“No
utilices el teléfono
La
gente jamás está dispuesta a responder,
Utiliza
la poesía”.
Kerouac,
1970
Anoche
recibí tu última llamada. Habías decidido irte con las luciérnagas
de junio, subida a las nubes que descargaban granizo en los lindes
del valle, no lejos del estanque y de los álamos del río blanco.
Busqué tu voz en el viento, en el corazón de la piedra, en las
hojas brillantes, en el alma de la procesionaria, en el tránsito de
las palabras esdrújulas, en la victoria póstuma de Antonio Meucci
pero ya los dioses que despreciamos en las tardías noches del
desamor te habían poseído en los trópicos de Miller, a la orilla
del East River.
Oculto
tu rostro en las calles de la Gran Manzana, dormida en una multitud
de ojos azules, grises, castaños, del color del foliage de
Nueva Inglaterra (tal vez), el viento helado de los Grandes Lagos
besando de hielo tus labios, bebes el vino de los mendigos en
botellas de papel.
Utiliza
la poesía cuando leas On the
road, haz de las amplias llanuras tu hogar, evita las
cascabeles, bebe de los cactus, duerme el oro de tu piel en el
centeno maduro, sonríe a la noche cuajada de estrellas, súbete a un
autobús imposible, lee el viento en los cipreses de Van Gogh y
escríbeme una sola vez: cuando el mundo no tenga límites y tu
cuerpo sea invisible como el Universo.
Goodbye,
amor.
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