martes, 26 de octubre de 2010

Nos levantamos con la herida de la edad en los labios


Nos levantamos con la herida de la edad en los labios y sentimos que el laberinto de la vida se cuartea como el barro de los estanques secos. Más allá de la longitud de nuestros brazos, la realidad nos es ajena, extraña, habitada por el espíritu de las cosas que nos rodean: los restos de una colmena en un prado, el sol descarnándose en un bosque que ardió en el estío, una lechuza que duerme en un árbol carbonizado, las nubes congeladas en la mirada ingenua de una niña, la espuma etérea de un torrente de sal junto a un molino cartagenero derruido, el tallo de una planta brotando en la grieta alquitranada de una calle...

Alguien comentó que en losquenoentendemosdebaloncesto nunca ocurre nada. Hay paisajes, mares, tormentas, hayedos en otoño, tierra rojiza y hojarasca, espuma, brisa y sonrisa blanca en la cresta de las olas, baloncesto, jugadores, padres y madres, árbitros y sueños granados... pero nunca ocurre nada. La voluntad humana es inane: Eloy Sotelo no da un golpe en la mesa para exigir un lugar en los manuales de historia de la literatura, sólo se consume de frío y añoranza en los esqueletos quebrados de Leningrado; Ainhoa Izar, hermosa estrella de los bosques de Irati, contempla el Mar Menor y no sabemos si en sus dulces aguas se refleja la imagen del hombre abandonado o del corazón desgarrado; Mi abuela se pierde en el Puerto de Alicante con una niña en brazos, mientras los italianos se miran en un estanque de llovizna y aguas turbias. No hay acción, sólo contemplación del tiempo que transcurre lento, monótono, aburridamente estoico.

Y en el cielo, la luna es una espectadora privilegiada del devenir absurdo. Con sus lentes de aumento nos contempla y nos retrata como hormigas insignificantes, entre inmensos océanos y profundas quebradas abiertas con un cuchillo de estrellas. Somos espíritus de agua en terrenos baldíos, lava ardiente en los volcanes de La Garrotxa, sequedad hambrienta en los remansos de los ríos y en las arenas dormidas de Calblanque. Somos un rosal plantado en un suelo de cristal (triste, solitario, dormido, sin tierra ni pasión).

Somos, sólo somos...

Acaso losquenoentendemosdebaloncesto no tenga sangre en el cuerpo y se mueva en la Nube como los muertos vivientes. Pero, creedlo, sí tiene poesía, como los retoños de un roble que verdean en la tierra negra, como un caballito de mar hallado entre las hélices de una motora después de diez años de ausencia y olvido, como la voz de Eloy Sotelo en la espesa criatura de un témpano de hielo del Lago Ladoga, como los pescadores de Santa Pola que llevaron a mi abuela a las costas desnudas de Argelia, como el canto rodado lanzado por Ainhoa Izar a las serenas aguas del mar...

¿No es hermoso que nunca ocurra nada y que podamos navegar libres entre las estrofas de todo aquello que amamos y que deseamos para nuestras hijas e hijos?. Creemos que sí.

domingo, 24 de octubre de 2010

Somos lo que fuimos... por Jesús García

La pesada losa que supone la responsabilidad de entrar en la bendita villa “losquenoentendemosdebaloncesto” se deja notar inexorablemente sobre mis hombros, también parece sobre mis manos que se deslizan temblorosas sobre la mesa del teclado, sudorosas pero a la vez ágiles y expectantes por recibir instrucciones, tal vez cerebrales, o tal vez emocionales. Seguro que ambos impulsos se harán notar y diferenciar a lo largo de esta crónica.

Atrás quedaron aquellas divertidas historias de piratas, corsarios y filibusteros, de Santas y Vírgenes, arcedianos y obispos, rivalidades absurdas y seudo fanatismos incontrolados, dando paso a la realidad de la vida misma: veinticuatro amigos, jóvenes deportistas, han ejercido su derecho a ser felices practicando su deporte, y sus familias y amigos hemos disfrutado con ellos en una otoñal tarde de sal y murcianidad, en la que algunos tristemente han denominado la final anticipada. Murcianidad cartagenera y también capitalina, ambas válidas y cohabitantes en una hermosa región de hermosas personas y envidiados parajes.

Antes de contar hechos, que también los hay, hablaré de sentimientos y el primero que me viene tiene nombre y apellidos: Sergio Muñoz. Su pasado y su presente en el CBC, donde defiende colores con orgullo y como si no hubiera existido paréntesis en su militancia cartagenerista, no han sido suficientes -en ningún corazón lo serían- para aliviar su pena al enfrentarse a los que han sido y son sus compañeros, sus amigos, y en definitiva su familia de acogida durante tres largas temporadas. Se le ha visto feliz, trabajador y luchador, como él es, pero sé que esta tarde en su corazón coexistían sentimientos encontrados, los cuales ha controlado con impropia madurez. Allí estaban también sus padres, Miguel y Balbi, que hoy han sido excelentes anfitriones y nexo de unión entre ambas familias, la capitalina y la departamental. Por supuesto han cumplido con su promesa, hubo tarta de queso y licores, faltaría más.

Mis felicitaciones también por su comportamiento a estas familias que han sabido como nadie encontrar ese equilibrio entre cerebro y corazón, en lo que expertos denominan inteligencia emocional. Sencillamente ejemplar.






