
Y en el cielo, la luna es una espectadora privilegiada del devenir absurdo. Con sus lentes de aumento nos contempla y nos retrata como hormigas insignificantes, entre inmensos océanos y profundas quebradas abiertas con un cuchillo de estrellas. Lucía Sánchez
domingo, 31 de enero de 2010
Una bola de fuego ha envuelto la realidad

sábado, 30 de enero de 2010
De regreso a Águilas

En las selvas de la vida, hay sendas que conducen a ninguna parte. Unas veces, se ven truncadas por el filo de profundas quebradas; otras desaparecen en la espesura del manglar, junto a un cadáver, una brújula y, acaso, un mapa de El Dorado; otras no tienen fin definido porque en la espesura se abre un claro circular, un enorme túmulo funerario donde yacen mezclados los huesos de millones de personas. Recordemos a Salvador Espriu: “ a veces es necesario y forzoso que un hombre muera por un hombre / pero nunca un pueblo entero debe morir por un hombre...”.
Dejamos a la derecha las alturas blancas de Sierra Espuña. La nieve refulgía en una lejanía inconcreta, allá arriba, entre manchas doradas de sol y roquedales colosales. Nos dirigíamos, de nuevo, a Águilas, dispuestas a mezclarnos con el aire y el salitre, con la brisa y con la mar rizada. Un poco más abajo del Alto de Purias pudimos ver una cinta de plata recortada por suaves ondulaciones oscuras. Era el mar Mediterráneo, peinado al mediodía por un cielo tenuemente blanquecino. Nos encontrábamos en territorio de la tortuga mora, esa reliquia de tiempos geológicos remotos que se resistía a los designios de los hombres, de los caminos de alquitrán y de los fuegos atizados por manos humanas. Poco al poco el mar iba abriendo sus largos brazos y la plata matizaba su brillo y adquiría tonalidades azuladas. El plástico blanqueaba el paisaje; olivos, pinos de alguna repoblación olvidada, llamativos cañaverales en los lechos de los barrancos.

“Cuando el mar surgió al fin comprendió las razones profundas de aquel peregrinaje al pasado, al decorado mítico y fabuloso de su niñez: el pueblo aparecía milagrosamente blanco en la atmósfera luminosa e intacta y, a la izquierda, las montañas recortaban sus formas obtusas en un cielo sereno, moteado a trechos por una algodonosa baba de buey; el color del mar era de un azul intenso bajo la escarpa casi vertical de Cope y el islote del Fraile emergía su poderosa grupa, medio oculto tras el cercano penacho de las palmeras”.
Juan Goytisolo: “Señas de Identidad”.
Nuestros hijos jugaban en aquel hermoso pueblo marino, cálido, seco, de cielos brillantemente azules y claridades majestuosas de un sol nuestro, que casi se podía abrazar con los poemas de las civilizaciones que lo adoraron mientras surcaban las orillas del Mediterráneo. Se enfrentaban al Águilas B, en unas instalaciones deportivas levantadas en medio de un descampado de matorrales surcado por alguna rambla de lecho arenoso. Pero en este día cálido de invierno, decidimos quedarnos a comer después del partido. La tierra, el paisaje, los escarpes, las agrupaciones de palmeras y de rocas, esa preciosa bahía con una mar rizada y azul, el castillo, la arena húmeda de la última tempestad, la locomotora, la escultura de Ícaro, los pesqueros, las embarcaciones de recreo, alguna de ellas con nombres tan simbólicos como “El viejo y el mar”, homenaje, sin duda, a Ernest Hemingway, los recuerdos de Paco Rabal, de las minas y de los ingleses, la añoranza de Vázquez Moltalbán, la tranquilidad del paseo marítimo, nos invitaron a disfrutar la tarde comiendo en un bar arroz a banda, paseando entre palmeras y luces crepusculares, riendo, hablando sobre baloncesto y sobre la vida selvática que, a veces, nos depara el camino. Echamos de menos a algún jugador, a alguna madre y a algún padre, echamos de menos el vuelo de las águilas y la estampida de los búfalos, pero la tarde transcurrió tranquila, entre platos y cafés, observando las fotografías del restaurante, y el mar abrazado por la bahía y enmarcado entre visillos.
Allí estaba Carmen, la entrenadora, allí estaban nuestros hijos, alrededor de una mesa, compartiendo pensamientos y sentimientos, mientras saboreaban el arroz, la ensalada, las delicias de un fondo marino de luciérnagas soñadas y terribles secretos enterrados por el oleaje de los siglos. Y esto es lo importante del baloncesto, y esto es lo importante de la vida. Lo que nos hace mujeres y hombres responsables, honestos, solidarios. Y éste es nuestro futuro, porque ellos son los que han de modelar el mundo con lo aprendido y con lo deseado para que en el futuro ninguna senda esté truncada por los torcidos designios humanos.
Fue un día hermoso, como el mundo que nos rodeaba, como las sierras que atenazaban por doquier las orillas del mar y del cielo. Ganamos por mucho, demasiado, pero esto no es lo importante. Aquella tarde lo supimos al echar de menos a gente que no pudo venir y compartir con nosotros los olores, sabores y formas del Águilas mediterráneo, de la textura de las palabras modeladas por la brisa y el mar, por el cielo y la tierra.
Las fotografías son de Lucía Sánchez
jueves, 28 de enero de 2010
Noches en blanco

