domingo, 31 de enero de 2010

Una bola de fuego ha envuelto la realidad


En nuestro entrada anterior, hablamos de una escultura de Ícaro plantada en la bahía de Águilas. Parece que nuestras perspectivas, después de un majestuoso CB Murcia ante el Fuenlabrada, han volado cerca de un sol inmortal que ha derretido nuestras alas de ilusionadas esperanzas. Nos hemos aproximado demasiado a la realidad y ésta nos ha hablado en la lengua de la materia y del fracaso.
Manresa 72 CB Murcia 55 ha sido el resultado, pero seguimos creyendo en los milagros porque creemos en la literatura, en la épica de los perdedores, en Ícaro... en la vida misma.
Una bola de fuego ha envuelto nuestro futuro, pero su llama debe guiarnos en la oscuridad. Con el Real Madrid volveremos a la senda de hierba y grava que nos conduce a la salvación.

sábado, 30 de enero de 2010

De regreso a Águilas



En las selvas de la vida, hay sendas que conducen a ninguna parte. Unas veces, se ven truncadas por el filo de profundas quebradas; otras desaparecen en la espesura del manglar, junto a un cadáver, una brújula y, acaso, un mapa de El Dorado; otras no tienen fin definido porque en la espesura se abre un claro circular, un enorme túmulo funerario donde yacen mezclados los huesos de millones de personas. Recordemos a Salvador Espriu: “ a veces es necesario y forzoso que un hombre muera por un hombre / pero nunca un pueblo entero debe morir por un hombre...”.

Dejamos a la derecha las alturas blancas de Sierra Espuña. La nieve refulgía en una lejanía inconcreta, allá arriba, entre manchas doradas de sol y roquedales colosales. Nos dirigíamos, de nuevo, a Águilas, dispuestas a mezclarnos con el aire y el salitre, con la brisa y con la mar rizada. Un poco más abajo del Alto de Purias pudimos ver una cinta de plata recortada por suaves ondulaciones oscuras. Era el mar Mediterráneo, peinado al mediodía por un cielo tenuemente blanquecino. Nos encontrábamos en territorio de la tortuga mora, esa reliquia de tiempos geológicos remotos que se resistía a los designios de los hombres, de los caminos de alquitrán y de los fuegos atizados por manos humanas. Poco al poco el mar iba abriendo sus largos brazos y la plata matizaba su brillo y adquiría tonalidades azuladas. El plástico blanqueaba el paisaje; olivos, pinos de alguna repoblación olvidada, llamativos cañaverales en los lechos de los barrancos.

“Cuando el mar surgió al fin comprendió las razones profundas de aquel peregrinaje al pasado, al decorado mítico y fabuloso de su niñez: el pueblo aparecía milagrosamente blanco en la atmósfera luminosa e intacta y, a la izquierda, las montañas recortaban sus formas obtusas en un cielo sereno, moteado a trechos por una algodonosa baba de buey; el color del mar era de un azul intenso bajo la escarpa casi vertical de Cope y el islote del Fraile emergía su poderosa grupa, medio oculto tras el cercano penacho de las palmeras”.

Juan Goytisolo: “Señas de Identidad”.

Nuestros hijos jugaban en aquel hermoso pueblo marino, cálido, seco, de cielos brillantemente azules y claridades majestuosas de un sol nuestro, que casi se podía abrazar con los poemas de las civilizaciones que lo adoraron mientras surcaban las orillas del Mediterráneo. Se enfrentaban al Águilas B, en unas instalaciones deportivas levantadas en medio de un descampado de matorrales surcado por alguna rambla de lecho arenoso. Pero en este día cálido de invierno, decidimos quedarnos a comer después del partido. La tierra, el paisaje, los escarpes, las agrupaciones de palmeras y de rocas, esa preciosa bahía con una mar rizada y azul, el castillo, la arena húmeda de la última tempestad, la locomotora, la escultura de Ícaro, los pesqueros, las embarcaciones de recreo, alguna de ellas con nombres tan simbólicos como “El viejo y el mar”, homenaje, sin duda, a Ernest Hemingway, los recuerdos de Paco Rabal, de las minas y de los ingleses, la añoranza de Vázquez Moltalbán, la tranquilidad del paseo marítimo, nos invitaron a disfrutar la tarde comiendo en un bar arroz a banda, paseando entre palmeras y luces crepusculares, riendo, hablando sobre baloncesto y sobre la vida selvática que, a veces, nos depara el camino. Echamos de menos a algún jugador, a alguna madre y a algún padre, echamos de menos el vuelo de las águilas y la estampida de los búfalos, pero la tarde transcurrió tranquila, entre platos y cafés, observando las fotografías del restaurante, y el mar abrazado por la bahía y enmarcado entre visillos.