Como cabía esperar, los departamentales han saltado a la renovada cancha del Virgen del Carmen con ganas de hacer algo impropio, como es plantarle cara al todopoderoso CB Murcia. Y así han aguantado durante casi la totalidad de los dos primeros cuartos, donde la ventaja –siempre murcianista- ha oscilado entre los 3 y 10 puntos. Pero el excesivo trabajo que supone defender al rey con los peones, ha pasado su factura nada más comenzar el tercer cuarto. Los de rojo, muy enchufados, han roto el partido abriendo una importante brecha en el marcador, rompiendo también el ánimo de los cartageneros, que han pagado caro el esfuerzo defensivo inicial al tiempo que la diosa fortuna no les ha ayudado lo más mínimo en sus entradas a canasta.



En opinión de este humilde cronista, tal vez este encuentro les haya venido grande a los cartageneros a tan pocos días del comienzo liguero. Su nuevo entrenador, Primitivo Abad, no ha contado con el tiempo suficiente para cambiar a sus jugadores el chip de juego de temporadas anteriores, basado en una férrea defensa cuerpo a cuerpo y rápidas y alocadas transiciones hacia la primera línea de fuego. Estamos seguros que pronto veremos el fruto de esta nueva savia.

Al final lo que queda es un 44 – 85 para el C.B. Murcia, justo marcador que nos ha deparado esta tarde de baloncesto de base, donde la deportividad ha sido la mejor de las lecciones que estos jóvenes amigos nos han brindado. Felicidades a todos ellos.

Y como somos lo que fuimos, y es condición de quien les habla la de ser un impertinente, sólo me queda entonar el “mea culpa” por no haber caído en la cuenta de mandarle una invitación oficial al Sr. Coello para que pudiera presenciar en directo este interesante encuentro, tal vez el más disputado de esta categoría, sin duda termómetro del nivel regional, de cara al próximo Campeonato de España que se celebrará en Córdoba. Habría visto que no sólo ha errado no alineando a ningún cartagenero, de los jugadores del C.B. Murcia, al menos DIEZ son, sin duda alguna, los mejores de la Región.

Para terminar, no quisiera despedirme sin agradecer a Lucía su iniciativa y amabilidad por darme la oportunidad de participar en este imprescindible punto de encuentro para ¡losquenotenemosniideadebaloncesto!. Os dejo este saludo murcianico, en consonancia con el saludo cartaginés publicado en un impresentable blog que hay por ahí.


JESÚS GARCÍA


La crónica del partido CBC 95- CB Murcia 95 de losquenoentendemosdebaloncesto se puede leer en la siguiente dirección:

http://elotrobasket.blogspot.com/2010/10/cbc-95-vs-cb-murcia-95-por-lucia.html

sábado, 23 de octubre de 2010

El día de mañana


Es difícil volver a escribir cuando se ha mordido con inocencia el señuelo de la autosatisfacción, con una candidez impropia para una mujer de más de cuarenta años. Pero hemos hallado poesía en la piel de la palabra y esto no se consigue cualquier día. Tal vez fueran los montones de hojas secas de morera dispuestos a tramos en la acera por el barrendero, o la motosierra cercenando la savia silenciada por el otoñal crepúsculo. O el fresco de la amanecida, o acaso la llegada imprevista de la edad tardía con sus oraciones decadentes y sus lamentos de capillas románicas.

No lo sabemos.

Tampoco sabemos lo que nos deparará el día de mañana, desde el amanecer italiano hasta la fuga imperceptible de un sol grande y brillante aun en los días de mirada triste. Alguna persona paseará con su perro por el puerto, con una cadena y una bolsa de plástico. Los cartagineses dormirán tranquilos o se acercarán a Escombreras con un mono de operario y una fiambrera. No nos enseñarán el culo. Tal saludo ofende a las arenas dulces y calientes de Cartago, a las palmeras que sostienen parte del cielo azul del desierto y a las mismas ruinas de una ciudad asolada por las gentes del norte del Mediterráneo. Los romanos se hicieron pacifistas mucho antes de la proclamación del Imperio y ahora son relucientes recuerdos de una canción de Sabina. Debió haber en Cartagena una importante colonia judía, pero los vientos fueron siempre adversos para esta gente que siguió leyendo el Antiguo Testamento, como si Pasolini no hubiera soñado una Pasión según san Mateo o el blanco y negro de la Edad Antigua libara del sabor del azafrán.

No hay razón para temer la naturaleza de las gentes que se asoman al mar en estrechas playas o desde violentos acantilados de matorral y tierra insegura. Las grúas del puerto, inmóviles, silenciosas, sueñan con carreras de cuadrigas entre sus patas de músculos de hierro, y las gaviotas descansan en los sillares de La Muralla, en los patios de los edificios, en las troneras de los cañones, mirando el mar con esa disposición del ave que se siente libre y capaz de surcar el universo con las alas extendidas entre claridad azul y tormentas fenicias.

Mañana- se dice- habrá tarta de queso; los árbitros participarán del festín de la razón práctica, leerán a Spinoza mientras se lanzan tiros libres; Jesús García llegará con un libro de poesía de Rosalía de Castro bajo el brazo y nosotras recordaremos las visitas de José Hierro a Cartagena o de Pepe Lucas a la Asamblea Regional. No habrá disenso, sólo el suficiente para mirarnos de reojo y narrar alguna anécdota del murciano que estuvo en Cartagena o del cartagenero que estuvo en Murcia. A esto se reduce nuestra incomprensión para con el otro.

No pensamos andar sobre las aguas del puerto, ni observar las altas atalayas que adormecen la ciudad con sus sirenas de perfil griego. Pasear sobre el libro de la historia sobre el que se asienta Cartagena es un placer inmenso – así lo vieron los literatos que recrean cartas esféricas o luchas estamentales en los alrededores de Uclés- sobre todo cuando en mitad de una página ves erguirse imponente las gradas del Teatro Romano o la fachada de cualquier edifico neocentista, porque la ciudad portuaria es un compendio de vivencias inabarcables para cualquier persona que no viaje más allá de 1980 ó 1970.

