martes, 8 de marzo de 2016

De vergüenzas propias




Estoy valorando pedir la nacionalidad vaticana. Ni mi país ni ninguno de los pertenecientes a la Unión Europea satisface mis exigencias de respeto escrupuloso a la legalidad internacional. Que la ACNUR advierta de que "la expulsión colectiva está prohibida" nos debería hacer recordar tanto la barbarie nazi como el posterior trasiego inhumano de minorías étnicas una vez finalizada la II Guerra Mundial. Es una vergüenza en el sentido estricto de la palabra. Que el Papa Francisco diga cosas que pienso y siento, es un ejemplo de la situación a la que hemos llegado. Más que la austeridad que solo provoca miseria, esta actuación de la Unión Europea es incalificable y dañina para las democracias. Las personas no son ganado, las personas no tienen nacionalidad, el maltrato de cualquier persona es un atentado a los derechos humanos. La excusa de que Europa no puede soportar tal avalancha humana de refugiados, de que dañaría su modelo económico y social, de que a la larga iría en perjuicio de los europeos es bastarda. Es la excusa que siempre se ha puesto para legalizar el sufrimiento ajeno. 

La Unión Europea se creó para algo. Hoy ya no sabemos para qué.

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