martes, 29 de noviembre de 2011

Las sombras de los árboles me recuerdan que ya es tarde, que las tinieblas habitan en la luz con esos dedos gélidos de aspereza glacial. Recorre la noche las olas del pasado con una sortija en cada luciérnaga, caen las nubes y la escarcha empaña los cristales de la luna. ¿Quién desea pervivir a los sueños traicionados por el tiempo y la distancia?, ¿quién...?. Y ahora que veo tus ojos en la espesura de la sal, blanca mano que recorre con el viento las ondulaciones de los astros que alguna vez fueron lucernas en el infierno, y te siento cerca como el helecho sobre el que deslizo mi cuerpo de corteza de abedul, pienso que la realidad es hermosa, a pesar de los pesares y de los cantares de los que predican con el ejemplo su bastarda condición.
Dulzura etérea que amas la naturaleza y sus ríos de amplias anegadas, que llamas a la lluvia desde la desnudez de los chopos en otoño, que persigues la quimérica perfección en los arcos góticos y en los palacios derruidos por la pólvora y la máquina de vapor.
Etérea dulzura que deletreas la palabras amor y la grabas con la sangre de las mariposas en las perlas de rocío cada alborada. Cruzan caballos de nieve a cada palpito, vuelan los hombres como birlochas a merced de las briosas tormentas de arena del desierto añorado.
¿Quién...?
Idolatra las palabras que pongo en tu boca, húmedos labios que recorren con su memoria los besos perdidos en las profundidades abisales, allí donde la oscuridad es eterna y la desdicha ley de vida. Ama con pasión lo que siempre fue tuyo porque nadie, ni los sacerdotes de Wall Street ni los poetas que cantan a la pasión de un amor físico desbordado, podrá arrebatártelo con plegarias en iglesias, sinagogas o mezquitas.
Pero sobre todo sé tu misma, canto de alondra en los azules de la primavera, y busca el misterio de la existencia en el vuelo libre de la mañana, sin ataduras, sin escopetas, sin miradas de desaprobación, sin el agua que se escapa a cada instante de tu mano y que vuelve a ti como un mar turquesa vestido con los gozos de la alegría cósmica.
Volvemos al mar como los ríos, como las lluvias y las olas, como el viento que agita tu cabello rojizo y lo enamora con los rizos del crepúsculo. Allí estás tu, en medio de las certezas de mi inexistencia, humo que asciende y se esfuma en la mirada perfecta del halcón y de la encina.
Te amo pero ya eres olvido en mis últimos días de cordura.

domingo, 27 de noviembre de 2011

C´est la vie...

Ayer por la tarde se volvieron a reunir los jugadores del CB Murcia de las hornadas del 94 y 95. La mayoría de los primeros juegan en Jesuitinas Berrospe, los segundo, con dos aportaciones del 94- Antonio Pujante y Carlos Toledo que, en sentido estricto no se puede considerar un jugador de aquel grupo de jóvenes con ganas de comerse el mundo, como todos lo hemos sido alguna vez- en el CB Murcia 95. Fue un partido igualado hasta el último cuarto (45-50), celebrado en un pabellón eternamente frío y húmedo, entre naranjos, cipreses y edificios de distinto uso. Un reencuentro que selló con los abrazos finales tras la conclusión del partido. Los tiempos cambian- o no cambian y son los mismos pero con distinto collar-, los niños se hacen adolescentes y, seguramente antes de lo deseable, adultos con los compromisos, deberes y exigencias de esa época de lucha por la supervivencia social. El desencanto termina por llegar a todos los rincones de la vida y solo una ínfima minoría se topa con la consecución de sus sueños, al final del sacrificio y la entrega total al ideal perseguido. El resto navega por las procelosas aguas de la subsistencia y de la economía, en la que los recursos son por definición escasos y están desigualmente repartidos.
Los que triunfan escriben sobre las estrategias para triunfar en la vida y ser felices. Parece que solo existen ellos y los que no persiguen los objetivos que ellos anhelan son fracasados o despojos sociales. Pero la clase obrera, ya lo escribí en otra entrada, también existe y aporta su parte más o menos importante a la consecución del éxito del equipo deportivo, llámese CB Murcia o Red Deportiva Yecla. En tiempos en los que se desprecia la producción social y se glorifica el pelotazo, la especulación y el egoísmo, la reivindicación del trabajo en equipo es necesaria, por unos y por otros. La clase obrera que no brilla en un partido, que realiza un trabajo gris y nulamente valorado, que guarda silencio cuando los resultados acompañan y animan cuando la derrota es inminente.
El Consejero de Cultura y Turismo de la Región, Pedro Alberto Cruz, ha publicado nuevo poemario: “No comparto las razones de la luz”. Nos quedamos con la siguiente estrofa: “Estar triste es la única parte de mí que nadie codicia”, y con sus declaraciones sobre el fracaso de las subvenciones públicas al deporte y la necesidad de una ley de mecenazgo “que incentive la inversión de capital privado en el deporte”. A buena hora se acuerda de la necesidad del dinero privado en el deporte: cuando las arcas tanto del Tesoro Regional como de las empresas están vacías y con pocas posibilidades de comenzar a llenarse.
C`est la vie

