lunes, 5 de noviembre de 2012

Ya todo fue pecado...



Eleonora sonrió con esa sonrisa que solo poseen las diosas antes de dormirse bajo la sombra de un jazmín. La contemplé con el aroma de la noche que llegaba de las oscuras pestañas de una caracola envarada en la piel de la decrepitud. Esa era la palabra, el triste sonido que envolvía con una tela de aire negro la pleamar de la vida.

Eleonora me miró, y sentí en mi piel la dejadez de la carne que se abandonaba, dejando en el ambiente una sonrisa de viento cálido. Era agosto o tal vez principios de septiembre y ya el gozo era un gemido que erizaba la piel del melocotón que mordías con el desdén de las princesas que todo lo poseen salvo el amor irascible. 

Eleonora me acarició y las palabras se desprendieron de la frase que intentaba pronunciar en el fragor del torrente que recorría mis muslos.
Ya todo fue pecado, y vida.

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