Allí estaba Carmen, la entrenadora, allí estaban nuestros hijos, alrededor de una mesa, compartiendo pensamientos y sentimientos, mientras saboreaban el arroz, la ensalada, las delicias de un fondo marino de luciérnagas soñadas y terribles secretos enterrados por el oleaje de los siglos. Y esto es lo importante del baloncesto, y esto es lo importante de la vida. Lo que nos hace mujeres y hombres responsables, honestos, solidarios. Y éste es nuestro futuro, porque ellos son los que han de modelar el mundo con lo aprendido y con lo deseado para que en el futuro ninguna senda esté truncada por los torcidos designios humanos.

Fue un día hermoso, como el mundo que nos rodeaba, como las sierras que atenazaban por doquier las orillas del mar y del cielo. Ganamos por mucho, demasiado, pero esto no es lo importante. Aquella tarde lo supimos al echar de menos a gente que no pudo venir y compartir con nosotros los olores, sabores y formas del Águilas mediterráneo, de la textura de las palabras modeladas por la brisa y el mar, por el cielo y la tierra.



Las fotografías son de Lucía Sánchez

jueves, 28 de enero de 2010

Noches en blanco


Entre los poemas que Dios ha escrito sobre las personas, en lenguas mayoritarias, minoritarias y en peligro de extinción, hay uno magnífico que habla de su preferencia por tal o cual pueblo, villorio, aldea y casa de labranza. Dios pertenece a todas las personas y éstas lo adoptan como propio, como protector del lar, de la polis, del feudo, del estado moderno y del mundo globalizado, aquel del que nos habla Bourdieu indicándonos que los pobres ya no son holgazanes, ahora son incultos. Algo se ha escrito también de la preferencia de Dios por los hombres, de su literatura dura y justiciera plasmada en el Antiguo Testamento, o de esa prosa más dulce, equilibrada, rebosante de ternura y amor del Nuevo Testamento. La vida es dura, nadie lo duda. La lucha por individualizarnos, por ser las mujeres en vez de la mujer apenas ha superado su fase genética, queda mucho camino por recorrer. Nunca las mujeres hemos tenido identidad propia, es decir, identidades individuales como ocurría en el caso de los hombres. ¿Cuánta gente sabe quién era Mary Wollstonecraft u Olimpia de Gouges?. La historia se escribe con la pluma de los vencedores, con la prosa heroica de los que sobresalen sobre los demás competidores, antaño mediante el exterminio y el encalado de los muros de fusilamiento, ahora mediante el mercado electoral o de las ideas confrontadas. El deporte, los deportes, es cosa moderna; es la civilización de la competición mediante reglas iguales para los contendientes; es, en los deportes colectivos, el desarrollo de vínculos de solidaridad, de permanencia al grupo, de entrega mutua. Es, como hemos leído en algún blog, una forma de vida.

Pero nos falta algo, nos falta que el deporte sea también una herramienta de igualdad de género. Hay que dar importancia al deporte como relación e integración social, hay que relativizar las marcas y las capacidades físicas porque lo importante es formar parte del deporte, del baloncesto, del fútbol, del balonmano, de voleibol... y tal sentimiento de pertenencia es incompatible, en general, con la sacralización de la victoria por encima de valores sociales que consideramos vitales para la supervivencia de la especie misma.

domingo, 24 de enero de 2010

CB Murcia 98 Fuenlabrada 71: ¿la resurrección?.