Entre los poemas que Dios ha escrito sobre las personas, en lenguas mayoritarias, minoritarias y en peligro de extinción, hay uno magnífico que habla de su preferencia por tal o cual pueblo, villorio, aldea y casa de labranza. Dios pertenece a todas las personas y éstas lo adoptan como propio, como protector del lar, de la polis, del feudo, del estado moderno y del mundo globalizado, aquel del que nos habla Bourdieu indicándonos que los pobres ya no son holgazanes, ahora son incultos. Algo se ha escrito también de la preferencia de Dios por los hombres, de su literatura dura y justiciera plasmada en el Antiguo Testamento, o de esa prosa más dulce, equilibrada, rebosante de ternura y amor del Nuevo Testamento. La vida es dura, nadie lo duda. La lucha por individualizarnos, por ser las mujeres en vez de la mujer apenas ha superado su fase genética, queda mucho camino por recorrer. Nunca las mujeres hemos tenido identidad propia, es decir, identidades individuales como ocurría en el caso de los hombres. ¿Cuánta gente sabe quién era Mary Wollstonecraft u Olimpia de Gouges?. La historia se escribe con la pluma de los vencedores, con la prosa heroica de los que sobresalen sobre los demás competidores, antaño mediante el exterminio y el encalado de los muros de fusilamiento, ahora mediante el mercado electoral o de las ideas confrontadas. El deporte, los deportes, es cosa moderna; es la civilización de la competición mediante reglas iguales para los contendientes; es, en los deportes colectivos, el desarrollo de vínculos de solidaridad, de permanencia al grupo, de entrega mutua. Es, como hemos leído en algún blog, una forma de vida.
Pero nos falta algo, nos falta que el deporte sea también una herramienta de igualdad de género. Hay que dar importancia al deporte como relación e integración social, hay que relativizar las marcas y las capacidades físicas porque lo importante es formar parte del deporte, del baloncesto, del fútbol, del balonmano, de voleibol... y tal sentimiento de pertenencia es incompatible, en general, con la sacralización de la victoria por encima de valores sociales que consideramos vitales para la supervivencia de la especie misma.
domingo, 24 de enero de 2010
CB Murcia 98 Fuenlabrada 71: ¿la resurrección?.

sábado, 23 de enero de 2010
Entre el frío, y su recuerdo, el baloncesto fluye...

jueves, 14 de enero de 2010
¡Volquémonos por Haití!

