Navegamos por los mares turquesas liberando esclavos,
incendiando la caña de azúcar, abordando sueños con viejos bajeles, escalando
los peldaños de la libertad con los pies desnudos.
Eso fue hace mucho,
hace siglos- relatan los historiadores- pero parece que fue ayer
Y que solo una noche nos separa de las llamas iluminando con
sus miles de luciérnagas incandescentes el
aroma del huracán liberado de sus cadenas.
Tierras en las que no ocurre nada en siglos, como si éstos
se contaran en horas y las muertes en círculos de cobre o en granos de arena.
Y ahora que volvemos la mirada atrás y vemos al hombre libre
oteando el horizonte con la sal del mar abrasado,
No sabemos si su libertad sabe a azúcar arrojado al mar, o a
agua de coco, o al silencio de los houganes
ensayando la rebelión alrededor de la hoguera o a una plaza iluminada por el
sol de una primavera de olores violentos;
Tal vez no sepamos mucho sobre nosotros mismos, sobre
nuestras ideas y esperanzas, pero llegamos a intuir, como cadáveres que somos
de una realidad ajena, que al abrir los ventanales de la clausura los objetos
permanecen en su quietud,
Sin que los siglos hayan modificado su naturaleza.
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