El sol bruñía las ramas desnudas de los plátanos. Eran las doce del mediodía. Aguardábamos sentados en las escalinatas del Palacio de Deportes. A lo lejos, las suaves líneas de la sierra se recortaban sobre un cielo claro, blanco, con alguna nube vaporosa en sus costuras mediterráneas. La gente llegaba tranquilamente, esperaba, miraba a su alrededor buscando una muchedumbre compacta, con banderas del CB Murcia y corazones acompasados por los latidos rojos y negros de nuestro equipo.
Una entrenadora dijo:
-Mi hermano dice que hoy comienza la resurrección del equipo.
La miramos, miramos alrededor buscando indicios en el cielo, en la tierra, en la corteza baja de los árboles, en los reflejos acuosos del estanque cercano, en las miradas de los que llegaban, y de los que esperábamos tal vez un milagro. Pero nada se reflejaba en el cielo. No vimos águilas volando en círculo, ni buitres más allá de los vientos levantiscos, ni el musgo creciendo en el ocaso de las sombras crepusculares de un invierno largo. El Oráculo de Delfos quedaba muy lejos, en un declive de olivos y sueños claros y azules. Las entrañas de Prometeo, aquél que debía robar el fuego de la victoria a los dioses de la ACB para entregárselo a un subterráneo y melancólico CB Murcia, se exponían al público junto a los carritos de cascarujas mientras las águilas de la derrota picoteaban, desgarraban y engullían las partes blancas, gelatinosas de una derrota tras otra. ¡Y que decir de los buitres y de aquellos torpes gorriones con los que San Francisco de Asís quería dialogar, arrodillado a los pies de una ermita y un ciprés!.
Entramos en el pabellón. En lo alto, una mancha naranja de tambores, pitos, camisetas y voces de Fuenlabrada animaban al equipo madrileño, saboreando de antemano una victoria que debía caer como fruto maduro en sus manos. Guardamos un minuto de silencio por las victimas del Terremoto de Haití, un minuto que nos pareció corto para solidarizarnos con las cientos de miles de tragedias humanas, que han ensombrecido con sus negras alas de muerte los cielos del mar caribe.
¡Y comenzó el torbellino CB Murcia!. 20 minutos, dos cuartos de juego casi perfecto, con un sublime Vujanic y un no menos maravilloso Pedro Robles. Al final del segundo cuarto, se oyó a una voluntariosa seguidora del Fuenlabrada gritar: ¡este partido lo vamos a ganar!. Voluntad de victoria a pesar de los desastrosos veinte primeros minutos de los madrileños. Un murciano cuchicheó a sus acompañantes: “parece que antes de labrar, la fuente estaba plantada de amapolas”. Risas, conciencia de que era imposible perder ante el Fuenlabrada, alegría y, tal vez, veinte minutos finales que no aportaron nada a una victoria contundente y anhelada por los seguidores murcianos.
Abandonamos el pabellón con la alegría aún floreciendo en las bocas y en las frases construidas con los materiales de la esperanza. Afuera, el cielo aparecía encapotado, una brisa húmeda arrastraba nubes cada vez más amenazantes. La lluvia estaba próxima; una tarde de domingo lluviosa, triste, rememorando, sin embargo, los recuerdos de una mañana cálida, brillante y alegre. Ganamos, ganamos al Fuenlabrada por 98 a 71 y en estos tiempos de pesimismo cuasi antropológico no es poco.
No sabemos si se está asistiendo a la resurrección del CB Murcia, como nos dijo aquel joven llegado de las tierras próximas y amigas de la antigua Corona de Aragón, pero sí podemos afirmar que cuando el futuro se manifiesta con letras de gótica decadencia, de edificios de piedra derruida, de yedra creciendo y desmigajando la herencia de nuestros ancestros, siempre hay alguien que nos recuerda que la esperanza existe, es real, tiene textura y olor, y que nos acompaña aún en los lugares más inhóspitos. Queremos recordar los nombres de nuestros jugadores, de estas personas imperfectas como nosotras, pero con un algo que nos atrae cada catorce días y nos hacen partícipes de un proyecto colectivo de alegría y solidaridad, también de desencanto y renuncia:

Amara Sy, Pedro Robles, Chris Moss, Marco Gaona, Delininkaitis, Xavi Sánchez, Victor Faverani, Óscar García, Vujanic, Prestes, Moncasi, Scepanovic, Asselin y Powell.