La madrugada llama a esta ventana abierta al mundo, se apaga el arco iris que inspira la tranquilidad del alma. La noche será larga para todas y todos, la espera no conoce atajos, sólo el sueño reparador de una cama con mosquitera y el silencio absoluto de los últimos benditos acogidos provisionalmente en el purgatorio.

jueves, 21 de octubre de 2010

Jueves


Llegó el tiempo de las noches frescas, el otoño entrado en hojas que crepitan en las aceras de la ciudad, el de las sierras eléctricas podando moreras, jacarandas, plataneros..., el de la última mirada atrás con el abanico, el granizado de limón o la cerveza en playas de arena movediza.

Llegaron las ligas de baloncesto, pasado Santa Teresa y su transverberación carnal – culpemos a Bernini y su mármol que ama con ardor siendo noble piedra-, y miramos de frente el mar, sus olas traviesas y su cielo blanquecino, imaginando las costas de Italia habitadas por hombres y mujeres sin alas, o las arenas del sur, palmeras, minaretes, ruinas de ciudades antaño grandes, hoy soplos de olvido y abandono. Y más allá de los ángeles que guardan sus alas en armarios de cobre, el Oráculo nos guía por territorios desconocidos, nos habla de los nuevos bárbaros que comen sandías y arrojan las pepitas a los rostros de los patricios, del final de un mundo seguro, acogedor como un útero de miel y ron, sencillo como el paseo diario por los carriles de la huerta o las sendas recortadas por acantilados de piedra y palmito.

Hemos vivido demasiado tiempo a merced de la brisa, observando el atardecer rojizo y la palmera templada, hemos caminado por volcanes de piel negruzca y hemos visto la muerte cubriéndose con los osarios de la noche. Y no nos sentimos felices cuando observamos las hojas en el suelo, los árboles desnudos, la vida marchita.

No.

Estamos construyendo sobre pilares apuntalados, sobre barro reseco y paja quemada. El esqueleto de nuestras vidas es una escalera de caracol que produce vértigo, una espiral de polvo y palabras, un barco a la deriva en un océano de algas y alquitrán caliente.

Estamos a jueves, escuchando el silabeo áspero de las sierras a motor, oliendo el gasoil y las briznas de hierba húmeda. El silencio se alimenta de nuestros pensamientos, esculpe con ellos hojalatas afiladas expuestas en cualquier ágora pública. Alguien las llama esculturas, homenajes, vanguardia y entre ellas se filtra el viento de la mañana, el canto del ruiseñor, el humo de las fábricas y el griterío de las niñas y niños que acuden al colegio. ¡Quién estuviera caminado entre las hayas de Irati, junto a Ainhoa Izar, con un poemario de Eloy Sotelo entre las manos, acariciando los versos con las yemas de los dedos!. Pero no podemos huir. Pronto la nieve se amansará sobre los árboles desnudos y los pasos de montaña helarán sus verdes sonrisas. Pronto.

El sábado, nuestro esqueleto florecerá. Serán unas pocas horas desandando la senda del caracol. Por la mañana, concentración mini femenina en Los Dolores de Cartagena, con altas palmeras recortándose sobre las canastas de baloncesto y oscuras colinas cerca del mar. Por la tarde, Club Básquet Cartagena 95 versus CB Murcia 95. Luego, la noche, las luces de la ciudad, el regreso y el nuevo día.


martes, 19 de octubre de 2010

Voces


Llegan voces de allende la sierra, voces y tambores de invierno se alean con feroz alegría; llegan y nuestros corazones se inflaman -el viento de la mañana, la luna callada, la sal y la mar brava- con los rituales de la próxima batalla. Remaremos en el aire, buscaremos la estela de las gaviotas en el cielo, observaremos con dejadez las balsas de regadío, los árboles desarraigados, los pueblos en la lejanía, las nubes blancas y finas como las sedas y las hojas de morera. Y campos planos, y luces, y eucaliptos en hileras de sombra y sequedad.


Llegan voces de las tierras y alturas sobre el mar, de las colinas y sillares de piedra alineados hace dos eternidades, del matorral y del paisaje azul, inmenso, soñado por poetas y construido- sus riberas, sus lenguas, sus culturas- por filósofos y profetas. Llegan miles de páginas leídas en las noches de invierno, calles antiguas, ánforas, pecios y columnas de abril abiertas en palmeras y arbustos de agua.


Llegan tigres y leones, circos plantados en la estepa del mar, cañones y algarabía, la noche una placenta húmeda posándose sobre las azoteas, el tiempo una vendimia en paisajes sin fin.

Llega la mañana, la tarde, el rocío en los cristales, la hierba en el cielo.


Llega el sábado, la fiesta, el paseo, los pálpitos del puerto: a lo lejos, en la oscuridad, barcos fantasmas llegan y se van, descargan lluvias de arroz, aventuras eslavas, renos con patas de hielo azulenco; cargan melocotones, bocas de azafrán, sueños en fondos infinitos y derrotas de miel.


El sábado: Básquet Cartagena 95 – CB Murcia 95. La pronta alegría.

lunes, 18 de octubre de 2010

El río fluye blanco entre paredes de arena

El río fluye blanco entre paredes de arena, que se deshace en la mano cuando desde el fondo de la vaguada buscas el trayecto más rápido para subir a las colinas y observar el majestuoso valle en el que la vida surge del fondo de cualquier sentimiento. Las palmeras, los limoneros y pinos, los eucaliptos, el susurro del viento en las tardes otoñales, el rumor del agua despeñándose en leves guijarros húmedos, lisos, besados por aguas de todas los mares de nuestra tierra. Archena es una ciudad que se mece en el flujo del río, que acompaña con la mirada de piedra y palmera el transito de cañas, ramas, hojas, animales ahogados, vida, vida pasada y presente. Allí nació Vicente Medina, en aquella tierra de huertanos que chocaban contra una realidad social impuesta e inamovible y que veían como el Estado se llevaba a sus hijos a guerras lejanas, a Cuba, a Filipinas, más tarde a Marruecos. Escribió el poeta archenero:


Anda tú, si quieres...

