
Todos los conocimos en algún momento de nuestras vidas, como conocemos las pequeñas cosas que nos hacen felices y a las que no queremos renunciar. Por ejemplo, la luna llena sobre los cristales inestables de las palmeras, o el canto del ruiseñor en una mañana tibia de mayo. La poesía nos hace felices. No nos referimos a las estrofas que enamoran las palabras cortadas a tajo que forman ondulaciones de música en los márgenes del paisaje, tampoco a una noche blanca en el Mar Báltico o los silencios de la arena cuando susurra a las olas. Nos referimos a esos momentos efímeros que han provocado una sonrisa contenida o que ha hecho sentirnos seguros en esta tierra y en este instante- sí querido Silvio, “en esta tierra y en este instante”-. Todo eso murió y aunque permanecen las personas, también sus gestos y complicidades, la llamada de la soledad es mas poderosa que el café antes del encuentro o que las conversaciones sobre el baloncesto en general.
Vivimos en un mundo sin espíritu y esta ausencia pasa desapercibida hasta que la materia comienza a cuartearse y el fin de la existencia se acomoda en nuestros planes de futuro. Buscamos, entonces, en nuestra memoria la imagen perfecta de nuestros actos, de nuestras actitudes y comportamientos hacia los nuestros y hacia los demás, pero no hay reflejo celestial ni sombras moviéndose alocadamente en las espumas del mar. No hay aves dialogando con san Francisco, ni gorriones locuelos en los aleros de los monasterios, ni gentes ecuánimes que mantengan, mirándote a los ojos, que la solidaridad es el valor más deseable para cualquier sociedad, también para cualquier grupo de amigos que se echen unas canastas.
Bienvenido, Jesús, a este mundo de espejos cóncavos y convexos, de nubes de algodón y lluvia de sangre. ¡Ojalá que un viento plebeyo nos eleve como a birlochas a los campos roturados de nuestra ingenua imaginación!
1 comentario:
Qué gran entrada, solo superada por la siguiente que, tal vez mañana, seguro que esculpirás.
Silvio Rodríguez ha sido durante toda mi juventud mi cantautor de referencia. Rabo de nube, inspiradora donde las haya, Ojalá, Unicornio, o cantando con Pablo Milanés "El breve espacio en que no estás", y en este punto me viene inevitablemente a la memoria "Yo pisaré las calles nuevamente"... No dejemos de pisarlas nunca, aunque algún estúpido se empeñe en asegurar que "son suyas".
Parece que vuelve el hombre malo, el cachorro del dueño de la calle, mi querida Lucía, el de blanco y negro que se inclina sobre planos... vienen tiempos de aquello que te conté mientras no me escuchabas. Así es la vida.
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