La fotografía pertenece a Javier Bernal.

sábado, 23 de enero de 2010

Entre el frío, y su recuerdo, el baloncesto fluye...


Dice Paul Eluard, aunque en algún sitio se le atribuye a Louis Aragon, que hay muchos mundos pero están en éste. Mundos mágicos, mundos trágicos, mundos que cambian para el observador dependiendo de los objetos, y de los afectos, que le rodean. En algún sitio hemos hablado de lo difícil que es jugar en algunas canchas de baloncesto en estos agrios rigores de este preciso invierno murciano de 2010, a la intemperie, con una pista resbaladiza. Y hemos dudado en afirmarlo porque se nos podrá rebatir con argumentos contundentes sobre el espléndido y cálido clima mediterráneo que Dios, y nuestra posición geográfica en el globo terráqueo, nos ha dado para solaz y esparcimiento de los sentidos, los olores y los colores. Nos viene a la mente aquella lejana lectura de “Un día en la vida de Iván Denisovich” de Alexander Solzhenitsyn:

“Contornearon a alta talanquera en dirección a la prisión del campamento -un edificio de piedra -, pasaron por delante de la alambrada que protegía la panadería del campo de los penados, y dejaron atrás la barraca central donde, suspendido en un poste y sujeto con un grueso alambre, había un carril completamente cubierto de escarcha. De nuevo, al lado de un segundo poste, del que colgaba, protegido para no marcar demasiado bajo, un termómetro enteramente cubierto de rocío congelado, Sujov miró de reojo, esperanzado, al blanquecino tubo: si hubiese marcado cuarenta y un grados no los hubieran podidio enviar afuera, al trabajo. Pero aquel armatoste no parecía querer moverse jamás por encima de los cuarenta”.

Por encima de los cuarenta grados bajo cero, no es necesario precisarlo. En los campos de concentración soviéticos se trabajaba en el exterior si la temperatura no bajaba de los -40º. No podemos imaginar lo que sería talar árboles a esa temperatura, tampoco a -39º, a -38º, a -37º..., pero muchos de aquellos hombres lanzados al infierno helado por la intolerancia sobrevivieron y pudieron contarlo. Las que vivimos el año pasado, en enero, la ola de frío en Cáceres, y cruzamos después la blanca llanura nevada de La Mancha, tampoco podemos imaginar, ni siquiera aproximadamente, lo que supone un cuerpo humano sometido a tantos y tantos grados bajo cero, menos aún sabiendo que los que contemplamos las cigüeñas en los campanarios y tejados de barrio antiguo de tan hermosa ciudad extremeña, lo hicimos desde la libertad de seguir a nuestras hijas e hijos en las competiciones deportivas, mientras Suslov y sus compañeros fueron privados de los elementos mínimos que hacen dignas a las personas, comenzando por el derecho a equivocarse, a opinar de otra manera, a ser distinta o distinto. No obstante, todavía queda en nuestra retina la imagen de niños tapándose con mantas para soportar las temperaturas bajo cero de los pabellones deportivos cacereños. Imagenes y fotografías guardadas en los correos electrónicos, discos duros y cedés de nuestra futura biografía existencial, que se han vuelto a repetir este año, con otras protagonistas, en algún partido disputado por el AD Infante en las inclementes y peligrosas pistas descubiertas del Pabellón del barrio capitalino.

El derecho a equivocarse y a rectificar es un derecho que tenemos todas las personas por el hecho de serlas. Parece que el Ayuntamiento de Murcia lo ha ejercido con el yacimiento andalusí de San Esteban. Ha escuchado a los ciudadanos, ha reconocido la importancia de unos restos del siglo XIII y ha obedecido las órdenes del presidente de la comunidad autónoma. ¿Quién decía que debajo del jardín no había nada o casi nada?. En los últimos días, una amiga nos ha enseñado un libro publicado en 1901 por la Imprenta y Litografía del Depósito de la Guerra, una “Descripción de España por Abu-Abd-Alla-Mohamed-Al-Edrisi” del Siglo XII. Dice sobre Murcia:

“Murcia, capital del país de Todmir, está situada en una llanura sobre los bordes del río Blanco.
De ella depende un arrabal floreciente y bien poblado que, así como la villa, está rodeado de murallas y de fortificaciones muy sólidas. Este arrabal está atravesado por dos corrientes de agua. En cuanto a la villa, está edificada sobre una de las orillas del río, llegándose a ella por medio de un puente de barcas. Hay molinos construidos sobre navíos, como los molinos de Zaragoza, que pueden transportarse de lugar, y muchos jardines, huertos , tierras de labor y viñas mezcladas de higueras. De esta villa dependen buenos castillos, fuertes, villas importantes y distritos de una belleza incomparable”. (página 33).

También habla Abu-Abd-Alla-Mohamed-Al-Edrisi de Cartagena:

“Cartagena es el puerto de la villa de Murcia. Es una villa antigua que posee un puerto que sirve de refugio a los mayores navíos y a los más pequeños, y que ofrece muchos atractivos y recursos. De ella depende un territorio conocido por el nombre de Alfondón, de una rara fertilidad. Se recuerda que una sola lluvia hace madurar los frutos, que son de una calidad superior”.

Y siguiendo con libros antiguos, en el estudio que realiza Pascual Madoz de la Audiencia Territorial de Albacete, creada por Decreto de 26 de enero de 1834 e integrada por las provincias de albacete, Ciudad Real, Cuenca y Murcia, se nos describe a sus habitantes de la siguiente manera:

“Los usos y costumbres, y aun el carácter de los habitantes de las cuatro provincias, se diferencia muy poco. En general son honrados, laboriosos y hospitalarios, observantes y sumisos a las leyes; los Murcianos se distinguen por cierta vivacidad y ligereza que les hace cambiar con facilidad de propósito, pero son constantes en el trabajo, de grande inteligencia y capacidad; los de Albacete son mas reflexivos que aquellos, fuertes y robustos, pero algo menos aplicados al trabajo, mas propensos al lujo y al juego; los de Ciudad-Real áridos como su suelo, poco afectos a forasteros y orgullosos y disimulados, y muy apegados a sus hábitos ant(iguos); los de Cuenca nunca han desmentido la proverbial honradez castellana” (Madoz, Pascual: “Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar”. Est. Literario-Tipográfico de P. Madoz y L. Sagasti. Madrid, 1845. Página 241).

Por último, un fragmento de la Biblia en España, de George Borrow:

“Pero, ¿cuándo una imputación calumniosa se vino jamás al suelo en España por el peso de su propia absurdidad?. ¡Infortunado país!. ¡Mientras no te ilumine la pura luz del Evangelio no sabrás que el don más alto de todos es la caridad!.” (página 233).

Y mientras tanto el tiempo fluye, nuestros hijos al fondo de la cancha, en silencio... y recordamos un poema de allen Ginsberg que comienza así:

“He visto los mejores cerebros de mi generación destruidos por la
locura, famélicos, histéricos, desnudos...”

jueves, 14 de enero de 2010

¡Volquémonos por Haití!



Escribe Eduardo Galeano en “Las venas abiertas de América Latina”:

“Al norte y al oeste, Haití se convirtió en un vertedero de esclavos: el azúcar exigía cada vez más brazos. En 1786, llegaron a la colonia veintisiete mil esclavos, y al año siguiente cuarenta mil. En el otoño de 1791 estalló la revolución. En un solo mes, septiembre, doscientas plantaciones de caña fueron presa de las llamas; los incendios y los combates se sucedieron sin tregua a medida que los esclavos insurrectos iban empujando a los ejércitos franceses hacia el océano. Los barcos zarpaban cargando cada vez más franceses y cada vez menos azúcar. La guerra derramó ríos de sangre y devastó las plantaciones. Fue larga. el país, en cenizas, quedó paralizado; a fines de siglo la producción había caído verticalmente. “En noviembre de 1803 casi todo la colonia, antiguamente floreciente, era un gran cementerio de cenizas y escombros”, dice Lepkowski”.

Siglo XXI, pp. 102-103.