No he d'ir, por mi gusto, si en crus me lo ruegas,

por esa sendica por ande se fueron,

pa no volver nunca, tantas cosas buenas...

esperanzas, quereres, suöres...

¡To se fue por ella!

Por esa sendica se marchó aquel hijo

que murió en la guerra...

Por esa sendica se fué la alegría...

¡Por esa sendica vinieron las penas!...”


Sendas, caminos, carreteras, autovías... no sabemos la ruta que han recorrido los seguidores del CB Archena, Junior y Cadete, para llegar a La Flota. Imaginamos hojas de plátano descendiendo por los meandros del río; imaginamos al amigo Torregrosa con toda la familia para ver jugar a su hijo, Victor; imaginamos la fresca brisa de la tarde agitando las ramas de los árboles y alargando hasta el horizonte crepuscular las nubes de una jornada de competición; imaginamos a Antonio en Madrid, caminando por las calles estrechas de las pensiones y comiendo en un desconocido convento; imaginamos a Vicente Medina leyendo en las piedras de la senda las miserias que las patearon cuando los reyes y los caciques de La Restauración; imaginamos el limón, el sol sobre la perpendicular de las huertas del Valle de Ricote; recordamos un viajero, una mochila, un caballete y un pintor prendado de la luz de estos valles nuestros.

No sabemos como llegaron los archeneros al Centro de La Flota, pero no es difícil comprender como se hicieron dueños y señores de las gradas: la pasión por su equipo, la entrega absoluta a los jugadores, sus hijos, que fueron campeones infantiles en 2008 y subcampeones cadetes en 2010. Llegó un equipo humilde que supo abrir con su coraje e ilusión el acero del CB Murcia, y esto imprime carácter y conciencia de pertenencia.

Enfrente, la preselección cadete masculina: Andrés Carrillo, Carlos Sáez, Joel García, Fernando Hurtado, David Saura, Sergio López, Sergio Pozo, Aaron Sáez, Antonio Almagro, Samuel Vicente, Juan Rubio, Manu Sánchez, Darío Sarrías, José Antonio Salmerón y, ausentes, los londinenses Álvaro Gómez y David Lucas. Los jugadores habían entrenado antes del partido, también habían comido juntos. Tales actividades deben crear el sentimiento de pertenecer a un equipo, conjuntarlo, crear confidencias y compartir opiniones, como ocurre con el CB Archena formado por compañeros y amigos desde hace muchos años. Se trata, en palabras de los seleccionadores, de entrenar, conjuntar, dar nuevas oportunidades e hilvanar un equipo competitivo de cara al campeonato de España a celebrar en tierras cordobesas.

El partido finalizó con victoria de la preselección cadete masculina por 74 a 56. Durante todo el encuentro, la afición archenera animó a los suyos, protestó faltas propias y ajenas y arengó a los árbitros sobre la necesidad de un equilibrio en las penas. El calor físico de otras tardes se disipó con esa temperatura que los aficionados al baloncesto saben llevar con pasión a las canchas. Era un calor humano, un poco gritón pero sincero y de entrega a los suyos.

sábado, 16 de octubre de 2010

Primer partido del CB Murcia 95



Primer partido del CB Murcia 95. Ha ganado con autoridad a las aguerridas y respetables huestes del Jairis en el semisotano del Palacio de Deportes de Murcia. No se puede olvidar que dos de los protagonistas del partido, Andrés Carrillo y Darío Sarrías militaron el año pasado en el equipo de Alcantarilla. Por parte del CB Murcia, la ausencia de los “londinensesVicente García, Álvaro Gómez y David Lucas, que estarán intentando desentrañar los misterios de la City, con sus fantasmas, sus cuerpos flotando bocabajo en las aguas oscuras del Támesis mientras el reloj de la Torre de Londres marca la 22 horas 35 minuto, y su Catedral de San Pablo que aparece en todas las recreaciones cinematográficas del Londres del Siglo XIX y parte del XX, fue cubierta con la rapidez, agilidad, potencia física y capacidad de resolución de Joel García, sin desmerecer el trabajo de todos y cada uno de los jugadores de este renovado CB Murcia 95: Andrés Carrillo, Darío Sarrías, Alberto Pujante, Aarón Sáez, Samuel Vicente, David Saura y el nuevo jugador de Bigastro cuyo nombre, en estos momentos, no recordamos pero que será pronto mencionado en este blog.

No podemos entrar en cuestiones técnicas porque las desconocemos. A nuestro lado, un padre posiblemente del Jairis anotaba en una hoja de chequeo las estadísticas del partido. Pero recordando a Disraelí, conservador británico de la Inglaterra Victoriana, se puede afirmar que existen tres tipos de mentiras: “mentiras, malditas mentiras y estadísticas”. No queremos con esto infravalorar los resultados que tales estadísticas aportan a una comprensión del equipo y sus partes, y las nuevas estrategias derivadas del estudio de aquéllas.

