martes, 16 de diciembre de 2014

Las estrellas brillan en las hojas de las adelfas



Regresando de Albacete, las estrellas brillan en las hojas de las adelfas. A la altura de Minateda ya la boca recuerda el sabor de la cicuta. Beberla gota a gota, sorbo a sorbo, para inmunizarme de tanto veneno impregnando las nubes, la salmuera, el espejo de las olas, la mirada burlona de la gaviota en el capó del coche.
Vivimos en una tierra extraña,
paseamos por las cumbres de la desesperanza.
No sé si la manzana negra que saboreo esta noche está impregnada de Hegel, o si la lectura de Panero vacía de sangre mis venas.




Pero leo

“El loquero sabe el sabor de mi orina
Y yo el gusto de sus manos marcando mis mejillas
Ello prueba que el destino de las ratas
es semejante al destino de los hombres” (*)

o

“y que a nada sino al azar y a ninguna voluntad sagrada
de demonio o de dios debo mi ruina” (*)

(*)- Leopoldo María Panero



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