Y ahora y siempre “una nueva cabronada de la naturaleza” en palabras de Maruja Torres. Haití es un país perdido en el Caribe, sometido hasta hace 200 años al atroz colonialismo francés; desde entonces a una dependencia exterior también atroz y a una clase dirigente corrupta hasta los tuétanos. Haití desforestado, degradado, desangrado por salvadores foráneos y propios. Haití maldecido por la naturaleza y por las acciones humanas

Volquémonos por Haití, que la naturaleza no sea la causa de la muerte y de la miseria de sus gentes, que puedan levantarse sobre el horizonte marino y vean una tierra limpia y dorada por los rayos del sol caribe, y no lo que la naturaleza y los actos humanos premediten como tragedia para un pueblo libre que debe hacerse con las riendas de su futuro.

Podríamos citar a Juan Bosh y su “De Cristóbal Colón a Fidel Castro. El Caribe, Frontera Imperial” o “La Revolución Haitiana”; podríamos recrearnos con las descripción del Mar caribe y de la Revolución Haitiana con “El Siglo de las Luces” de Alejo Carpentier; acaso podríamos citar a Pablo Neruda. Pero ahora no es el momento de maldecir la maldición mil veces bíblica de un país como Haití, se trata de ayudar.

¡Volquémonos por Haití!.¡, como escribe Maruja Torres.

miércoles, 13 de enero de 2010

"Cerrado a todos vientos y encubierto..."


El pasado domingo, mientras algunos hablábamos del cierzo, del Moncayo y de las leyendas de Bécquer, y los padres de un jugador del CB Murcia compartía con nosotros, y con los aguerridos seguidores del Basket Cartagena, licor de café y un bizcocho de textura y sabor sublimes, alguien mencionó una leyenda de Cervantes reproducido en un mosaico del arranque de la Calle Mayor de Cartagena, si no recordamos mal en la misma acera que la entrada al Teatro Romano. En concreto, la leyenda era un fragmento de “Viaje del Parnaso” del autor de El Quijote y decía:

“Con esto poco a poco llegué al puerto

A quien los de Cartago dieron nombre,

Cerrado a todos vientos y encubierto

Y a cuyo claro y singular renombre

Se postran cuantos puertos el mar baña,

Descubre el sol y ha navegado el hombre”.

Y es que la mañana del domingo, fría, con unos rayos de sol que asomaban entre los edificios, se filtraban entre los árboles desnudos y apenas calentaban las aceras y a nuestros cuerpos ateridos, parecía pensada para levantarse tarde y comer chocolate con churro al calor de las calefacciones y las bufandas. Sin embargo, en la cancha se escenificó un duelo de poder a poder entre el Basket Cartagena y el CB Murcia, ambos del 95, y las huestes de la Ciudad Departamental supieron posicionarse, defender, atacar y poner en serios aprietos a los murcianos. El suelo cartagenero asemejaba al Cantón o a su puerto protegido de tempestades, con la mar rizada entre las posiciones, y defendido por jugadores que apenas daban respiro a los nuestros. Finalmente el CB Murcia 95 ganó de diez puntos (79-69) y la mañana siguió fría y desangelada.

sábado, 9 de enero de 2010

Costumbres


Hubo una costumbre que nos llamó la atención de Lucía Sánchez durante nuestra estancia en la lluviosa e inmensa ciudad de Barcelona. Mientras comíamos aliñaba las ensaladas añadiendo ante la sal que el aceite. Parece que es una costumbre catalana, y los presentes conocíamos, ella no lo ocultaba, una extraña simpatía por la cultura, la gastronomía y el paisaje catalán, sobre todo por esos tupidos bosques de encinas, castaños y abetos de La Selva de Girona. Luego supimos que Irene Andreo, madre de Lucía, vivió unos meses en Barcelona, recién llegada de México, y que allí, además de beber de las fuentes de agua, sol y callejeo de la ciudad condal, adquirió costumbres, tal vez disolutas, tal vez incomprensibles para nosotras, que transmitió a su hija y a sus nietos. Una de ellas era aliñar primero con sal las ensaladas, otra leer compulsivamente escritores catalanes, una última sentir por Barcelona una admiración evanescente que sólo se podría recuperar con visitas periódicas y pausadas por sus calles amplias, por sus callejuelas y plazas doradas por el sol mediterráneo. A Irene Andreo le gustaba volver, sentir, admirar, amar, caminar, cruzar plazas en diagonal, observar el vuelo de las gaviotas, llorar por una tierra perdida, brindar por su padre en cualquier bar, recordar los tranvías de las fotografías de los años treinta que su madre guardaba en un caja de puros, soñar, en definitiva, con la ciudad que recorrió con su bloc de notas George Orwell.

