A lo largo de los siglos, la
lucha de los Comunes por conseguir autonomía para determinar las condiciones
materiales de sus vidas ha sido una constante. Llámense como se llamen
(plebeyos, comunes, clases populares, pueblo…) hablamos de una mayoría social
que en los últimos años tiende a ampliarse mientras que la otra fracción que sí
puede determinar su futuro, su riqueza y, al mismo tiempo, el futuro y la
riqueza de los demás, disminuye. Tiene similitud con “los de arriba” y “los de
abajo” del discurso de Podemos y cada vez más se diferencia de la tradicional
clase obrera, sujeto revolucionario por antonomasia de la izquierda marxista.
En este sentido, Podemos ha sabido diseñar un nuevo relato que sintoniza más con
el pensamiento transgresor inglés desde la Edad Media que con la
socialdemocracia y el comunismo continental. La clase obrera, en su acepción
clásica, es una minoría entre los Comunes. La clase obrera organizada, la que
trabaja para las multinacionales o las grandes empresas dónde existe
implantación sindical, comités de empresa y capacidad de lucha, es a su vez una
fracción mínima de la clase trabajadora y de los Comunes. De lo que se deduce,
o debería deducirse (hay mucha gente en la izquierda apegada a la tradición)
que en el Siglo XXI el cambio o la ruptura solo puede venir a partir de la
desconstrucción del sujeto revolucionario en un mundo globalizado en donde el
trabajo, más aún el trabajo estable, será un bien cada vez más escaso.
Tal vez sea tiempo de olvidarnos,
o abstraernos, de las ideologías revolucionarias de la Edad Contemporánea y,
navegando por los corazones de los siglos, acaso desde Jesucristo y aún antes,
buscar ese viento de liberación que animaba a los que no tenían, a los que se
les había robado lo que tenían, en definitiva a aquella inmensa mayoría que no
podía determinar cómo sería su presente y su futuro. Lo que está rompiendo el
consenso social en las primeras décadas del Siglo XXI es, en primer lugar, no
tanto la gran recesión que estamos sufriendo sino las recetas que se están
aplicando para superarla y, en segundo lugar, la percepción de que el credo
neoliberal nos devuelve las cadenas de la incertidumbre de las que lentamente
nos fuimos liberando desde la Revolución Francesa, en España muchísimo después.
Esta convicción ha finiquitado el bipartidismo, reduciendo notablemente el voto
de los dos partidos hegemónicos desde la Transición del 78. El PSOE perdiendo
gran parte la credibilidad a partir de 2010 con las reformas al diktat de Merkel, el PP con su
insensible política de recortes que tanto sufrimiento ha provocado a la
sociedad española.
Evidentemente España no es
Inglaterra, su historia, aparte de los encuentros esporádicos, violentos y
resueltos en general desastrosamente para la primera, tampoco. En la formación
de la clase obrera inglesa tuvieron que ver mucho las transgresiones religiosas
de los siglos anteriores, si hacemos caso a Thompson. A la España heredera del
Concilio de Trento, vino a vender biblias George Borrow, políglota inglés comisionado
por la Sociedad Bíblica Británica. Extrañará a los lectores tal negocio. La
Biblia y España no parece que hayan caminado separadas a lo largo de los
siglos. En realidad, en nuestro país solo se comercializaba el texto en latín,
la conocida como Vulgata. Barrow desembarcó en Portugal y, si no recuerdo mal,
entró en nuestro país por Extremadura con biblias en castellano, que nos
traerían tolerancia y modernidad. Cosas del libre examen del luteranismo.
Durante la Gran Depresión de los
años treinta del Siglo XX, si hacemos caso a Howard Zinn en su La otra Historia de los Estados Unidos,
hubo fenómenos similares a los ocurridos en nuestro país con la terrible crisis
económica que estamos sufriendo. Por ejemplo, la lucha contra los desahucios.
La diferencia está en los actores, que en el caso norteamericano fueron los
sindicatos y el Partido Comunista de Estados Unidos, y en nuestro caso las ex novo Plataforma de Afectados por las
Hipotecas (PAH). Seguramente, tanto los sindicatos norteamericanos como el Partido
Comunista hubieran acabado como acabaron aunque el presidente de la época no
hubiera sido Roosevelt y no se hubieran aplicado las recetas económicas de
Keynes. En nuestro caso, el desprecio a las necesidades sociales, verbal y
postural en el caso de Rajoy, de los partidos políticos hegemónicos ha
concluido con el fin del bipartidismo y el surgimiento de nuevos actores
políticos, curtidos en la calles y plazas de nuestro país, que en estos días
transgreden diariamente los usos y costumbres del Congreso. Estos actores,
Podemos pero también un líder como Alberto Garzón, han cambiado el relato de conformismo que
teníamos tan bien aprendido desde hace décadas. Y lo han hecho modificando el
eje izquierda-derecha por el eje arriba-abajo para ampliar el electorado al que
se dirige un discurso de rebeldía. Nosotros, el noventa y nueve por ciento, los
Comunes, las clases populares, a los que se nos ha arrebatado la certidumbre de
nuestro futuro y el de nuestros descendientes y ellos, de los que solo sabemos
que mueven el dinero y el poder a placer. Durante siglos hemos luchado por
poder tener acceso a las herramientas de la supervivencia y con ellas poder
planificar una vida segura y amable.
Las últimas noticias indican que
habrá elecciones el 26 de junio. PSOE y Ciudadanos han hecho maridaje
negociador. Parece que irán juntos en las reuniones que mantengan con otros
partidos para negociar la formación del gobierno. Cuesta entender la postura
del PSOE. En un eje clásico izquierda-derecha
tendría cierta explicación, pero ahora no nos movemos en ese eje. Y Ciudadanos
es un partido de arriba, apoya a esa minoría que quiere gobernar no solo
nuestras haciendas, también nuestras vidas. Es un partido más neoliberal que el
PP, aunque en lo cultural pueda ser más moderno y tolerante. Apoya, en nombre
del crecimiento y la prosperidad, ese intento de acabar con los pocos márgenes
de certidumbre que nos queda a los de abajo, de dejarnos a merced de caprichos
ajenos, de convertirnos en eternos dependientes de una minoría selecta. Esto
debería diferenciarlos nítidamente del PSOE, pero los herederos de Pablo
Iglesias, el viejo, no parecen verlo. Creen ampliar la base social hacia el
centro. Esperan que las urnas lo premien por su responsabilidad, tanto a ellos
como a Ciudadanos. Están intentando volver a vendernos la Vulgata, pero la
ciudadanía hace tiempo que dejó de escuchar el sermón de espaldas a la
feligresía.
La Biblia ahora se lee en español
y esto nos hace más libre para decidir después de examinar la realidad.
http://www.lacronicadelpajarito.es/blog/fsaura/2016/03/biblia-espana
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