viernes, 25 de noviembre de 2011

La flexireligiosidad

Nunca sabremos si la flexireligiosidad surgió en el Concilio Vaticano II porque los cardenales miraron en derredor y concluyeron que había que abrir el abanico de los actos de salvación eterna o fue el mismo Dios en que la inspiró. Contra esta segunda idea se opone el argumento de que siendo el mismo Dios de las tres religiones monoteístas por excelencia, tal apertura no se produjo ni en el judaísmo ni en el islamismo. Lo cierto es que la flexireligiosidad otorgó al católico la posibilidad de ascender al cielo sin necesidad de acatar las estrictas reglas impuestas por los sucesivos concilios de la Iglesia Romana. Por ejemplo, se podía omitir la asistencia de misa dominical si el creyente buscaba en las cumbres de las montañas el suspiro divino de la contemplación de la belleza inigualable del sol crepuscular de azulados contornos; o explicando a su hijo algunos problemas de álgebra de difícil resolución. Esa era la flexireligiosidad: siempre que actuaras haciendo el bien, Dios estaba contigo.
No obstante, siempre existió una especie de gente que predicaba algo así como “vive a tu manera y no dejes que los demás lo hagan a la suya” y que nunca aceptó que Dios pudiera ser tan liberal con las costumbres de sus vecinos. Además, comenzaron a surgir movimientos católicos de base que confundieron la apuesta preferencial por los pobres con el dar a los pobres lo que era de los ricos, es decir, el dinero y el acceso a la propiedad de la tierra de los latifundistas- no confundamos, no hablamos de la linda Europa-. Aquella Iglesia inició, incluso, un debate con corrientes materialistas de izquierda y llegó a ceder celdas en los monasterios para que ateos y marxistas meditaran sobre las relaciones entre religión y liberación. Pensemos por ejemplo en Passolini.
La secularización que se produjo en España fue vertiginosa y pronto, cuando la dictadura daba los últimos coletazos, surgieron de las tinieblas del silencio impuesto opiniones, modas y gustos de todo tipo, cual más atrevido e irrespetuoso. La flexireligiosidad seguía teniendo buena salud, la gente vivía la vida, se divertía y evitaba hacer el mal al prójimo. Existían muchos caminos de salvación y tener 20 hijos podía ser uno de ellos entre miles. En este periodo se legalizó el divorcio y el aborto limitado, el matrimonio civil creció como la espuma. Mas tarde llegaría el matrimonio entre personas del mismo sexo. Para entonces la flexireligiosidad estaba en declive. Los colegios de ideario religioso surgían como los hongos en terrenos urbanos de titularidad municipal, los papas de Roma clamaban contra el relativismo cultural y afirmaban, mientras organizaban manifestaciones de creyentes indignados, que ellos no se inmiscuían en los asuntos terrenales. La ortoreligiosidad se afianzaba en la doctrina católica, en el judaísmo y en el islamismo. Solo había un camino que llevara a la salvación y este pasaba por la sumisión de los fieles, incluidos sus representantes políticos a los designios de la cúpula religiosa.
En 2011 la fruta estaba madura y el que le pegara un mordisco sería fulminado por los rayos celestes y por las televisiones religiosas.
Esperando estamos....

