Hoy hemos retornado a las llanuras de Castilla La Mancha, de visita al camposanto. Gente mayor, gente que emigró a partir de los años 50 del siglo pasado y vuelve cada noviembre a sentarse junto a los suyos, junto a esos recuerdos que algun
a vez fueron carne y palabra.
Mi Emilio murió joven, a los 71 años.
¿Y tú como estás?.
Vivimos.
¿Y tu Remedios?.
En el paro.
¿Y los tuyos?.
Andrés trabaja solo seis horas, a María la han despedido.
El viento es fresco, viento otoñal que barre los viñedos rojizos y enerva la redondez del zumaque.
Han transcurrido más de setenta años, toda una vida. Y parece que no hemos aprendido mucho. Intentan ponernos de nuevo las cadenas y callamos. Cuando hablemos y digamos no, quizá sea demasiado tarde.
Bueno, nos vamos para Barcelona. Al menos allí el viento de la llanura no hiela la sangre.
(*)- Volviendo de La Mancha me entero de la muerte de Agustín García Calvo. Ya quedan pocos heroicos, se nos fueron...
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