Aún hoy Lucía Sánchez utiliza el salero antes que la aceitera.

viernes, 8 de enero de 2010

De regreso a Murcia


De regreso a Murcia nos trajimos el frío viento que comenzaba a azotar tierras catalanas. Ya la madrugada de Reyes, volviendo en tranvía del albergue juvenil Pere Tarrés, sentimos en nuestros rostros el aliento polar. Fue una noche mágica. Por la mañana nuestros hijos habían puesto garra y pundonor en su encuentro con el Fuenlabrada, pero la tierra a veces es cuadrada y no nos podemos explicar la razón. De ir venciendo por doce puntos al finalizar el tercer cuarto pasamos a ser superados por el equipo madrileño que finalmente se llevó el quinto puesto en el Torneo de esa bonita ciudad de Esplugues. Perdimos por 65 a 53, pero para nosotras fue una victoria poder jugar con equipos como el Cajasol, el FC Barcelona, el Fuenlabrada e, incluso, el CB Nou Esplugues, un equipo de la comunidad autónoma en donde más y mejor se juega al baloncesto de nuestra pell de brau, o Sepharad que diría nuestro añorado Salvador Espriu.

Por la noche cenamos con nuestros hijos en las cercanías del albergue Pere Tarrés. Dos televisores retransmitían el partido de fútbol entre el Barcelona y el Sevilla, y en esos momentos de camaradería se vieron las adscripciones culés y merengues de muchos de los presentes. Comimos de postre melocotones en conserva de Calanda, deliciosos por cierto y en nada que envidiar con los de Cieza.

Ya de regreso al hotel, rememoré los días pasados en Barcelona: el acuario, la estatua de Colón, la Plaza Real, la Sagrada Familia, la Catedral de Barcelona, el hallazgo de una edición de 1970 de La Biblia en España de George Borrow, su adquisición, El bosc de les Fades, el Camp Nou, la tienda del FC Barcelona y sus escaleras criminales, aquel restaurante de la Plaza de la Dona de Esplugues, el delicioso bacalao con tomate o la tortilla de berenjenas y calabacín, la Boquería, la Plaza de San Jaume, la multitud que nos vino de frente como un torrente de ilusión y de amor en la noche de la cabalgata de los Reyes Magos, las calles mojadas, el olor a mojado, la lluvia, el olor y sabor a grandeza e historia de la ciudad condal. Fueron infinitas las cosas que no pudimos ver y disfrutar pero al menos quedó la voluntad de regresar a una ciudad mediterránea hermosa, comerciante, abierta a la espesura de un mar grandioso, cuna de civilizaciones y de tolerancia.

Recordaremos aquella escena en el Acuario de Barcelona. Las niñas que vinieron a acompañar a sus hermanos al torneo, disfrutaban de los peces, corrían de un depósito a otro, se maravillaban con el colorido de los peces tropicales, se quedaban boquiabiertas con las bocas y la envergadura de los tiburones o las formas del pez guitarra o de la raya. Una de nuestras niñas exclamó de pronto: “¡estamos en Murcianos por España”!. La gente de alrededor se nos quedó mirando, alguna persona volvió incluso la cabeza buscando las posibles cámaras de televisión, y nosotros y nosotras no pudimos sino reírnos durante bastante tiempo.