jueves, 24 de noviembre de 2011

Me cuentan.... (25 de noviembre)


Me cuentan que Rosalía de Castro tuvo una vida dura. Perdió varios hijos, enfermó y, lo más duro, su esposo nunca aceptó que fuera más brillante que él.
Me cuentan que Fernán Caballero se llamaba en realidad Cecilia Böhl de Faber y que escribió con seudónimo masculino porque el Siglo XIX y la España de la época eran así (…)
Me cuentan que el marido de Emilia Pardo Bazán le exigió en 1882 que dejara de escribir y se retractara en  público de sus escritos.
Me cuentan que las mujeres inglesas consiguieron después de la I Guerra Mundial el derecho al voto en virtud del esfuerzo personal y colectivo que realizaron para mantener la producción en pie mientras los hombres morían en las trincheras.
Me cuentan que la libertad en España fue segada por una guadaña machista y clerical en 1939. La República, que tanto había trabajado por la igualdad comenzando por algo tan básico como la alfabetización de la población, retornó a los oscuros tiempos del Medievo, a la persecución de todo lo que oliera a independencia de criterio y al enclaustramiento de las mujeres.
Me cuentan que en los años setenta el feminismo luchó a brazo partido por la igualdad legal entre hombres y mujeres en un país que despertaba de cuarenta años de estéril parálisis.
Me cuentan que durante todos los siglos de todos los milenios las mujeres hemos estado oprimidas, faltas de libertad, asidas al carro de las necesidades ajenas y de la realización personal y colectiva de los demás.
Me cuentan que en 2011 las mujeres seguimos siendo agredidas física y psicológicamente, victimizadas por la sociedad patriarcal y vilmente asesinadas por la cultura dominante todavía muy poderosa.
Me cuentan que el pasado quedó atrás pero el futuro nunca parece llegar.
Me cuentan que si queremos acabar con tal situación debemos unirnos y exigir lo nuestro frente a las personas y grupos sociales que nos niegan la igualdad material en aras de supuestas tradiciones, religiones y excusas sobre la naturaleza del hombre y la mujer.
Me cuentan que la batalla contra la violencia de género es larga pero finalmente nuestra unión será el escudo que nos proteja y acabe para siempre con este goteo de muerte y dolor que parece que no tiene fin.
Pero si lo tiene, ¡creedme!. Solo es necesaria la reflexión colectiva como mujeres y la voluntad de acabar con un patriarcado social esterilizante.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

La escalera

Esperamos. Se hace larga la espera pero no nos queda sino esperar. ¿A qué?, ¿a quién?, ¿a Godot?, ¿al mensajero que trae el sobre con el finiquito?, ¿al poeta que susurra a la lluvia una plegaria de desamor en un bosque de helechos?, ¿al novelista que narra el ocaso de las sociedades con certezas temporales?, ¿al que ruega a Dios y con el mazo atiza?, ¿al espíritu de Cela en las encrucijadas azules de La Alcarria?, ¿a los amigos que hablan del mar y de sus luces cambiantes....?.

“O galego na escaleira, non sabe se sube ou baixa”.

No hablamos de Jesús, por supuesto. Sabemos cuando sube la escalera, también cuando la baja. Tampoco hablamos de tópicos que solo dañan la convivencia y el diálogo. Tal vez nos refiramos a una estatua de sal oteando los perfiles de la Ría de Vigo, o a la lluvia que nubla la mirada de Valle Inclán en cualquier plaza de la ciudad de Pontevedra, o a la presencia del placer en la espesura de los carballos.

Delicioso placer que nos robaron mientras comíamos lentejas en Rianxo. ¡Gente extraña que viene a comer lentejas en las entrañas del marisco!, ¡pero si abres una ola y comes rodaballo ya cocinado!. No hablamos de la historia de una escalera, menos aún de Buero Vallejo y sus dibujos de la cárcel, hablamos del que sube o del que baja la escalera. En los pisos inferiores está el infierno, en los superiores el averno: más arriba no hay atmósfera y no se puede sufrir, tampoco mentir.