Nos quedamos sin embargo, con las campiñas inglesas (*)que nos recuerdan los jardines del Edén. Tierras hermosas cicatrizadas a principios del siglo XIX por las vías del ferrocarril, entre nubes, árboles en flor y caballeros ingleses paseando por senderos agradables, por vaguadas y bosquecillos habitados por leñadores, brujas y zorros aterrorizados. ¿Quién pudiera pensar de la codicia de la Gentry del Siglo XVIII?.

Finalmente, el CB Murcia venció al Jairis por 105 a 25. Los jóvenes pero viejos amigos y conocidos se dieron las manos, sonrieron y pasaron una mañana de sana diversión.

El próximo sábado jugamos en Cartagena, a las 19 horas. ¿Podemos soñar con un paseo por el puerto de la ciudad, con las luces, el olor a salitre, la suave brisa del anochecer, el Submarino Isaac Peral y el oculto tesoro del Teatro Romano dormido en mitad del Universo poético?.

Ojalá (y ésta es una invitación a la deserción después del partido, una propuesta de heterodoxia dentro de la secuencia lógica casa-lugar de reunión-autobús-pabellón-partido-autobús-casa).

¿Será posible?


(*)- Las pinturas reproducidas pertenecen a Jhon Constable.

viernes, 15 de octubre de 2010

Simulacro de incendio y evacuación


Esta mañana se realizó un simulacro de incendio y evacuación en la Biblioteca Regional de Murcia. Nunca nos hemos recreado en la imagen de una biblioteca ardiendo por sus lomos cosidos, mientras una columna de palabras y frases asciende hasta un cielo gris y triste. Pero hoy he soñado con un telescopio apoyado en el hombro, con un terraplén de hierba rodeado de sicomoros y cocodrilos del Nilo y con un tiempo libre inabarcable dedicado a la contemplación del incendio. He visto palabras familiares, otras extrañas o arcaicas, las más formando versos alucinantes en una estepa celeste de nieve negra y alma ausente. La columna de letras se arremolinaba sobre el aceite de las azoteas de la Avenida, zigzagueaba entre las nubes buscando la mirada escuálida de un sol cansado dispuesto a sumergirse con sus pómulos anaranjados en las laderas, y buscaba con su aliento de perdición las direcciones de otras bibliotecas municipales para exigir, en el calor asfixiante de la desesperación, ayuda.

Asenté las patas del trípode en la hierba del terraplén y dirigí el objetivo del telescopio a la cima de la columna de tinta selvática. Letras góticas dibujaban en lo alto del mundo, junto a las alas extendidas de las gaviotas, la palabra amor. Por encima de ella, un cielo radiante, un sol que llamaba limpiamente a las puertas de los corazones, una blancura del alma y una promesa de redención. ¿Se conoce alguna novela, poemario o ensayo en el que la palabra amor no tenga un hueco o un espacio reservado en el blanco papel?.

Los libros ardían y las palabras ascendían como voraces hormigas comedoras de pólvora cainesca. Don Quijote, hinchado como un globo, gritaba en las altas nieves del Kilimanjaro y a sus pies, en la rama de un árbol de la selva pluvial, Sancho Panza bebía vino de una bota y comía pan con queso manchego ofreciéndoselo, de cuando en cuando, a un gorila que a su lado lloraba la perdida de la lluvia. Más allá, en las alas doradas de un cóndor, Hierro recitaba un poema que comenzaba así:


“Quisiera esta tarde no odiar,

no llevar en mi frente la nube sombría.

Quisiera tener esta tarde unos ojos más claros

para posarlos serenos en la lejanía”.


Y la tarde se hacía más oscura y las flores palidecían con la piel entreabierta de la palabra olvido. ¡Cómo quemaba el silencio de papel ardiente, la brújula de los libros que alguna vez nos orientara por los lugares de la felicidad perdida!. Crepitaba el cuero y la cola, el olor a vida, que aun en la contemplación de la pereza de la destrucción, nos guiaba entre los paraisos de miel torrencial.

Al otro lado de los edificios más altos, un globo tejido con las páginas de “ Vida y Destino” y “Margarita y el maestro” nos hundía hasta los labios húmedos de hiel en las cienagas del totalitarismo. El globo asomaba entre las antenas de televisión, entre las sábanas blancas alborotadas por el viento creador de la palabra, y unas imágenes gigantes surgían con las manos delirantes de las pantallas de LCD arrastrando cadenas y piedras de plata.

El fuego prendió la esfera de papel y de los párrafos de las novelas brotaron como sarmientos cañones, carros de combate, ametralladoras y muerte; muerte en los ojos y en la boca, muerte en los corazones y en los pensamientos.

Cuando ya el valle era una inmensa pira, de los verdes de la luz emergieron ejércitos de voces y alaridos, de personas que se consumían en las islas griegas, en las aguas turquesas del Mar de Java o en los cañaverales de cualquier bahía atacada en violentas incursiones por corsarios tuertos y carentes de cualquier atributo humano. Y se consumió en el infierno el carpe diem, y el beatus ille, y el realismo y el romanticismo. Don Juan Tenorio se hizo hombre al contemplar la esencia de su vida en los ojos llameantes de la muerte.

La lluvia aplacó el insaciable apetito de las llamas, y las palabras se posaron silenciosas en un suelo humenante y negruzco. Junto a una mirada perdida alguien, José Hierro, escribió sobre la ceniza aún caliente:


“Cuando se fueron todos, yo

me quedé a solas con mi alma”.

