equivalente a la anterior podría ser “la mujer no debe ir siempre ligado a la prensa rosa”.

Lo que podríamos considerar una buena noticia, el compromiso de la F.E.B con la igualdad de género en el baloncesto, se convierte en dos frases en un compendio de estereotipos de género, desconocimiento absoluto de lo que es, y debe ser, la igualdad material entre hombres y mujeres y, lo que es preocupante, falta de formación de los responsables de información de la Federación en políticas públicas de igualdad entre mujeres y hombres.

Deseamos que la F.E.B forme a su gente en consonancia con la Ley de Igualdad, que en abril cumplió tres años de vigencia y con sus planteamientos de futuro, al menos teóricos.

¡Qué bonito hubiera quedado cualquier otro titular!.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Je me souviens...


Ayer, mientras nuestro hijos entrenaban en el CD La Flota, un padre de los misteriosos barrios del otro lado del río nos preguntó de dónde sacábamos tanto tiempo para escribir. Le respondimos que seguramente era cuestión de velocidad, que acaso navegábamos con unas cuantas millas de exceso por los anchos parajes de la existencia o que nos lanzábamos por los rápidos de la vida mientras otras personas buscaban con toda razón los remansos de aguas cristalinas y fondos de terciopelo verde. Y esto nos podía hacer perder el detalle, la flor a punto de estallar en colores brillantes, las nubes formando extrañas figuras que nos devolvían a una infancia entre limoneros y raspaduras de belleza en el horizonte azulenco.

Nuestro hijos entrenaban en la cancha de baloncesto, se movían por un tablero de ajededrecesto ensayando movimientos incompresibles para legas en la materia como nosotras, se palmeaban las manos y se ocultaban de nuestras miradas para beber agua y descansar un poco.

¿En qué lugar del tiempo encontrábamos un momento para meditar sobre tal o cuál idea, para escribir palabras que se iban uniendo como terrones de azúcar dulces y humanos formando frases que se columpiaban en los pilares de la luna o en el dióxido de carbono de Venus?.

Pensamos en muchas cosas pero no fue hasta la noche, al abrir el libro de poesías completas de José Hierro, cuando dimos un salto de la cama, nos dirigimos al ordenador y nos pusimos delante de una hoja en blanco, inmaculada, el paraíso vacío que intentamos llenar de belleza, también de felicidad. Es entonces cuando los sentimientos estallan en derredor y la habitación se llena de ternura, de enfado, de ira contenida. Y brota la vida vivida, y los poemas leídos levitan en el aire levemente salado.

Entonces, aparece por la puerta el primer verso de un poema de Louis Aragon


“Je me souviens d'un air qu'on ne pouvait entendre...”


(“Me acuerdo de una melodía que no se podía oír..”)


y los muros de la habitación desaparecen en una noche de luna llena,

y el viento de la noche susurra en las hojas

y te llama con su silencio de hormigas blancas

y te besa con sus dedos de sombras chinescas...


Es un veneno, lo sabemos. El insomnio y todo lo demás, pero buscamos un remedio y lo encontramos en José Hierro:


“Cómo se puede no hablar

de todo aquello.

El viento no escucha, no

escuchan las piedras, pero

hay que hablar, comunicar,

con las piedras, con el viento”.


La vida se acelera, golpea violentamente las costuras de la carne, se transforma en humo, en aire, en arena de mar, en todo lo que deseamos alcanzar con las yemas de los dedos para sentir su presencia, su grandeza de cosa o vida pequeña en este Universo infinito que, a veces, nos produce miedo e incertidumbre.

La madrugada se adentra en el sueño, lo abre con su sonrisa de carbón enternecido. Te acuestas de nuevo y la persona que duerme a tu lado se mueve levemente y susurra: ¿sigues escribiendo...?.

No, la vida regresa con el lucero del alba.