Deberíamos meditar sobre nuestro futuro o sobre la ilusión de nuestro futuro, porque si alguna vez lo tuvimos ahora solo es sueño y Segismundo se pasea por los campos de agua bendiciendo las coles de Bruselas. Más acá, los tomates escriben historias de locura y de pasión. Ellos que han compartido tantas emociones en los invernaderos, que han rozado con su piel las arrugas del sufrimiento, pero también del amor.

Pronto sabremos si se sube o si se baja la escalera, pero al final donde mejor se está es en la escalera. No se toman decisiones, las toman por nosotros. Vivimos en la edad dorada de los políticos. Viven aferrados a los escalones mientras en derredor arde el mundo- el infierno-. Ya vendrá la gente de Berlín y dirá lo que hay que hacer, mientras tanto no se sabe si suben o bajan la escalera; en pocos años cobrarán una agradable pensión, se comprarán el equipamiento deportivo y caminarán por las verdes ondulaciones de los campos de golf. Políticos jubilados, entrañable gente.

Terminamos con Cortázar, don Julio:

Instrucciones para subir una escalera

 “Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se situó un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso.
Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie).
 Llegando en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso”.

De “Historias de Cronopios y de Famas

domingo, 20 de noviembre de 2011

Como esperando abril

Día gris y melancólico de noviembre. Parece que hoy se va a reproducir el fenómeno de la multiplicación de los panes y los peces, tal como relata La Biblia. Hemos aguardado más de dos mil años para contemplar de nuevo la intervención divina en los asuntos de los hombres. Y debemos estar agradecidos aunque la definición del Dios del Libro- de las tres grandes religiones monoteístas- ya no responda a los cánones de los primeros cristianos; tampoco las iglesias, mezquitas o sinagogas que protegen su buen nombre con actos desvariados. El eterno retorno nos trae el pantocrátor del Antiguo Testamento, el dios justiciero y vengativo que arroja al sufrimiento eterno a los pecadores y endulza la vida de los elegidos- por definición escasos-. Atrás, en los selvas destruidas de la Amazonia, en las barrancas del Perú o en la Puna andina, quedó la Teología de los Pobres y su herejías igualitaristas.
Día gris y melancólico de otoño. El baloncesto base vive en la crisis general. Menos equipos masculinos, menos equipos femeninos. Las familias deciden los recortes, los gobiernos también. No sabemos cuantificar las pérdidas que tales decisiones ocasionan al futuro, seguro que muchas. Niñas y niños que abandonan la práctica deportiva: no es una buena noticia, ni aquí ni en Sebastopol. Mientras, los sueños son robados en las noches de luna llena; entran en los corazones de la poesía que vive en nosotros y destrozan las estrofas con primas de interés, mercados internacionales y globalización. ¡Qué difícil resulta escribir en estos tiempos aciagos!.
Mañana amanecerá con el brillo de la plata afilada en la mantequilla de nuestra economía. Tal vez sea nuestro sino, el de un país que vivió el espejismo de la riqueza inagotable y se estampó con una realidad prosaica y decididamente inmoral. Pocas cosas quedan que rescatar de la desmemoria colectiva, tal vez el agua fluyendo por los márgenes del río y anegando los huertos y calles de nuestros paisajes cotidianos.
Día gris y melancólico de noviembre.
Como esperando abril.



sábado, 19 de noviembre de 2011

Reencuentro

Ayer llovió con fuerza en el Campo de Cartagena. El viento sopló desde el mar, desde ese horizonte acariciado todos los días por los dedos rosados de Eos y por la luz rutilante del sol de nuestros antepasados. En un tiempo como éste, en el que las pulsiones neoesclavistas de los patricios terrenales desempolvan las cadenas arrinconadas en los coliseos y hacienda romanas, el viento nos recuerda que la libertad es una idea que se demoró en demasía y que todavía la tenemos envuelta en los pañales de nuestra memoria- individual y colectiva-.
Hoy llegan las gentes que contemplan la amanecida en el mar, minutos antes de que nosotras veamos brotar la luz celeste de los altos de la sierra. Llegan de una ciudad varias veces milenaria que se embellece con las voces de su historia y crece culturalmente a pesar de estos años aciagos de certezas robadas por la globalización.
¡Bienvenidos, CB Cartagena y sus gentes, buenas gentes que nos recuerdan que el mundo es plural y que las ideas reflejadas en las húmedas paredes de la caverna pueden ser deseables pero también trágicas!.
¡Saludos!