El simulacro de incendió duró aproximadamente trece minutos. Los libros fueron entregados al silencio de las salas durante cinco minutos. Después la luz se encendió y la vida volvió a tener sentido.

jueves, 14 de octubre de 2010

La tortuga que conocimos durante un maremoto


La tortuga asomó la cabeza de debajo del caparazón, vio algunas estrellas en el cielo y pensó que la tormenta había pasado. Hacia levante, los relámpagos iluminaban el cielo y los escarpes de la costa se recortaban abruptos en las láminas áureas de la noche. La tortuga tenía ciento sesenta años. En 1910 había contemplado el Cometa Halley en un cielo claro y limpio, y un día de abril esquivó como pudo el hundimiento de una mole de hierro y muerte. El Titanic jugó con su leve cuerpo, la engulló en burbujas de fría agua y apenas pudo recuperar su viaje entre esquirlas, cuerpos con los pulmones encharcados y recuerdos de música y baile en los salones de un transatlántico de lujos asiáticos.

No estuvo la tortuga en las trincheras de Verdún. Nadie, ni nada, podía vivir en medio de una tragedia de barro, sangre y lagrimas. No anduvo por las tierras asoladas por la Gran Guerra, ni durmió en los barracones de los campos de concentración. No estuvo en Stalingrado pero sí nadó entre las altas olas del Canal de La Mancha cuando los aliados tocaron tierra en Normandía. No llegó agazapada, como un testigo mudo de la ignominia, en la mochila de Grossman a tierras polacas, ni se hundió en las arenas del Sáhara huyendo de los carros de combate y del calor sofocante de la gangrena.

Era una tortuga de mar y apenas sintió el peso inerte de los barcos torpedeados por submarinos alemanes. Se enredó en las algas verdes de las costas de Filipinas, pero nunca se cruzó con los navíos de Conrad ni con el submarino del Capitán Nemo. Julio Verne miraba la luna, el rayo verde y la sabana de África. Entonces ella era joven y no se atrevía más allá de los estuarios de los ríos del corazón de las tinieblas. Aguas arriba era una expresión que le producía agotamiento, miedo a lo desconocido y a su propia supervivencia biológica.

La tortuga cumplió cincuenta años en 1900 y vivió otros cien años en el siglo más aciago, terrible e inhumano que ha conocido la materia viva en este planeta. En 2000 aprendió a deletrear la palabra globalización y en 2010 asisitió a la conversión de las corridas de toros en una bella arte, como fumar en una novela de Hammer o bailar flamenco en un tablao vascofrancés. Hemingway puede descansar en paz, si renaciera- no descartamos que las religiones orientales sean verdaderas- ya no tendría que escribir “Por Quién doblan las campanas”, “El viejo y el mar” o “Adiós a las armas”. Podría fumarse un puro en medio de una plaza de toros junto a García Lorca y banderillear con un par de filetes de carne la espalda sudorosa de un boxeador. Ernest se lo merece, La Habana también.

En fin, la tortuga se aventuró un día por los meandros de un río de la Indochina y se topó de frente con Coppola y Las Walkirias de Richard Wagner. Y allí conoció el horror- en negrita- y los pegajosos silencios de la humedad y la bruma de una naturaleza caníbal que se devoraba a sí misma, mientras la lluvia caía torrencialmente y limpiaba la sangre del manglar. Allí estaba Brandon y la certeza de que aquella guerra estaba perdida por toda la eternidad.

Pero lo que más aterrorizó a la tortuga fue ese maremoto que retiró durante pocos minutos las profundas aguas de la Bahía de Cartagena y mostró a un sol otoñal, transido por el viento y el vaivén de las nubes y de los sueños, los escorzos de una historia dos veces milenaria abandonada a la contemplación y al olvido. Ella quedó patas arriba, atorada en los restos de un pecio romano, entre ánforas y capas de literatura fantástica, entre bloques de piedra pulida y cieno, y esperanza, y alegría, y desazón...

Esperamos que cuando el CB Murcia 95 se desplace a Cartagena, el próximo 23 de octubre, las aguas del mar estén rizadas y las alturas de la bahía sean azules. Y que la tortuga se haya liberado de las garras del pasado y se abanique con las alas de los árboles mientras reconstruye esos hermosos molinos del campo abandonados a las inclemencias del tiempo, y de los gestores de las cosa pública.

Ps: se dirá que un maremoto de tales proporciones no sólo arrasaría la costa, también sobrepasaría los blandos contornos del Puerto de la Cadena y asolaría la ciudad de Murcia. Es cierto, pero a veces los castigos compartidos unen.


miércoles, 13 de octubre de 2010

La tierra prometida


No es ésta la tierra prometida. En algún momento nos la cambiaron: acaso los filósofos o los poetas que cincelaron sus pensamientos y sus estrofas en los contrafuertes de la vida; tal vez el vuelo plácido de una birlocha impulsada por la brisa del mar o la espuma fulgurante de los rizos de las salinas; ¿por qué no el sueño quedo de las flores del mal o de un Baudelaire mirando ensimismado las aguas turbias del Sena?.


No es ésta la tierra prometida. En algún momento nos engañaron y cambiaron el azafrán por el azufre, las mieses doradas por el frío y afilado viento de la estepa, la maduración de los racimos de uva por la mosca y la hiel. Y no nos dimos cuenta, no tenemos ojos en la nuca, ni palabras en la nariz. Los líquenes crecen vigorosos en nuestra piel y pronto ya sólo somos detalles de un paisaje, de un torrente que nos arrastra como a las hojas caídas en los primeros suspiros del otoño.


La Nube arremolina los pecados de la Humanidad, los zarandea hasta convertirlos en ínfimos esqueletos que enseñan, a trasluz, los secretos que los provocaron, esa quemazón en los labios hambrientos, ese silencio insoportable en mitad de un estadio de fútbol, ese desgarro que abre el corazón y lo muestra a las estrellas y al polvo galáctico en el que nos convertiremos.


La Nube y la vida, la Nube y la muerte, la Nube y nuestra efímera – y beata – conciencia.


