jueves, 21 de octubre de 2010

Jueves


Llegó el tiempo de las noches frescas, el otoño entrado en hojas que crepitan en las aceras de la ciudad, el de las sierras eléctricas podando moreras, jacarandas, plataneros..., el de la última mirada atrás con el abanico, el granizado de limón o la cerveza en playas de arena movediza.

Llegaron las ligas de baloncesto, pasado Santa Teresa y su transverberación carnal – culpemos a Bernini y su mármol que ama con ardor siendo noble piedra-, y miramos de frente el mar, sus olas traviesas y su cielo blanquecino, imaginando las costas de Italia habitadas por hombres y mujeres sin alas, o las arenas del sur, palmeras, minaretes, ruinas de ciudades antaño grandes, hoy soplos de olvido y abandono. Y más allá de los ángeles que guardan sus alas en armarios de cobre, el Oráculo nos guía por territorios desconocidos, nos habla de los nuevos bárbaros que comen sandías y arrojan las pepitas a los rostros de los patricios, del final de un mundo seguro, acogedor como un útero de miel y ron, sencillo como el paseo diario por los carriles de la huerta o las sendas recortadas por acantilados de piedra y palmito.

Hemos vivido demasiado tiempo a merced de la brisa, observando el atardecer rojizo y la palmera templada, hemos caminado por volcanes de piel negruzca y hemos visto la muerte cubriéndose con los osarios de la noche. Y no nos sentimos felices cuando observamos las hojas en el suelo, los árboles desnudos, la vida marchita.

No.

Estamos construyendo sobre pilares apuntalados, sobre barro reseco y paja quemada. El esqueleto de nuestras vidas es una escalera de caracol que produce vértigo, una espiral de polvo y palabras, un barco a la deriva en un océano de algas y alquitrán caliente.

Estamos a jueves, escuchando el silabeo áspero de las sierras a motor, oliendo el gasoil y las briznas de hierba húmeda. El silencio se alimenta de nuestros pensamientos, esculpe con ellos hojalatas afiladas expuestas en cualquier ágora pública. Alguien las llama esculturas, homenajes, vanguardia y entre ellas se filtra el viento de la mañana, el canto del ruiseñor, el humo de las fábricas y el griterío de las niñas y niños que acuden al colegio. ¡Quién estuviera caminado entre las hayas de Irati, junto a Ainhoa Izar, con un poemario de Eloy Sotelo entre las manos, acariciando los versos con las yemas de los dedos!. Pero no podemos huir. Pronto la nieve se amansará sobre los árboles desnudos y los pasos de montaña helarán sus verdes sonrisas. Pronto.

El sábado, nuestro esqueleto florecerá. Serán unas pocas horas desandando la senda del caracol. Por la mañana, concentración mini femenina en Los Dolores de Cartagena, con altas palmeras recortándose sobre las canastas de baloncesto y oscuras colinas cerca del mar. Por la tarde, Club Básquet Cartagena 95 versus CB Murcia 95. Luego, la noche, las luces de la ciudad, el regreso y el nuevo día.


3 comentarios:

Lucía Sánchez dijo...

S.O.S: ¿no le gusta a nadie esta entrada?. Cuando más orgullosa me siento de un escrito, nadie escribe un comentario.
Creo que es muy poética, salvo alguna frase no suficientemente musical.
Un saludo

Anonymous dijo...

Bueno Lucía, sencillamente extraordinario, ha sido la vez que más me ha llenado una entrada tuya, es la primera vez que te hago un comentario, pero eso no quiere decir que no me hayan gustado los anteriores ni mucho menos. Ánimo y sigue. Gracias Lucía.

Jesús dijo...

Es muy hermoso, pero me daba miedo errar en la metáfora, o no entender la dicotomía, o tal vez perderme entre palabra y su igual (epanadiplosis) y adormecerme dulcemente soñando con tus personificaciones. Tampoco quería mostrarme en exceso en tu ventana, ya sabes, soy un hombre casado. Pero el texto es sencillamente magistral.