Lo único que nos falto fue la nieve, que quedó atrás. Hubiera sido maravilloso ver nevar sobre los raíles y la hierba del tranvía, sobre el paseo marítimo y Las Ramblas, sobre las cabezas de nuestros hijos y sobre un torneo inmenso organizado impecablemente por el CB Nou Esplugues.

martes, 5 de enero de 2010

Llueve sobre Barcelona


Amanece en Barcelona. La lluvia sigue barriendo esta hermosa ciudad mediterránea. Aquí vivieron, y viven, personas a las que alguna vez quisimos parecernos: los hermanos Goytisolo (José Agustín, Juan y Luís), Eduardo Mendoza, Vázquez Montalbán, Mercè Rododera, Gil de Biedma, ese monumento a la ética cívica llamado Salvador Espriu... llueve sobre los edificios noucentistas mientras retenemos las formas y corazones de las calles de Barcelona recorridas la noche anterior. Las gaviotas se esconden en la oscuridad, las nubes cruzan el cielo iluminadas por el alumbrado de la ciudad, en el puerto la madera, la piedra, el agua y el salitre se adueñan de los pasos de la gente que acude a su trabajo. Anoche caminamos por el Paseo de Gracia, por la Boquería, salimos de las profundidades de la tierra y amamos por un día, ya para siempre, la Sagrada Familia. A esa hora, nuestros hijos cenaban en el albergue juvenil allá por la calle Numancia. Hoy se enfrentan al Fuenlabrada. Bajarán en el tranvia, observarán silenciosos las calles mojadas, la lluvía cayendo con parsimonia sobre la hierba, sobre los raíles, sobre sus propios pensamientos, sobre sus vidas que acaban de comenzar...Tal vez Carmen Puigcerver les explique, mientras desayunan, que las altas torres del equipo madrileño son de papel celofán, como lo eran en aquel ya lejano junio del 2009.
Llueve sobre la Pedrera, sobre las calles, azoteas, zanjas y miradas de las y los barceloneses. Y nosotras sonreímos a las nubes y intuímos por encima de la niebla un sol majestuoso, amarillo y blanco, un sol de cultura, de historia, de belleza sin par...
Llueve sobre Cataluña, pero aún recordamos la tortilla de berenjenas y calabacín que comimos el lunes a mediodía en un restaurante de Esplugues, en el cinturón industrial de Barcelona.
Deseamos suerte a nuestros jabatos, hoy 5 de enero, a las 19,45 horas de una maravillosa y lluviosa mañana mediterránea.
Suerte Carlos, Sergio, Vicente, Álvaro, David (2), Alejandro, Alberto, Juan Antonio, Aarón, Darío, Javier. El mar está cerca, la victoria en el horizonte brumoso que se toca con la yema de los dedos.

lunes, 4 de enero de 2010

Un tranvia llamado baloncesto


Estamos en Cataluña, en Esplugues, en el cinturón industrial de Barcelona. La tierra que pisamos, la hierba que crece en las vías del tranvia, el mundo subterráneo del metro, el fondo de un puerto burgués que mira al Mediterráneo con sus brazos de conquista y olvido, la gente que habla y calla en catalán, en castellano, en inglés, en alemán, en árabe..., estamos en un mundo heterogéneo construido con materiales de todo tipo, con sueños y pesadillas también: Barcelona se abre a la noche mientras paseamos por sus calles desiertas, cuando nos arrodillamos y acariciamos la humedad de la hierba iluminada por el tranvia que se acerca y nos invita a conocer, a oler, a amar la llovizna que cae y moja los árboles, los jardines, las calles y los corazones de millones de personas que laten acompasadamente, o a rachas de orgullo o decepción. Barcelona subyuga, Barcelona crece con cada calle que se recorre, con cada recodo, con cada vaguada o con cada red de huertos municipales en los que se cultivan tomates, alcachofas, habas, ajos... La vida sigue, la lluvia cae mansamante sobre el puerto. La vemos caer en la noche, en la entrada del Acuario, mojando un puente de madera, los yates, las luces que se reflejan en la erizada frialdad del mar.
Es lunes, el CB Murcia 95 ha jugado los tres partidos de la fase previa, ganando al Cb Nou Esplugues (88-29) y perdiendo con el Cajasol (53-81) y con el FC Barcelona (31-89).
Seguimos disfrutando del baloncesto, seguimos disfrutando de Barcelona

sábado, 2 de enero de 2010

XI Torneig de bàsquet cadet "Ciudat d´Esplugues"



Publicamos el enlace de la web que va a informar sobre el Torneo cadete Ciudad de Esplugues de Llobregat: equipos, calendarios, resultados...