Y mientras el poeta recita en la soledad de su voz.

lunes, 11 de octubre de 2010

"Chove" en Murcia


Segunda jornada sin entrenamientos merced a la tormenta y al encharcamiento de las pistas exteriores del Pabellón Infante. Cosas del Ayuntamiento. Para celebrarlo, un hermoso poema de Federico García Lorca: Madrigal a cibda de Santiago


Chove en santiago

meu doce amor.

Camelia branca do ar

brila entebrecida ó sol.


Chove en Santiago

na noite escura.

Herbas de prata e de sono

cobren a valeria lúa.


Olla a choiva pola rúa,

laio de pedra e cristal.

Olla no vento esvaído

soma e cinza do teu mar.


Soma e cinza do teu mar

Santiago, lonxe do sol;

ágoa da mañán anterga

trema no meu corazón”(*)


“Llueve en santiago

mi dulce amor.

Camelia blanca del aire

brilla quemada de sol.



Llueve en Santiago,

en la noche oscura.

Hierbas de plata y de sueño

cubren la vacía luna.


Mira la lluvia en la calle,

queja de plata y cristal.

Mira en el viento desvanecido

sombra y ceniza de tu mar.


Sombra y ceniza de tu mar,

Santiago, lejos del sol;

agua de mañana antigua

temblando en mi corazón”.


(*)- En ocho siglos de poesía gallega. Antología bilingüe. Alianza editorial.

domingo, 10 de octubre de 2010

Tarde de domingo



En una entrada anterior, hablamos de la individualización de Hombre- en la acepción griega de antropos- iniciada con La Ilustración. El grupo deviene en individuos irrepetibles, los judíos dejan de ser los judíos- genérico que nos evita representar el Holocausto- y tienen nombre, apellidos, caras, colores del cabello, sueños esperanzas, las mujeres, en fin, dejan de ser las mujeres como genérico y se transforman en escritoras, pintoras, arquitectas, filósofas, jugadoras de baloncesto conocidas...”como los modelos a seguir para las mujeres y las jóvenes” (Felipe Coello, Tiempo de cambios). ¿Quién recuerda a escritoras y ensayistas de la talla de Rosa Chacel, Concha Méndez, María Teresa León, María Zambrano o Ernestina de Champourcin que desarrollaron su talento en la edad de plata de la literatura española- Generación del 27-?. Poca gente, el mundo erigido a semejanza del hombre – en este caso en la acepción griega andros- mitifica la literatura masculina y silencia esa vibrante creación de muchas mujeres, con nombres y apellidos, que predican con el ejemplo en los años anteriores a la Guerra Civil y, posteriormente- en el exilio-. Lo mismo podemos decir del deporte, en el que las mujeres pertenecen a una segunda clase porque lo importante no es el deporte en sí mismo, sino la marca, el triunfo o el dinero que es capaz de mover en los mercados desregularizados. No es asunto menor el hecho de que podamos recitar de memoria los componentes de la selección española de baloncesto masculina e, incluso, retrotraernos en el tiempo para recordar a jugadores de baloncesto de los años setenta, ochenta y noventa. Pero hagamos memoria y nombremos jugadoras de la selección actual de baloncesto femenino o de otras jugadoras españolas de las últimas décadas del siglo pasado. No podemos porque la memoria se reduce a los recuerdos de las propias jugadoras, familiares, amigos y amigas y cuerpos técnicos respectivos. Por tal motivo, el Manifiesto por la Igualdad y la Participación de la Mujer en el Deporte declara la necesidad de “Reflejar en los medios de comunicación una imagen positiva de las mujeres en el deporte, diversificada, exenta de estereotipos de género y como modelos de éxito personal, profesional y social”, en consonancia por lo escrito por Felipe Coello a propósito de la Conferencia sobre Mujer y Baloncesto organizado por la FIBA.

En los próximos días, tres jugadores del CB Murcia 95- David, Vicente y Álvaro- viajan a Londres en un intercambio educativo. La ciudad del Támesis fue hogar de exiliados liberales, románticos- es imprescindible leer a E. H Carr-, tierra de progreso y de revolución material, baluarte contra los totalitarismos.. Pero quisiéramos recordar también que fue cuna de Mary Wollstonecraft, que impugnó con sus escritos y su vida los postulados de Jean-Jacques Rousseau que recluían a las mujeres al ámbito privado, a la crianza y al reposo del guerrero. También fue solar de John Suart Mill y Harriet Taylor que escribió, con prólogo de Mill, La Emancipación de la Mujer y de miles de sufragistas que lucharon, antes y después de la I Guerra Mundial, por el derecho al voto de las mujeres. Sería importante, y aquí hablamos con la soledad de la Nube, que la coeducación en igualdad consistiera también en dar a conocer la historia silenciada de la lucha de las mujeres por el derecho al sufragio y por la igualdad material. Resulta curioso que al mismo Stuart Mill es conocido por sus escritos de economía política y no, por ejemplo, por sus intentos de que el Parlamento Británico concediera el mínimo derecho del sufragio a las mujeres en la segunda mitad del Siglo XIX.



Esta tarde ha habido entrenamiento de la preselección cadete masculina. Mejor temperatura que en anteriores veces y un trabajo intenso- ha superado las dos horas-. También menos familiares en la grada. Ya se sabe los rituales en estos casos: se deja en la puerta a los hijos, se aparca, unos padres y madres suben a las gradas, otros hacen corrillos en la puerta y se entretienen tomando un café y hablando de lo divino y lo humano. Si hay algún periódico a mano, el baloncesto cede su paso a algún comentario sobre la última redada en cualquier ayuntamiento, sobre el largo y lluvioso puente de la Fiesta Nacional o sobre el futuro incierto de las futuras generaciones en un mundo globalizado. Somos humanos, demasiado humanos.