Escribe Eduardo Galeano en “Las venas abiertas de América Latina”:
“Al norte y al oeste, Haití se convirtió en un vertedero de esclavos: el azúcar exigía cada vez más brazos. En 1786, llegaron a la colonia veintisiete mil esclavos, y al año siguiente cuarenta mil. En el otoño de 1791 estalló la revolución. En un solo mes, septiembre, doscientas plantaciones de caña fueron presa de las llamas; los incendios y los combates se sucedieron sin tregua a medida que los esclavos insurrectos iban empujando a los ejércitos franceses hacia el océano. Los barcos zarpaban cargando cada vez más franceses y cada vez menos azúcar. La guerra derramó ríos de sangre y devastó las plantaciones. Fue larga. el país, en cenizas, quedó paralizado; a fines de siglo la producción había caído verticalmente. “En noviembre de 1803 casi todo la colonia, antiguamente floreciente, era un gran cementerio de cenizas y escombros”, dice Lepkowski”.
Siglo XXI, pp. 102-103.
Y ahora y siempre “una nueva cabronada de la naturaleza” en palabras de Maruja Torres. Haití es un país perdido en el Caribe, sometido hasta hace 200 años al atroz colonialismo francés; desde entonces a una dependencia exterior también atroz y a una clase dirigente corrupta hasta los tuétanos. Haití desforestado, degradado, desangrado por salvadores foráneos y propios. Haití maldecido por la naturaleza y por las acciones humanas
Volquémonos por Haití, que la naturaleza no sea la causa de la muerte y de la miseria de sus gentes, que puedan levantarse sobre el horizonte marino y vean una tierra limpia y dorada por los rayos del sol caribe, y no lo que la naturaleza y los actos humanos premediten como tragedia para un pueblo libre que debe hacerse con las riendas de su futuro.
Podríamos citar a Juan Bosh y su “De Cristóbal Colón a Fidel Castro. El Caribe, Frontera Imperial” o “
¡Volquémonos por Haití!.¡, como escribe Maruja Torres.
miércoles, 13 de enero de 2010
"Cerrado a todos vientos y encubierto..."

El pasado domingo, mientras algunos hablábamos del cierzo, del Moncayo y de las leyendas de Bécquer, y los padres de un jugador del CB Murcia compartía con nosotros, y con los aguerridos seguidores del Basket Cartagena, licor de café y un bizcocho de textura y sabor sublimes, alguien mencionó una leyenda de Cervantes reproducido en un mosaico del arranque de
“Con esto poco a poco llegué al puerto
A quien los de Cartago dieron nombre,
Cerrado a todos vientos y encubierto
Y a cuyo claro y singular renombre
Se postran cuantos puertos el mar baña,
Descubre el sol y ha navegado el hombre”.
Y es que la mañana del domingo, fría, con unos rayos de sol que asomaban entre los edificios, se filtraban entre los árboles desnudos y apenas calentaban las aceras y a nuestros cuerpos ateridos, parecía pensada para levantarse tarde y comer chocolate con churro al calor de las calefacciones y las bufandas. Sin embargo, en la cancha se escenificó un duelo de poder a poder entre el Basket Cartagena y el CB Murcia, ambos del 95, y las huestes de
sábado, 9 de enero de 2010
Costumbres

Hubo una costumbre que nos llamó la atención de Lucía Sánchez durante nuestra estancia en la lluviosa e inmensa ciudad de Barcelona. Mientras comíamos aliñaba las ensaladas añadiendo ante la sal que el aceite. Parece que es una costumbre catalana, y los presentes conocíamos, ella no lo ocultaba, una extraña simpatía por la cultura, la gastronomía y el paisaje catalán, sobre todo por esos tupidos bosques de encinas, castaños y abetos de La Selva de Girona. Luego supimos que Irene Andreo, madre de Lucía, vivió unos meses en Barcelona, recién llegada de México, y que allí, además de beber de las fuentes de agua, sol y callejeo de la ciudad condal, adquirió costumbres, tal vez disolutas, tal vez incomprensibles para nosotras, que transmitió a su hija y a sus nietos. Una de ellas era aliñar primero con sal las ensaladas, otra leer compulsivamente escritores catalanes, una última sentir por Barcelona una admiración evanescente que sólo se podría recuperar con visitas periódicas y pausadas por sus calles amplias, por sus callejuelas y plazas doradas por el sol mediterráneo. A Irene Andreo le gustaba volver, sentir, admirar, amar, caminar, cruzar plazas en diagonal, observar el vuelo de las gaviotas, llorar por una tierra perdida, brindar por su padre en cualquier bar, recordar los tranvías de las fotografías de los años treinta que su madre guardaba en un caja de puros, soñar, en definitiva, con la ciudad que recorrió con su bloc de notas George Orwell.
Aún hoy Lucía Sánchez utiliza el salero antes que la aceitera.
viernes, 8 de enero de 2010
De regreso a Murcia

