El pasado domingo, mientras algunos hablábamos del cierzo, del Moncayo y de las leyendas de Bécquer, y los padres de un jugador del CB Murcia compartía con nosotros, y con los aguerridos seguidores del Basket Cartagena, licor de café y un bizcocho de textura y sabor sublimes, alguien mencionó una leyenda de Cervantes reproducido en un mosaico del arranque de
“Con esto poco a poco llegué al puerto
A quien los de Cartago dieron nombre,
Cerrado a todos vientos y encubierto
Y a cuyo claro y singular renombre
Se postran cuantos puertos el mar baña,
Descubre el sol y ha navegado el hombre”.
Y es que la mañana del domingo, fría, con unos rayos de sol que asomaban entre los edificios, se filtraban entre los árboles desnudos y apenas calentaban las aceras y a nuestros cuerpos ateridos, parecía pensada para levantarse tarde y comer chocolate con churro al calor de las calefacciones y las bufandas. Sin embargo, en la cancha se escenificó un duelo de poder a poder entre el Basket Cartagena y el CB Murcia, ambos del 95, y las huestes de
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