Lecturas en la madrugada


“No hay duda de que he escrito muchas cosas descabelladas y muchas cosas que no vienen a cuento. Pero todo lo que he escrito, sea descabellado o no, lo he escrito con el corazón lleno de amor” (*) (**)


Vasili Grossman


(*) En Garrard, John y Carol: La vida y el destino de Vasili Grossman.

(**)- Traducción del ruso al inglés, y de éste al castellano de un fragmento de ¡Paz a vosotros! (“Dobro vam” en ruso, “Barev dzes” en armenio). Que sepamos el libro, fruto de las impresiones de un viaje de Grossman por Armenia, no ha sido traducido a ninguna lengua española.

sábado, 9 de octubre de 2010

Por tierras de Alicante


Alguien ha escrito- no recordamos su nombre, la juventud es a veces parca para retener lecturas que luego brotan de los manantiales de la memoria- que la Palestina de Figuras de la Pasión del Señor, de Gabriel Miró, y la Huerta de OrihuelaOleza- son la misma tierra, el mismo paisaje, el mismo corazón de sol, las mismas palmeras recortándose sobre los montes pelados. Tal vez sea así y ayer, cuando cruzábamos los parajes de la Vega Baja del río Segura, entre limoneros, palmeras, cerros aislados o que se alargaban como serpientes en el horizonte, creímos ver un hombre de largas barbas montado en un burro entre las palmeras del campo de Albatera. La luz mortecina del atardecer, los edificios que se erguían como rectángulos macizos de vida y cotidianeidad, la gran cúpula azul de la iglesia de Santiago Apóstol, la estación del tren, trágico fin de viaje para mucha gente que durmió allá en el campo de almendros, fueron imágenes efímeras arrastradas por el viento desarbolado del motor de combustión. Nos dirigíamos a Alicante, al Barrio de Babel, en caravana, sintiendo los vacíos del alma que la velocidad provoca en los paisajes dejados atrás. A la derecha, entre árboles, pequeños promontorios, pueblos y casas de huerta, debía estar el humedal del Fondó; a la izquierda Crevillente, que acoge en sus iglesias más imágenes de Benlliure que Cartagena; allá abajo, como un tajo de profunda soledad incrustado en el erial, el río Vinalopó; un poco más allá la conexión de la autovía con el Camino Real de Castilla; ya cerca de Alicante, en una hondonada entre laderas de ladrillo, el Clot de Galvany, humedal protegido por un cinturón de chalets y edificios; poco después las afueras de la antigua Lucentum, el Barrio de Babel, aledaño al Barrio de Gabriel Miró: Benalúa.

Nuestros hijos, del CB Murcia 95, jugaban un partido con los cadetes del Lucentum Meridiano. Tal era el motivo de nuestro viajes, tales son las excusas para hablar, algunas personas dirán que en demasía, de las cosas, gentes y paisajes que nos emocionan porque, y ésta es una confidencia, encontramos nuestro corazón perdido, ese que nos habla en silencio y nos concede placidez en la contemplación, en tierras de Alicante, a la sombra dura y maciza del Cid, en el Vinalopó Medio, en ese pueblo del que habla Max Aub: “Petrel, su promontorio, el castillo; olivares, tierra sedienta. El mejor ajo-aceite de España es el de Petrel, lo llaman giraboix” (Campo del Moro), la cuna de Federico Miñano, un personaje de El Campo de los Almendros de Aub, que asevera:

-”Os vais a Alicante. Yo soy de allí. ¿Ya lo sabías?. En Elda hablan español, y en Petrel, a media legua, valenciano, y no queráis saber lo que dicen unos de otros”.

Pero esa es otra historia, de allá los años ochenta, y ahora navegamos en otro siglo, con aguas turbulentas de crisis, con tormentas perfectas en el horizonte que apenas dan respiro, con un cielo grisáceo, macizo, como de granito cincelado por la incertidumbre. Y entre los resquicios microscópicos de la piedra buscamos la esperanza huyendo al pasado y viendo la figura del Redentor entre las palmeras de Orihuela o Albatera, o las aguas rebosando en los humedales y la literatura manando del fondo de las páginas y cubriendo con sus letras negras y de contornos suaves los paisajes mediterráneos de nuestra infancia.

Ya en el pabellón de deportes, mientras nuestros hijos jugaban a lo que les gusta- el baloncesto-, el CB Murcia ganaba en tierras gallegas de Orense y la selección española de fútbol comenzaba un encuentro victorioso con Lituania, rememorábamos el calor sofocante del estío fenecido, hablábamos sobre temas relacionados con el bilingüismo y nos indignábamos con una canasta que se negaba obstinadamente a dejar pasar entre su red el balón. En la calle, seguramente, caminaba el aliento de Gabriel Miró buscando la luz del mediodía, se escuchaba alguna composición de Óscar Esplá y Miguel Hernández soñaba con recorrer a pie el trayecto entre la cárcel de Alicante y los brazos de su querida Josefina. Catorce minutos sin encestar en una tierra hermosa dorada por el sol y acariciada por las aguas azules de un mar que nos trajo las voces de la civilización y cerró, en algún momento del pasado, las puertas de la libertad.

Perdimos el partido, los alicantinos ganaron por 59 a 51, pero el viaje mereció la pena, nos hizo reflexionar, nos devolvió un pasado digno de ser recordado, unos paisajes y unas figuras añoradas, un siglo fenecido que ya nunca volverá pero que fue, para nosotras, nuestra, parafraseando a Neruda, residencia temporal en la tierra.