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Wagner

Por Ángela Merkel sabemos que los pepinos españoles deben haber leído al menos a Goethe para ser dignos de ser ingeridos por los alemanes. Desconocemos los gustos literarios de la primera ministra germana, si prefiere el Fausto o Los Sufrimientos del Joven Werther o si el espíritu hegeliano la guía en su Consejo de Ministros. No es Merkel el tipo mediterráneo de supermujer que en los años noventa se incorporó al mercado y suplió con su esfuerzo la inexistencia de servicios que debiera prestar el estado, escuelas infantiles suficientes para empezar. La mujer que miró en derredor y se encontró que los hombres, según ellos y la cultura dominante, no eran capaces de hacer más de una cosa a la vez, por ejemplo, cocinar y duchar a los niños al mismo tiempo. Tampoco parece que le importe mucho si observamos como aprieta la cuerda alrededor del cuello de países como Grecia, ahogada por la usura y la ineptitud corrupta de sus políticos.
Sin embargo, si sabemos los gustos musicales de los bancos alemanes. Es posible que la pasión por la música clásica de nuestros banqueros sea universal y sus homólogos alemanes disfruten patrocinando festivales por todos los rincones de Alemania. Allí hay mucho donde elegir: Bach, Telemann, Beethoven, Shobert, Mozart, Wagner, Mendelssohn, Orff, Strauss, Reimann...(me perdone Alemania y las musas de la música por no mencionarlos a todos. No obstante, y sin razones de peso para errar, no creo alejarme de la realidad si afirmo que la música más escuchada por los banqueros alemanes es La Cabalgata Las Walkirias de Wagner, en su versión cinematográfica a cargo de Coppola.
¡El horror!.
Al finalizar el movimiento solo queda miseria y destrucción.  

martes, 15 de noviembre de 2011

Roosevelt

Lo que pudo ser la rebelión de los simios derivó, en los primeros años del Siglo XXI, en la de los tiburones, escualos de sangre fría y ausencia de sentimientos que podían de un solo mordisco devorar los sueños de las gentes sencillas del mundo. Junto a ellos retornaron la raza de los tecnócratas (lo que entra en la caja debe ser igual a lo que me meto en el bolsillo más lo que sale de ella) y ambas subespecies de la filosofía del despojo de la Escuela Austriaca de Economía conjugaron sus respectivas rebeliones para acelerar la transfusión de riqueza de las clases medias a las aristocráticas, denominadas en esos años de furor clases, emprendedoras.
En los años veinte del Siglo XXI, la alianza de tecnócratas y tiburones había alcanzado todos sus objetivos, se volvió a bailar charleston en Europa y se prohibió el consumo de libertad. No fue necesaria otra guerra mundial y de un nuevo Roosevelt ni se supo. El mundo fue cortijo de los que decían tener ideología y no la tenían y de los que decían no tenerla y la tenían.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Elecciones a la vista

Resultó que la poesía no era un arma cargada de futuro, que en las noches de plenilunio los licántropos se disfrazaban de payasos y sus inocentes atuendos hacían sonreír a nuestros banqueros nacionales, que los vampiros habían perdido los colmillos comiendo percebes en las verdes praderas de Galicia, que los sardineros se habían vuelto abstemios y repartían flores de papel entre las mujeres y zumo de tomate entre la chiquillería, que los huertanos del Bando repartían calabazas de Totana y poemas de Rubén Darío- ¿o tal vez fueran calabazas de Rubén Darío y poemas de Totana?- a la desbordada concurrencia, que los Cartagineses y Romanos se bañaban en las termas romanas reconstruidas fielmente por un magnate de Wall Street, que Tony Blair fue una pesadilla de una noche de invierno, que los palestinos y los israelíes se bañaban desnudos en el río Jordán y se reían de las circuncisiones de los ángeles del Monte Sinaí, que el Ebro era un afluente del Segura y los mejillones cebra se colgaban de las ramas de los limoneros, que cada cuatro años había elecciones y cada cuatro años bostezábamos de aburrimiento, que nada ocurría en el Reino Milenario porque la servidumbre se había tornado melancolía, que dos y dos eran cuatro y cuatro por dos ocho, que los ciudadanos habíamos hipotecado los bancos y habíamos plantado adormideras en sus sucursales, que Jesús no es de A Estrada y yo no soy de Murcia, que Galicia se escribe Galiza si queremos ser fieles a nosotros mismos, que Ginés vivía en los misteriosos barrios del otro lado del río y no se lo había comido el lobo, que Sabina no había compuesto Pongamos que hablo de Madrid y no se había bebido la noche con su guitarra, que nunca llega el invierno, que las hojas nunca terminan de caer en las tierras que habitamos, que La Manga se está desconstruyendo ladrillo a ladrillo, cementera a cementera, que las tortugas moras viven en los campos de golf y los ingleses debajo del esparto, que por el Mar Menor navegaron los vikingos con sus Drakkar funerarios, que no sé como acabar esta entrada....
¡Qué importa!. Este fin de semana: CB Murcia 95 versus CB Cartagena.95
Pd: aparte, dicen que hay elecciones