De regreso a Murcia nos trajimos el frío viento que comenzaba a azotar tierras catalanas. Ya la madrugada de Reyes, volviendo en tranvía del albergue juvenil Pere Tarrés, sentimos en nuestros rostros el aliento polar. Fue una noche mágica. Por la mañana nuestros hijos habían puesto garra y pundonor en su encuentro con el Fuenlabrada, pero la tierra a veces es cuadrada y no nos podemos explicar la razón. De ir venciendo por doce puntos al finalizar el tercer cuarto pasamos a ser superados por el equipo madrileño que finalmente se llevó el quinto puesto en el Torneo de esa bonita ciudad de Esplugues. Perdimos por
Por la noche cenamos con nuestros hijos en las cercanías del albergue Pere Tarrés. Dos televisores retransmitían el partido de fútbol entre el Barcelona y el Sevilla, y en esos momentos de camaradería se vieron las adscripciones culés y merengues de muchos de los presentes. Comimos de postre melocotones en conserva de Calanda, deliciosos por cierto y en nada que envidiar con los de Cieza.
Ya de regreso al hotel, rememoré los días pasados en Barcelona: el acuario, la estatua de Colón,
Recordaremos aquella escena en el Acuario de Barcelona. Las niñas que vinieron a acompañar a sus hermanos al torneo, disfrutaban de los peces, corrían de un depósito a otro, se maravillaban con el colorido de los peces tropicales, se quedaban boquiabiertas con las bocas y la envergadura de los tiburones o las formas del pez guitarra o de la raya. Una de nuestras niñas exclamó de pronto: “¡estamos en Murcianos por España”!. La gente de alrededor se nos quedó mirando, alguna persona volvió incluso la cabeza buscando las posibles cámaras de televisión, y nosotros y nosotras no pudimos sino reírnos durante bastante tiempo.
Lo único que nos falto fue la nieve, que quedó atrás. Hubiera sido maravilloso ver nevar sobre los raíles y la hierba del tranvía, sobre el paseo marítimo y Las Ramblas, sobre las cabezas de nuestros hijos y sobre un torneo inmenso organizado impecablemente por el CB Nou Esplugues.
martes, 5 de enero de 2010
Llueve sobre Barcelona

Llueve sobre la Pedrera, sobre las calles, azoteas, zanjas y miradas de las y los barceloneses. Y nosotras sonreímos a las nubes y intuímos por encima de la niebla un sol majestuoso, amarillo y blanco, un sol de cultura, de historia, de belleza sin par...
Llueve sobre Cataluña, pero aún recordamos la tortilla de berenjenas y calabacín que comimos el lunes a mediodía en un restaurante de Esplugues, en el cinturón industrial de Barcelona.
Deseamos suerte a nuestros jabatos, hoy 5 de enero, a las 19,45 horas de una maravillosa y lluviosa mañana mediterránea.
Suerte Carlos, Sergio, Vicente, Álvaro, David (2), Alejandro, Alberto, Juan Antonio, Aarón, Darío, Javier. El mar está cerca, la victoria en el horizonte brumoso que se toca con la yema de los dedos.
lunes, 4 de enero de 2010
Un tranvia llamado baloncesto

Es lunes, el CB Murcia 95 ha jugado los tres partidos de la fase previa, ganando al Cb Nou Esplugues (88-29) y perdiendo con el Cajasol (53-81) y con el FC Barcelona (31-89).
Seguimos disfrutando del baloncesto, seguimos disfrutando de Barcelona
sábado, 2 de enero de 2010
XI Torneig de bàsquet cadet "Ciudat d´Esplugues"