viernes, 11 de noviembre de 2011

En el libro de la desesperanza

Cuando no se sabe que contar, es preferible que la realidad escriba por ti en el libro de la desesperanza, en el que se lee lo que se anheló y nunca se consiguió. El otro día dejé de creer en los aspectos materiales del baloncesto y me centré, acariciando un artilugio intelectual evanescente, en el espíritu de este deporte pero no lo encontré, al menos eso pensé en un primer momento. Luego medité en las manifestaciones del espíritu que estuvieran exentas de locura en cualesquiera de sus facetas. Debí ser lo suficientemente torpe para no desvelar alguna. Pensé en la pintura y en la oreja ensangrentada, en la poesía y en la flor de la horca, en la novela y en los huevos del cuco siempre extrañados. Miserias de la vida, miseria del Hombre y su insignificancia. La locura tuvo sus branquias expuestas al sol en las terribles décadas de la tiranías y de las guerras del siglo XX. La muerte sembró los campos con la sangre de inocentes mientras los dictadores sonreían a las cámaras de cine y se vanagloriaban de diseñar al Hombre nuevo. Todavía nos llegan sus imágenes en blanco y negro arengando a las masas enfervorecidas, inclinados sobre mapas de operaciones en los que se dibujaban las líneas calientes de la desesperación.
Todos los conocimos en algún momento de nuestras vidas, como conocemos las pequeñas cosas que nos hacen felices y a las que no queremos renunciar. Por ejemplo, la luna llena sobre los cristales inestables de las palmeras, o el canto del ruiseñor en una mañana tibia de mayo. La poesía nos hace felices. No nos referimos a las estrofas que enamoran las palabras cortadas a tajo que forman ondulaciones de música en los márgenes del paisaje, tampoco a una noche blanca en el Mar Báltico o los silencios de la arena cuando susurra a las olas. Nos referimos a esos momentos efímeros que han provocado una sonrisa contenida o que ha hecho sentirnos seguros en esta tierra y en este instante- sí querido Silvio, “en esta tierra y en este instante”-. Todo eso murió y aunque permanecen las personas, también sus gestos y complicidades, la llamada de la soledad es mas poderosa que el café antes del encuentro o que las conversaciones sobre el baloncesto en general.
Vivimos en un mundo sin espíritu y esta ausencia pasa desapercibida hasta que la materia comienza a cuartearse y el fin de la existencia se acomoda en nuestros planes de futuro. Buscamos, entonces, en nuestra memoria la imagen perfecta de nuestros actos, de nuestras actitudes y comportamientos hacia los nuestros y hacia los demás, pero no hay reflejo celestial ni sombras moviéndose alocadamente en las espumas del mar. No hay aves dialogando con san Francisco, ni gorriones locuelos en los aleros de los monasterios, ni gentes ecuánimes que mantengan, mirándote a los ojos, que la solidaridad es el valor más deseable para cualquier sociedad, también para cualquier grupo de amigos que se echen unas canastas.
Bienvenido, Jesús, a este mundo de espejos cóncavos y convexos, de nubes de algodón y lluvia de sangre. ¡Ojalá que un viento plebeyo nos eleve como a birlochas a los campos roturados de nuestra ingenua imaginación!